Floren Aoiz
@elomendia
JO PUNTUA

Ahora hay quien nos prefiere invisibles

En 2014 también nos prefieren invisibles porque seguimos siendo paletos ensimismados en «minucias nacionalistas» que dividen y distraen al pueblo, al pueblo español, claro, una categoría neutra, natural, eterna, como todo el mundo sabe

No sé si la novela alemana sobre la batalla de Orreaga que citaba GARA recientemente logrará, como las versiones oficiales y sus numerosas derivaciones, el milagro de hacer desvanecerse en el aire a los vascones de la época.

Quienes derrotaron al ejército de Carlomagno no dejaron escritas sus memorias, aunque dieron testimonio sacudiéndose el yugo del imperio franco y construyendo nuevas formas de organización política para evitar ser asimilados por los grandes poderes que los rodeaban. Algo que nunca les ha sido perdonado, pues cíclicamente aparecen reinterpretaciones de la universal pelea entre los sueños de dominación y las aspiraciones de los pueblos a elegir su propio destino en las que la apología imperialista suele disfrazarse de cruzada civilizadora, modernización y victoria de la humanidad sobre las particularidades. No es casual que defensores de la Unidad Europea hayan citado a Carlomagno como uno de sus precursores.

Por eso mismo, fuimos una molestia para el liberalismo «modernizador» de las quintas y el robo de los comunales, el que quería cargarse los fueros en nombre de la libertad. Y no solo para los poderes dominantes. También han preferido no vernos quienes decían defender otras ideas. Por ejemplo y ya más recientemente, hemos sido bastante incómodos para la progresía española. Una guerrillera nicaragüense, el Ché con su fusil, Allende con casco y metralleta en mano en La Moneda, las armas, a miles de kilómetros de distancia, representaban el anhelo de un mundo mejor. En el «Norte» eso era terrorismo.

La lucha vasca quemaba porque no era una referencia de cartón piedra con la que hacerse el guay, sino un conflicto real y duro. Apoyar las reivindicaciones del pueblo vasco se pagaba muy caro, tanto que a mucha gente no le salían las cuentas, así que era mejor llamarnos nacionalistas pequeñoburgueses y acusarnos de dividir a la clase obrera, que en el fondo era otro modo de hacernos invisibles.

Y ahora vuelven los mensajes españolistas, eso sí, con aires más modernos. En 2014 también nos prefieren invisibles porque seguimos siendo paletos ensimismados en «minucias nacionalistas» que dividen y distraen al pueblo, al pueblo español, claro, una categoría neutra, natural, eterna, como todo el mundo sabe. Hemos vuelto a desvanecernos.