Imanol CARRILLO DONOSTIA
Elkarrizketa
Paco Alburquerque
Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales

«El cambio de ciclo electoral no debe frenar el desarrollo comarcal»

Cordobés de nacimiento, Paco Alburquerque tiene una gran experiencia en el desarrollo y gestión local como director de Naciones Unidas en América Latina y el Caribe. También colabora, como observador ajeno, con el programa Gipuzkoa Sarean para conocer parte de la realidad de Euskal Herria.

Dos días en Euskal Herria, donde ha visitado Igorre, Ordizia y Donostia, le ha resultado «poco tiempo» para conocer el trabajo que se está realizando en las distintas comarcas. Sin embargo, ha podido mostrar sus experiencias y reflexiones, y GARA ha tenido la oportunidad de escucharlas momentos antes de que partiese hacia Madrid.

¿Qué le ha traído a Euskal Herria estos días?

La Diputación de Gipuzkoa tiene un programa que se llama Gipuzkoa Sarean, al cual yo ofrezco temporalmente algún asesoramiento en lo que es el desarrollo territorial y poder ofrecer una mirada diferente a lo habitual que conocemos. Y para ello he venido.

¿Qué valoración hace de su trabajo en ese proyecto estos años?

El balance para mí es muy satisfactorio. Ya no es una fantasía del que traslada ideas. Siempre hablo como asesor, y el reto ahora será lograr acordar con otras fuerzas que se presentan a las elecciones que hay temas que son de territorios; no deben entrar en disputas partidistas. Es decir, si hay proyectos en los desarrollos comarcales, no tienen que verse interrumpidos porque haya un cambio de colores. Hay que tener esa madurez.

¿Cuál sería entonces el siguiente paso en Gipuzkoa Sarean?

Al parecer, con la inminencia de elecciones, supone un cierto impasse, cierta dificultad para decir cómo seguimos avanzando con otros actores. Suele haber una distancia de lo que es una conducción técnica de las agencias de desarrollo comarcal y de lo que es una conducción política. Se busca avanzar hacia una vinculación mayor, a una comprensión de que esos proyectos requieren compartir alguna visión. Pero la inminencia de las elecciones va a detener todo eso un poco. También va a depender de los resultados.

Yo no creo que en el futuro se pueda seguir haciendo desarrollo en el País Vasco con un modelo en el que no estén todos. Se han asentado unas bases desde abajo, con la gente, hacia un modelo más participativo. Yo he animado a que no se espere. Los proyectos que se avancen se tienen que buscar esas alianzas a nivel territorial. Lo malo de las confrontaciones preelectorales es que uno tiene que descalificar al otro. Algunos tienen mayores poderes, y a veces divulgan de que hay que trabajar con la gran empresa y las grandes cifras. Si alguien puede pensar que esto se puede producir de manera tecnocrática y hacia arriba, se equivoca rotundamente. A veces nos olvidamos de que el voto lo tenemos nosotros y, por tanto, debemos ser cada vez más conscientes de ser como una escuela de aprendizaje para aquel que está todavía más en una disputa ideológica y que no va en el terreno de las necesidades que tienen los territorios y comarcas.

¿Y estos dos días qué ha podido analizar en Euskal Herria?

Ha sido poco tiempo. Me acuerdo al inicio en la Diputación, cuando planteaba una legítima observación hacia la mitificación de la competitividad, recurso que se nos ha colado de la versión anglosajona de que parece que compitiendo uno contra otro, el que gana echa al que pierde. En latín, competere también quiere decir «aprender o hacer algo juntos» y, de hecho, para poder llegar a los mercados con posibilidad de mantener lo que produce, tienes que saber cooperar.

Tanto el empleo como el logro de la presencia productiva depende de la calidad del entorno territorial. Hace tiempo que se sabe que tierra, trabajo y capital no son solo los tres factores de producción. Es la organización territorial de la producción. La inteligencia de esa vinculación es un aspecto fundamental que se subraya en el desarrollo territorial. Y es distinto lo que veo en Gipuzkoa y en Bizkaia.

Estoy hablando con pocos elementos, pero en Gipuzkoa hay una sensibilidad o convicción mayor de que se trata de un trabajo en el que tienen que estar todos, que las alianzas son importantes. Y, sin embargo, todavía predomina en esa otra parte del País Vasco, como en Bilbao, un estilo poco inteligente.

