Martxelo DÍAZ

Arrano de iruñea, 30 años siendo un punto de encuentro de izquierdas y abertzale

La sociedad Arrano de Iruñea ha cumplido 30 años en el corazón de Alde Zaharra, con un claro compromiso de ser un punto de encuentro de izquierdas y abertzale no solo de Nafarroa, sino de toda Euskal Herria. Pocos serán los que hayan venido a Iruñea en sanfermines o en el Aberri Eguna y no hayan tomado siquiera un pote en el Arrano. O en el Herriko, su primo pequeño.

Aunque el Arrano se abrió en 1984, los trabajos para ponerla en marcha comenzaron algo antes, en torno a 1981, según recuerda Iñaki Beorlegi, uno de sus impulsores en el DVD que ha elaborado Labrit Multimedia sobre el aniversario de esta sociedad. Eran épocas duras, pero, al mismo tiempo, ilusionantes. «HB logró grupo propio en el Parlamento, tenía un diputado por la circunscripción Pamplona-Resto y otro con la Agrupación Orhimendi. En el Ayuntamiento de Iruñea, teníamos siete concejales», rememora. Frente a ello, había muertes atribuidas al BVA, a la Triple A o a «incontrolados», según recuerdan Pascual Iturri, Iñaki Arrizibita y Gotzone Isiegas, otros de los pioneros. Los Guerrilleros de Cristo Rey atacaron la sede del Arrano y las quemas de coches de socios no eran algo inusual.

La sociedad Arrano surgió ante la necesidad de dotar a Iruñea de un local social para las personas abertzales y de izquierdas de la ciudad. No querían crear solo una sociedad gastrónomica más, sino que el objetivo era que tuviera un componente cultural y reivindicativo. El comité de Donibane de HB fue la base de la que surgieron los promotores, aunque Beorlegi puntualiza que se organizó al margen de la estructura. De hecho, ha estado abierta a todos los colectivos, sin que ninguna haya tenido prioridad.

Los promotores iniciales fueron Juanito Zaldua, Anacleto Arzelus, Iñaki Artxanko, Fermin Elizari, Patxi Zabaleta y el propio Beorlegi. La primera tarea fue conseguir local y lo encontraron en el antiguo restaurante Rodero, situado en la esquina de las calles Redín y Carmen, en Alde Zaharra, y embargado por la CAN, que entonces todavía existía. Salió a subasta y se compró en ocho millones de pesetas, una cifra que Zabaleta califica de buena, teniendo en cuenta que se trataba de un local de más de 600 metros cuadrados. Entre los papeles que aparecieron en el local, se encontró una factura de una comida del Ayuntamiento de 1969 por valor de 31.500 pesetas. Hay cosas que parece que no cambian.

La siguiente fase consistía en lograr unas 180 ó 200 personas que formaran la sociedad y realizaran una aportación de unas 50.000 pesetas, pero las obras de acondicionamiento del local se salieron de presupuesto, llegando a un coste de 40 millones de pesetas. Una columna tallada de Joxe Ulibarrena es de esa época, una de las joyas que guarda el Arrano. La situación estuvo a punto de hacer desaparecer a la recién nacida sociedad. Se pidieron otras 50.000 pesetas a los socios. «Se planteó disolver la sociedad y vender el local, pero se decidió que no», recuerda Iturri. El número de socios bajo hasta los 110, pero se consiguió seguir adelante. Pese a todas las trabas, el proyecto siguió vivo y se logró inaugurar la sociedad con un gran «zikiro» preparado por un grupo de Zugarramurdi.

Otro momento en el que el Arrano corrió serio riesgo de desaparecer fue durante el proceso de ilegalización de la izquierda abertzale. La Policía española se presentó en el Arrano pensando que era la sede de HB. «Pero HB tenía su oficina en la calle Nueva, que, efectivamente, fue clausurada en esa operación», explica Beorlegi.

Isiegas recuerda que los agentes se dieron cuenta rápidamente de que se encontraban en una sociedad, pero precintaron la oficina en la que tenían el ordenador y las fichas de los socios. Precintaron la puerta porque no la pudieron abrir, ya que en el momento del registro no había nadie que tuviera llave de la oficina. Los agentes mostraron especial interés en una puerta antigua que se colocó como elemento decorativo en una pared. No da a ninguna parte. Isiegas ironiza sobre si hubiera sido una buena idea decir que era la puerta de la oficina y que hubieran precintado algo que no servía más que para hacer bonito. «Un día, nadie sabe cómo, desaparecimos del sumario. Nadie vino a desprecintar», señala.

El nombre de Arrano, en referencia al arrano beltza, es algo común hoy en Euskal Herria, pero no tanto hace 30 años. Se tomó de Telesforo Monzón para visualizar que Nafarroa formó el Estado de los vascos y para recordar que la sociedad se instalaba en el corazón de la capital de ese Reino, a escasos metros del Palacio Real.

En estos años, el Arrano ha realizado múltiples actividades, pero es el ajedrez la que se ha mantenido de manera ininterrumpida. Siguen dando clases, cenando juntos y jugando torneos. Se trata de una de las actividades que se realiza en euskara. El conocimiento de esta lengua no es requisito para ser socio del Arrano, pero siempre ha estado presente.

Junto a ello, los veteranos destacan que actualmente existe una mayor implicación con los vecinos de Alde Zaharra que cuando se creó la sociedad, convirtiéndose en parte importante de eventos como San Fermín Txikito o los carnavales del barrio.

El Arrano tiene «un primo pequeño», la Herriko. La taberna está arrendada y funciona como un local abierto al público, lo que ha contribuido a convertir ese txoko de Iruñea en punto de encuentro de gentes de la ciudad y de visitantes llegados de Euskal Herria y otros pueblos. Esta presencia es más importante en unas fechas emblemáticas como los sanfermines. Desde el inicio, los socios apostaron por no arrendar el local y gestionarlo ellos mismos. La opción suponía un esfuerzo añadido, pero al mismo tiempo convirtió a la sociedad en un referente festivo para vecinos de Iruñea y visitantes, llegados de otros herrialdes, especialmente de Gipuzkoa y de Ipar Euskal Herria, así como de otros pueblos del Estado español, siendo los catalanes los más numerosos. Las celebraciones del Aberri Eguna en Iruñea también han sido grandes hitos para el Arrano, llegándose a organizar comidas multitudinarias.