Koldo Campos Sagaseta
Idazlea
KOLABORAZIOA

Respuesta al consejero de Salud

Decía usted que en este hospital siempre ha habido 126 camas. Yo, que ni siquiera las he contado. Creo en su palabra. El problema consiste en que con independencia del número de camas, quirófanos y otros recursos con que cuente un hospital, si no se mantienen abiertos y operativos es como si no estuvieran

Si sorprendido he quedado yo por merecer su respuesta, la misma que no ha tenido su Gobierno para documentadas denuncias de profesionales de la salud, más sorprendidos andan en el hospital de Zumarraga médicos, enfermeras, auxiliares y personal de limpieza con su alegato a mi breve columna de GARA. Y es que saben, porque lo viven, que sí se están cerrando salas buscando recortar gastos, sobre todo en la contratación de personal sanitario y de limpieza. Me consta la sorpresa de estos profesionales que, en algunos casos, hasta me atrevería a calificar de indignación, porque ahora mismo estoy ingresado de nuevo en el hospital de Zumarraga y estas consideraciones las escribo desde la 119 de... Medicina Interna. No, tranquilícese, esta vez no me han ingresado en Tocoginecología.

Decía usted que en este hospital siempre ha habido 126 camas. Yo, que ni siquiera las he contado, no dudo de que esa suma sea correcta. Creo en su palabra. El problema consiste en que con independencia del número de camas, quirófanos y otros recursos con que cuente un hospital, si no se mantienen abiertos y operativos es como si no estuvieran, su existencia solo es «administrativa», algo así como virtual. Nada que ver con una realidad que afecta a muchos hospitales vascos y que se refleja en todo el sistema de salud. Aunque su Consejería niegue las evidencias o recurra a eufemismos para disimular sus intenciones («optimización de recursos» es el más perverso), hace años que se vienen recortando los valores del sistema de salud vasco para que proyectos tan ruinosos como el TAV puedan seguir enajenando presupuestos y multiplicando comisiones. Los grandes damnificados, además de los pacientes, son los profesionales de Osakidetza, forzados a trabajar en peores condiciones, durante más horas y con más pacientes.

También le creo lo de las importantes inversiones que hace su Departamento y que no sé si tendrán que ver con las ambulancias traídas de Guadalajara, dotaciones incluidas, en una de las cuales me trasladaron a Zumarraga y cuyo dueño, me lo contó el de la ambulancia, es un congresista del Partido Popular. Donde ya no se invierte, porque está en manos privadas, es en el negocio con las televisiones que se ha montado en exclusiva desde hace más de diez años la empresa Isern en los hospitales de Euskadi. Televisores, los de Zumarraga, viejos y pequeños, casi diminutos, a un precio carísimo, colocados en lo más alto de la pared, casi en el techo, y cuyo uso, porque además es común, ocasiona a veces inconvenientes a los pacientes que no siempre se ponen de acuerdo en la sintonía y el volumen.

Siguiendo con su nota, señor Darpón, le acepto que en periodo estival disminuye la demanda, pero mi ingreso en tocoginecología fue a mediados de octubre, y a no ser que además de la hora también se hayan atrasado las estaciones, octubre ya es otoño. En cualquier caso, no tiene porqué disculparse conmigo porque me ingresaran en Tocoginecología y Pediatría. Puesto a disculparse, mejor sería que lo hiciera con ellas, con esas madres cuya atención pediátrica usted tanto valora, por quedar expuestas al contagio de infecciones respiratorias. A mí, francamente, me es indiferente donde se me ingrese. Mientras no se me pegue por un error administrativo la paternidad de algún bebé de la planta, yo le acepto cualquier disculpa.

Y a propósito de errores, usted también calificaba como un «inexcusable error» mi ingreso en tocoginecología. Y ahí ya no me salen las cuentas. Error habría sido que el médico en urgencias equivocara en la orden de ingreso el destino del paciente, o que el celador confundiera el destino de la camilla. Tres minutos más tarde ya se habría resuelto el equívoco.

Si como usted dice fue un error mi ingreso, también debió de serlo el de José Mari, mi compañero de habitación, un simpático azpeitiarra de 70 años del que me cuesta creer que tuviera problemas menstruales. Ya tenemos dos errores, y si los multiplicamos por cada día de ingreso de los dos pacientes hasta que ambos errores fueron dados de alta seis días más tarde sin que nadie los advirtiera o reparase en ellos, sumamos seis para José Mari y otros seis a mi cuenta... 12 errores. Y ocurre que en otra habitación próxima teníamos a dos abuelos... y ya son 24 los errores, sabiendo, los dos lo sabemos, que los errores son muchos más y que vienen de atrás y que van para largo.

Luego de comprobar lo mal que se le dan las cuentas, no voy a tener más remedio que contar yo las camas del hospital.

Y bien, no lo distraigo más. Solo darle las gracias por sus deseos de que me recupere cuanto antes, deseos que conocí en mi casa y que, casualidades de la vida, se los vengo a agradecer ingresado de nuevo en el hospital. Pero ando bien, recuperándome y en unos días espero volver a casa y al trabajo. Pendiente queda una sencilla operación de próstata (me apunto a todas) que ya tiene siete meses de espera y que tampoco será en diciembre. En enero cumpliré los nueve meses de embarazo de espera, lejos de esos tres meses de promedio que usted celebra para Euskadi, pero que si los comparo con los de Burkina Faso pues igual hasta encuentro motivos para alegrarme. A seguir bien.