Pablo CABEZA BILBO

Vaporoso y sutil se muestra Ordorika en «Lurrean etzanda»

Llega Ruper Ordorika a su disco dieciséis con la utilización de la red como base del trabajo: «Es lo bueno y lo malo de las nuevas tecnologías», señala. Los mp3 viajan por aire y mar. Acciones que permiten que «Lurrean etzanda» se grabe en directo y en solo tres días, pero intensos.

En la presentación ayer del nuevo álbum de Ruper Ordorika enla librería Elkar, Anjel Valdés, en nombre de la discográfica, describe al músico con toda clase de admiraciones, ¿queda otro remedio incluso desde fuera de los intereses de empresa?. Habla de luminosidad del disco, de los ambientes, de lo que vivió en los tres días de grabacón. «Nunca había visto nada igual ni creo que vuelva a verlo», nos declara finalizada la charla/presentación.

Lo que vio o lo que sintió Valdés, músico también, en esas sesiones fue cómo las recias composiciones de Ordorika, con su poesía vocalizada como ninguna otra garganta es capaz de matizar, eran perfiladas hasta la hondura por tres músicos sin más entente que unas notas previas y unas miradas complices. Nacían silencios entre las negrillas y las blancas. Respuestas que no estaban anotadas. Pulsaciones de bajo y contrabajo acolchado, una batería a veces alejada unos metros y otras tomando el medio de la escena. Entre los ritmos de pan y luz, la bendita guitarra del londinense Leo Abrahams, un músico que ha colaborado con gente tan dispar como Brian Eno, Jarvis Cocker, Carl Barât o Paul Simon. Leo es también arreglista, productor y mantiene una carrera en solitario que supera la media docena de discos. Un suspiro ante las más de cuarenta colaboraciones de peso en las que ha colaborado.

Por otra parte, Abrahams, recomendado para esta grabación por Kenny Wollensen, batería con un historial más que espectacular, «no quiso saber nada de antemano de las canciones, conocerlas», cuenta Ordorika. Las vivió en el estudio, en fresco, y de su cabeza inmediata fueron saliendo los artísticos garabatos que recorren todo el álbum.

No obstante, nada sería lo que es, de hecho hemos escuchado algunos de los discos de Abrahams en solitario y no nos han captado con tanta fuerza como con Ruper, si al frente de la historia no estaría la nítida voz del oñatiarra, con sus familiares quiebros. No es un vocalista de una tesitura de extremos, pero por los tonos medios se desenvuelve como nadie con sus comedidas inflexiones y su tono metálico con eco propio.

El disco es sugerencia sin impurezas. Extraordinario. Crea subditos. Y se completa con una excelente portada que cuenta muchas historias.

El fotógrafo, cineasta, iruindarra Oskar Alegria le solicita a Ordorika unas fotos y descubre la que «será» la portada. En ella se ve a un niño (el propio Ruper) caminado de la mano de un señor (su tío Bernardo). Sobrino y tío pasean por la calle Concordia de Mungia (hoy Elkartasuna), donde Ruper pasaba los veranos, ya que allí nació su madre, Maritxu. La toma vertical, se transforma en apaisada, como el horizonte. Y surge la magia.

Los encantos de recostarse mirando la vida

Resulta poco previsible que un disco de Ruper Ordorika pueda decepcionar, así que el subsconciente se alía con cada título nuevo, en este caso surgidos de «Lurrean etzanda». Gira la Tierra y gira el disco, pasan las canciones como los segundos. Se siente breve, pero lleva dentro 45 minutos de corte poético y sonidos con una clase perpleja. Siempre ha contado Ordorika con buenos músicos, muy buenos músicos, pero «Lurrean etzanda» da la impresión de que cruza alguna frontera no conocida. Puede ser una sección de ritmo impecable, con su amigo y escudero Kenny Wollessen al frente y con el que ya ha grabado siete discos; pero la inclusión del guitarrista Leo Abrahams, ya de por sí un músico ambiental, supera lo previsible. Si a esta escenografía se le añade la voz de Ordorika, de las más sugerentes de nuestra ya larga historia, los textos, y las excelentes composiciones, el resultado es desoladoramente hermoso. Quizá el single sea «Bizitza eder denean», el corte más dinámico, pero cualquiera de las otras canciones de calma y mar de resaca pueden ejercer de jefatura. Gira la Tierra y gira «Lurrean etzanda», aquí recostados, viviendo. P.C.