Alberto PRADILLA
Elkarrizketa
Manuel Canelas
Diputado del MAS (La Paz)

«Evo rompe el lugar común de que gobernar siempre desgasta»

Nació en 1981 en Caracas. Sus padres, bolivianos, se encontraban en Venezuela exiliados por su actividad política durante la dictadura de Luis García Meza. Desarrolló sus estudios en Madrid hasta que regresó a Bolivia, donde ha ejercido como analista político y ha publicado revistas como «El Desacuerdo». En las últimas elecciones fue en tercer puesto en la lista del MAS por La Paz, saliendo elegido.

Evo Morales ha repetido una contundente victoria en las recientes elecciones bolivianas. ¿Cómo explica este auge tras nueve años de gobierno?

La victoria se explica por varios factores. Una es la estabilidad política, social y económica. Hemos pasado en ocho años de tener un PIB de 7.000 millones de dólares a 33.000. Los ingresos por los recursos naturales, sobre todo petróleo, gas y minería, han multiplicado la capacidad de las arcas estatales y eso ha permitido políticas redistributivas muy fuertes. Hay un clima económico tremendamente favorable e inédito. En lo político y lo social pasa lo mismo: el liderazgo de Evo está a prueba de cualquier tormenta. Su apoyo es casi idéntico al de 2009 y, con eso, se rompen muchos de lugares comunes, especialmente el que dice que el gobierno siempre desgasta. Creo que tiene que ver con la estabilidad económica y política y con el liderazgo del presidente, que ha sabido cambiar y representar las aspiraciones de la gente en la medida en que estas se modificaban.

Las políticas públicas desarrolladas por los ejecutivos de Morales han transformado profundamente el país. ¿Cómo se adapta ese cambio social?

En 2004 había una demanda muy fuerte de ruptura, asamblea constituyente, nacionalización de los hidrocarburos y revalorización del indígena. Y Evo lo encarnó a la perfección. En 2009, ya con una nueva Constitución, había ganas de dar un impulso al nuevo pacto social y emprender un proceso de modernización. Evo lo encarnó muy bien. Ahora la demanda es ya casi de gestión clásica. Habrá que gestionar las demandas de nuevas clases medias, esto con comillas, pero que van a tener unas demandas más tradicionales, como una universidad y una sanidad que funcionen. Los techos de demanda ciudadana van a ser bien exigentes.

Este fenómeno no es nuevo para los gobiernos transformadores de América Latina...

Igual es un clásico. Tus políticas redistributivas y rupturistas han mejorado la vida de mucha gente, pero después de casi una década esa gente no tiene las demandas que tenía en 2005. Y el Estado tiene que ser capaz de responder a esas nuevas demandas que, además, como obstáculo se hacen en un corte más individualista. En Brasil existe una discusión interesante sobre esa cuestión. Muchos economistas críticos de izquierdas niegan que se haya convertido en un país de clase media y creen que pensar eso oculta precariedad laboral, flexibilización del mercado de trabajo, falta de cobertura... Lo que sí creo es que se le ha mejorado las condiciones materiales de vida a mucha gente, pero tenemos que ser capaces de calibrar esas nuevas demandas, que no te lleve a un proceso de individualización de corte neoliberal. En el caso brasileño había encuestas que mostraban cómo a mayor nivel educativo se percibía menor sensibilización con la distribución. Hay muchas tareas pendientes en este ámbito.

La mayoría de presidentes progresistas han obtenido victorias ajustadas. ¿Cuál cree que es el plus de Bolivia?

A diferencia de Venezuela o Argentina, la economía no está en disputa. La gente valora mucho la gestión del modelo y es incluso reconocida por economistas de la oposición. El principal partido de la oposición prometía mantener los bonos y mejorarlos, mantener la nacionalización... Había un consenso. Cuando tienes ese flanco medio cubierto, es difícil que te erosione mucho la oposición. Luego está el tema étnico. El liderazgo de Evo tiene un fuerte anclaje en la autoidentificación de la mayoría de los bolivianos con él. Se reconocen, ya no solo en proyecto y aspiranciones, sino de forma personal. Creo que esa vinculación emocional, política, étnica, le aporta un plus muy fuerte. Lo económico, lo étnico y la absoluta incapacidad de la oposición para plantear una alternativa son las claves.

¿A qué se refiere con la incapacidad de la oposición?

Así como la economía es un consenso, existe también otro que incluye a intelectuales liberales y actores politicos de la oposición sobre que los 90 fueron años muy malos. Que eso estaba mal. Y ambos (Doria Medina y Jorge Quiroga, candidatos opositores) son líderes muy representativos de los 90. La gente no les cree cuando se presentan ahora como alternativa.

¿Esa ausencia no constituye un problema para el Gobierno?

Sí. Cargas con una responsabilidad casi total. Hay ciertas cosas que solo puede generar el tener competencia. Incentivos que tú mismo, como bloque que gobierna, no vas a poder ver. A mó me parece una cosa mala no tener oposición. Lo que pasa es que no es responsabilidad del gobierno construir una oposición. Pero sí que creo que le está haciendo un flaco favor a la ciudadanía no teniendo nada atractivo ni que a nosotros nos suponga una competencia. La responsabilidad está sobre los hombros del MAS. No podremos echar la culpa a nadie.

¿Qué papel jugará Bolivia en el proceso latinoamericano?

Evo compartió su victoria con la región, dijo que era de la izquierda, de los procesos de cambio en América Latina, se acordó del Ché y obsequió la victoria a Fidel y Hugo Chávez. Tiene una idea clara sobre la integración, que lamentablemente vive en tiempos de una ralentización muy fuerte. La victoria de Dilma da un respiro que tiene que ser aprovechado. No creo que Evo, que también está pensando en su sucesión, tenga intención de suceder a Chávez en el liderazgo regional, aunque sí que tiene un lugar clave en la zona.