Nerea GOTI
Kronika | Las mujeres en el Franquismo

Rojas y separatistas, carta blanca para la represión fascista

El ático del centro cívico La Bolsa revivió experiencias de mujeres que fueron represaliadas tras ser señaladas como rojas o separatistas, de secretos ni siquiera ahora revelados. Belén Solé y Betariz Díaz son dos historiadoras que han reconstruido la historia a partir de sus relatos. «Era una represión sexuada, específicamente dirigida a las mujeres» y algo más, una represión ejercida en la vida cotidiana para borrar su ideología a través de la humillación, contaron.

Testimonios de mujeres, sobre todo, pero también de algunos hombres que contaron cómo vivieron las mujeres la represión franquista conforman el cuerpo de la investigación de Belén Solé y Beatriz Díaz, plasmada en el libro «Era más la miseria que el miedo». Ambas historiadoras ofrecieron la tarde noche del jueves una conferencia en Bilbo organizada por el Círculo Republicano en un día señalado, en la que desgranaron hechos y extrajeron conclusiones.

Se cumplían el jueves 39 años de la muerte del dictador, cuando entre viejas historias, Solé y Díaz destacaron como conclusión general que la represión franquista en muy diferentes expresiones, al margen de las más dramáticas como los fusilamientos y la cárcel, fue una represión sexuada. «Estuvo específicamente dirigida contra las mujeres», señalaron, tras apuntar algunos de los castigos especialmente reservados a aquellas a las que se colocaba la etiqueta de roja o separatista, como los rapados del pelo, las purgas con aceite de ricino o la obligación de limpiar iglesias o escuelas a modo de humillación pública.

«No solo buscaban someter al oponente, sino someter su ideología. Y lo que está claro es que lo consiguieron, eso se ve cuando décadas después hay todavía una sociedad traumada por esos métodos», relataron.

Ambas historiadoras intercalaron sus reflexiones con la proyección de las imágenes que recoge el libro y extraCtos de los testimonios recabados entre 21 personas nacidas entre 1914 y 1963 en «entrevistas bastante abiertas», según subrayaron.

«Son historias de la vida cotidiana, cuentan cómo lo recuerdan, cómo lo vivieron», explicaron sobre el soporte de una investigación que quiere reconstruir la historia social, la historia oral, más lo cualitativo que lo cuantitativo, según indicaron, para poner en valor esta forma de reconstruir la historia y en especial una parte no muy trabajada, la que respecta a las mujeres.

Algo difícil de superar

En ese contexto, recuperaron pinceladas de esas conversaciones mantenidas sobre todo con gente de Sestao, pero también de Lemoa, Erandio, Astrabudua y Basauri. Aparecieron recuerdos de niños que reconstruían momentos como el recogido en Sestao a Encarnación Santamaría. «Decían a todas las amigas de la calle `no las ajuntéis a estas -a mi hermana y a mí- porque son rojas'. Eso lo tengo grabadísimo; hay cosas que no se olvidan nunca».

Contaron las historiadoras que esas etiquetas que se colocaban sobre las mujeres eran un insulto y carta blanca para la represión. Eran además etiquetas que se colgaban de forma arbitraria y que se hacían extensibles a toda la familia y lo peor es que observan que estas vivencias se relatan décadas después como «algo muy duro y a veces no superado».

Abundaban los castigos ejemplares, los testimonios de la reeducación a través de la religión, obligando a personas señaladas a participar en actos religiosos, relatos de estancias en la cárcel de mujeres con niños de corta edad, «una angustia más en el sobrevivir el día a día». Y en esas entrevistas aparecieron también recuerdos marcados a hierro aun no habiendo sido víctimas directas. Eran otros tiempos y no se podía contar. «Eso quedaba en secreto. Eso nadie lo contaba. Sabíamos que las habían llevado pero no sabíamos lo que les habían hecho. Y ellas jamás lo han contado», señala una persona.

Apuntaron Solé y Díaz que muchos investigadores consideran que la propia política económica fue un instrumento de represión, y recordaron las requisas de viviendas y de bienes. Tal y como explicaron, también ocurrieron a cargo del lado republicano, «pero eran más producto de una situación descontrolada» que promovidas por el régimen, como en el caso franquista.

Su trabajo recorre décadas en las que los métodos cambiaron pero el régimen se mantuvo férreo a la hora de implantar un único modelo para la mujer: «buena esposa y buena madre».

A cada puntada de la historia que dieron, el público asintió como si reviviera viejas cosas contadas en casa, pero aun hay mucho por contar y por investigar. La represión ha dejado un trauma que perdura, dijeron.