Raimundo Fitero
DE REOJO

Petróleo


Escribo petróleo y no sé qué quiero decir. Porque podría decir Venezuela, Cuba, Rusia, Emiratos Árabes y decir también por inducción: petróleo. Y si el sintagma es el precio del petróleo, entramos en asuntos de matemática política intervencionista. Le preguntan a un supuesto especialista, «¿quién pone el precio del petróleo?», y la respuesta se convierte en un teorema de la incomprensión. Parece que es aleatorio, un arma de destrucción de ilusiones, una bomba de efectos retardados, un instrumento de guerra sucia económica. Quizás toda guerra económica sea sucia. Todo mercado una partida de tahúres.

La bajada del precio del barril de crudo tiene efectos demoledores en varias economías locales y con repercusiones globales. Nos desean buenas fiestas con ese supuesto acercamiento entre los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba, que tendrá consecuencias inesperadas dentro de la isla, pero sobre todo, en su zona de influencia. Las reacciones televisadas de los cubanos de dentro y de fuera forman parte del mismo espectáculo intoxicador. Digamos que sentados con los pies colgando en el malecón habanero, la noticia debe causar cierta sensación de cambio, probablemente una esperanza, pero a su vez un vértigo.

Parece claro que la bajada controlada del precio del petróleo ha afectado de manera directa a Venezuela y Rusia, entre otros muchos países productores y exportadores. Y en Rusia el problema se ha multiplicado al cruzarse con otras tensiones estructurales de su economía, lo que le ha llevado a un ajuste duro, una devaluación del rublo que ha precipitado el consumo interior de bienes y electrodomésticos principalmente. Las imágenes falsas de estanterías de supermercados desprovistas es un ejemplo más del periodismo de trinchera que se usa para crear ficciones políticas que se graban en las mentes menos exigentes. Todavía se ve a Rusia como un país comunista y es un país consumista, con sus peculiaridades. Por ejemplo, ese almacén de muebles global tiene problemas de abastecimiento porque se ha comprado todo y no importan más sofás para reponer por el cambio inestable. Hay dinero circulante; lo que no hay es ahorro. O sea, petróleo.