Hay mucha inmadurez. Las disputas partidistas, son disputas de un tipo de democracia que los movimientos de indignados lo definen bien: «A veces no nos representan». Para hacer el desarrollo territorial, además hay que tener una especie de valores del tipo ético y político. Por eso yo diferencio lo que es la política, con mayúsculas, de lo que es ser partidario.

En su visita a Euskal Herria incluso ha tenido tiempo de ofrecer una conferencia en Igorre.

Fue una reunión que convocaban los responsables de las localidades de Igorre, Lemoa y Dima a todos los actores de la comarca de Arratia en un momento en el que algunas empresas se están yendo y la tasa de desempleo pasa a dar señales de alarma. Hay diversas iniciativas que están en marcha, como las de desarrollo rural, en el área de Mendikoi, y las agencias de desarrollo territorial.

Me di cuenta de que todavía hay una práctica de pensar en desarrollo desde arriba, ya sea Bilbao, Bruselas o Madrid. El trabajo que yo hago, sobre todo en América Latina, es lo contrario: trabajar con la gente e identificar sus necesidades, y poner el medio de gente y territorio. No territorio como geografía, sino como un agente.

¿Podría concretar esta idea?

Si no hay un cambio social, es muy difícil hacer un cambio tecnológico. En el País Vasco, donde llevo cinco años trabajando en ello, hay una cultura de trabajo industrial que no está en todos los sitios. Lo digo como andaluz y con conocimiento de causa. Son comarcas difíciles porque hay un tejido industrial con empresas que normalmente están vinculadas como subcontratadas por abastecimientos a empresas grandes. A eso se añaden circunstancias que hay que atender, como el desempleo.

Frente a este panorama, estamos trabajando en este programa Gipuzkoa Sarean tratando de ver si logramos poner un poco más de sentido común en un modelo de desarrollo de trabajo, participativo, de la gente. Nos falta una cierta madurez democrática. Son procesos que requieren situar eso un poco más aparte de una disputa partidaria. Evidentemente es una apuesta política y la política es necesaria. Sin embargo, hay gente que trabaja para el partido pero acaba enredando porque lo politiza en el peor sentido de la palabra.

Usted trabaja sobre todo en América Latina. ¿Qué diferencias ve entre lo de allí y Europa?

En América Latina, como el sector público es más pobre, desde el inicio las estrategias de desarrollo territorial no han estado delimitadas por una frontera político-administrativa, sino por un conjunto de cadenas o sistemas productivos locales que no se detienen en el límite de la frontera municipal. En América Latina esas agencias, de entrada, siempre fueron público-privadas, y los aportes tenían que ser de todos los sectores.

Ese rasgo hace que hoy día la experiencia latinoamericana tenga algo que aportar a la experiencia europea. Los ciclos electorales duran cuatro años, pero el ciclo de desarrollo dura mucho más. Si cambia el ciclo electoral y cambia el color político, a veces se detienen los procesos. Sin embargo, si también están el sector privado, las universidades o el acuerdo territorial de la sociedad civil, la cosa dura. Hay como una especie de empoderamiento territorial porque participan todos los actores y hace que el proyecto no sufra tanto el cambio de color.

Este tipo de reflexiones son los que me hago. Hacen falta más horas de investigación participativa. Entre todos, incluida la gente con una mirada desde fuera, tenemos que terminar construyendo una interpretación de lo que sucede.

¿Usted cree, como se está diciendo desde los gobiernos, que la crisis está llegando a su fin?

Ya se llamen PP o PSOE, representan, sobre todo, a sectores financieros. Les viene muy bien que se siga simulando la situación económica a los flecos financieros. Es cierto que hay una mayor estabilidad, pero cuando uno se mueve por el terreno, ve que aún hay mucho por mejorar. Algunos dicen que hay que cambiar el modelo productivo, pero no te dicen ni cómo ni cuál. Ahora todos vuelven a decir que hay que recuperar el crecimiento. Es una especie de farsa teatral en la que ahora toca, cuando vienen elecciones, decir que la crisis ya se pasó. Como en realidad es una exageración, al día siguiente dicen: «Todavía no llega toda la recuperación». Se ha entrado en una situación en la que te obliga a hacer una nueva revolución industrial. La crisis no es solo financiera, también es energética y productiva.

Y en el País Vasco sucede lo mismo. Aquí parece que los debates son un poco más serios. Pero en Madrid se simplifica todo y es más conservador. La mediocridad está presente en todos los niveles. Aquí me suelo encontrar con unas discusiones que se me cae el alma a los pies y pienso en volverme a América Latina. Para mí es un exilio deseado o querido, por lo menos ser útil a alguien.