Raimundo Fitero
DE REOJO

Hoy

Hoy me ha dado por ponerme a contar las veces que he transitado por el 20-N. Y después, las veces que el 20-N se ha convertido para todos en un acontecimiento televisivo. Hoy he realizado una inmersión en la memoria y he contado las veces que he visto llorar a unos por televisión y las que he llorado yo delante del televisor. Hoy quisiera volver a mirar a esa pantalla totémica con emoción, pero pensando que los años, los llantos, el sufrimiento y las alegrías han servido para algo más que para ocupar un espacio en nuestra biografía emocional.

Hoy no puedo recordar a todos con la misma intensidad, ni tengo capacidad para reabrir mis archivos más recónditos donde se acumulan imágenes confusas, voces, olores y recuerdos que el tiempo ha ido transformando en sensaciones. Hoy estoy inmerso en una situación que es de unos días antes a hoy de hace veinticinco años. Veinticinco años. Parece imposible que pase así el tiempo, con esta parsimonia acelerada que nos derrite las esperanzas.

Hoy recuerdo con nitidez que muchos domingos compartíamos con Josu Muguruza la redacción de EGIN en Gasteiz. Él escribía un artículo de profundidad en el periódico, analizando la semana política que aparecía todos los lunes y que era una suerte de faro en las nieblas de aquellos años. Yo, a lo mío, a estas periferias de la vida que suceden en los ámbitos virtuales. Salió a media tarde camino, precisamente, de Madrid, y le hicimos algunas bromas sobre la situación política coyuntural del momento. Su sonrisa, su temple, trasmitía siempre serenidad. Fue la última vez que lo vimos. Lo que vino después fue lo que hoy recordamos, su asesinato en un restaurante madrileño por las fuerzas oscuras del Estado español con una de sus mil caretas. Y lo vimos por la televisión. Y lo tuvimos que contar, llorar en este mismo espacio.

Hoy quiero mantener viva esa sonrisa, ese trato humano, ese contacto esporádico con aquel periodista comprometido, analista político, coherente, al que hoy recordamos con afecto y admiración. Hoy, Josu, no voy a llorar por respeto a todos cuantos cayeron persiguiendo la libertad de su pueblo. Hoy han pasado veinticinco años y a veces no lo parece.