Josu Juaristi (*)
GAURKOA

Cuba y EEUU pillan en fuera de juego a la UE

El eurodiputado y miembro de la Delegación para las Relaciones con Estados Unidos del Parlamento Europeo expone aquí algunos apuntes sobre la falta, a su entender, de una labor previa en la sociedad estadounidense que haga entender el gesto de Obama hacia Cuba. En cuanto a Europa, asegura, la derecha y la ultraderecha siguen viendo con desprecio «todo lo que huela a izquierda latinoamericana».

La semana de Cuba pilló a la UE mirando hacia otro lado, como tantas otras veces. Raúl Castro y Barack Obama, en sendos discursos simultáneos, anunciaban el deshielo entre ambos países. Que es lo mismo que decir que Estados Unidos aceptaba el deshielo, pues el bloqueo era y sigue siendo unilateral. Una medida unilateral, que ha sido causa de muchas privaciones y dificultades para el pueblo de Cuba, pero que el propio Obama reconoce ahora no ha sido capaz de cumplir sus objetivos finales. No ha doblegado la voluntad del pueblo de Cuba, no ha conseguido someterlos a la perversa lógica de relaciones que EEUU han impuesto a otros pueblos del Caribe y América.

El tiempo dirá si este reconocimiento inédito por parte estadounidense, concretado también en el intercambio de rehenes ya conocido, es algo más que el deseo de Obama de pasar a la historia en el sprint final de su doble mandato. Los republicanos, por supuesto, han dejado claro que tratarán de bloquear y torpedear este acercamiento y mantienen en todo lo alto su obsesión por perpetuar el bloqueo total contra la isla.

De todo esto tuvimos ocasión de hablar este jueves en Estrasburgo con Bruce Stokes, director del Global Economic Attitudes en el Pew Research Center de Washington, DC. Stokes fue la estrella de la reunión de la Delegación para las Relaciones con EEUU del Parlamento Europeo y aportó una visión global del sentir y el pensamiento de la opinión pública estadounidense cuando menos inquietante.

El Pew Research Center es una organización sin ánimo de lucro y, en teoría al menos, no partidaria. Se definen a sí mismos como un fact tank. Entre sus ámbitos de recogida de datos y análisis figura, por supuesto, la política doméstica y las condiciones económicas, pero también estudian la imagen de EEUU en el mundo y la percepción que la población de Estados Unidos tiene sobre la democracia o sobre la actuación de su país en el mundo, por destacar solo dos aspectos.

Y, en ese trabajo, lo que el Pew Research Center percibe en torno al posible apoyo de la ciudadanía estadounidense al gesto de Obama de restablecer relaciones con Cuba es de un color sumamente gris. Ni fu ni fa. Ni frío ni calor. No ha habido un trabajo de educación de la sociedad en términos de respeto a otros modelos y otros países. Ha existido, eso sí, un destacado trabajo de cocina con apoyo internacional, y ese elemento seguirá jugando un papel importante para cambiar las cosas, pero la superación del bloqueo contra la isla caribeña y el trabajo a favor de la democracia dentro de Estados Unidos exige toda una transformación social que las élites estadounidenses no quieren impulsar.

Bruce Stokes nos habló de la división de la opinión pública según se posicione como republicano o demócrata, y en ese aspecto no ve demasiadas alteraciones en la actitud general hacia Cuba, aunque sí cree que pequeños pasos pueden terminar por traer grandes transformaciones. Uno de esos pequeños cambios se produjo en las últimas elecciones legislativas parciales cuando la comunidad cubana en Estados Unidos reorientó ligeramente su voto hacia el Partido Demócrata, cuando tradicionalmente siempre había apoyado de forma mayoritaria al Republicano. Otro pequeño cambio supuso la actitud de «The New York Times», que en octubre encadenaba tres editoriales para poner negro sobre blanco la necesidad de dar por superada la estrategia de bloqueo hacia Cuba.

Pero, ahora mismo, hasta este pasado miércoles al menos, no era Cuba una de las preocupaciones de la opinión pública norteamericana, ni tan siquiera del Pew Research Center. Y, desde luego, tampoco de la Unión Europea. Stokes nos presentó un amplio cuadro sociológico de la ciudadanía estadounidense, en el que, entre otras cosas, figura que el 51% de la población ve justificado el uso de la tortura (solo el 29% lo ve injustificado y el 20% no sabe no contesta). La esperanza es que entre los más jóvenes, ese apoyo cae al 44%, que tampoco es para echar cohetes. Y la mitad de los estadounidenses ve correcto espiar a ciudadanos y líderes de otros países. Por cierto, esta semana hemos podido oír (y abuchear, faltaría más) en el pleno del Parlamento Europeo declaraciones ultraderechistas a favor de la tortura.

Ahora mismo, los estadounidenses recelan sobre todo de los chinos, cada vez más. ¿Y la Unión Europea? Los actuales líderes de la UE, desde que Bruselas apretó el acelerador en Ucrania, tiene una auténtica obsesión con Rusia. La parte «exterior» del Consejo Europeo se ha centrado en el este europeo y solo la activa Federica Mogherini, Alta Representante para la política exterior y vicepresidente de la Comisión Europea, pronunció unas palabras en torno al incipiente deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, para limitarse a decir que los «derechos humanos están en el centro de la política europea hacia Cuba» y agregar que el acuerdo de cooperación que se negocia con La Habana «podría servir para a un mayor compromiso con las reformas en marcha y la modernización» del país. Sigue siendo un acercamiento torpe, e irrespetuoso, consecuencia de la presión que en su día ejerció (y sigue ejerciendo) el Gobierno español en Bruselas en todo lo relativo a Cuba y a cualquier otro país latinoamericano que pretenda ser dueño de su destino. De hecho, las relaciones entre la UE y Cuba las rige aún una «posición común» forzada en 1996 a propuesta de José María Aznar.

Mucho ha llovido desde entonces, pero la transformación social en Europa (lo mismo que en Estados Unidos) sigue siendo una asignatura pendiente. Esta misma semana hemos tenido una buena muestra de ello en el propio Parlamento Europeo, en su sede de Estrasburgo, cuando varios diputados racistas trataron de sabotear una conferencia sobre la Afrofobia organizada por nuestro grupo, GUE/NGL, y presentada y dirigida por Malin Bjork, diputada europea del partido socialista y feminista sueco e integrante de la Izquierda Verde Nórdica, al que pertenece también EH Bildu. Bjork recibió más de trescientos correos o mensajes amenazadores e insultantes por organizar la conferencia, algunos de ellos provenientes del mismo Parlamento.

Esa actitud de desprecio de la derecha y la ultraderecha se extiende también a todo lo que huela a izquierda latinoamericana, como ha quedado perfectamente patente esta semana en el debate de urgencia organizado por la derecha para atacar con toda su artillería manipuladora al Gobierno venezolano, a cuyo embajador -que la derecha española desprecia- recibimos en GUE-NGL. Imagínense cómo transcurrirá el debate sobre Cuba cuando consigamos incluirlo en el orden del día...

Al intercambio de prisioneros debe seguir el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y, por supuesto, la disminución y retirada de los obstáculos al comercio y a la economía, a los viajes... El correcto desarrollo de dichas relaciones debe ser abordado de igual a igual, desde el respeto mutuo, como reclama cada año, por ejemplo, la Asamblea General de la ONU con una resolución que, al menos hasta ahora, solo EEUU e Israel rechazaban.

(*)Diputado europeo de EH Bildu y miembro de la Delegación para las Relaciones con Estados Unidos del Parlamento Europeo