EDITORIALA
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«Lobo solitario» y «sociedad de ovejas»

Según informaban las agencias de prensa, un «islamista» atropelló el domingo pasado al grito de «¡Alá es grande!» y en nombre de los «niños de Palestina» a una decena de peatones en Dijon (Estado francés). Seis días antes, otro «islamista», caricaturizado como un «lobo solitario», protagonizaba un secuestro de clientes en un café de Sidney que, tras ser asaltado por la Policía, se saldó con la muerte del secuestrador y de dos clientes. El mismo día, la prensa hablaba de otro secuestro en Gante (Bélgica), que finalmente resultó ser una farsa amplificada intencionadamente para extender el temor en la sociedad. Algo similar ocurrió con el atacante de Dijon que, en realidad, era un «desequilibrado» que estaba siendo tratado en un hospital siquiátrico. Otro tanto puede decirse del atacante de Sidney: era un impostor que lo mismo se presentaba como experto en astrología, numerología y magia negra que como falso sheik chií, y que, por cierto, era muy conocido por la Policía australiana.

Hechos como los aquí expuestos son, al parecer, demasiado tentadores como para informar modestamente, contener la calma y echar agua fría sobre falsas reclamaciones de «terrorismo» que inspiran paranoia. Funcionarios y analistas especializados en la «lucha contra el terror» se abalanzan sobre ellos como si fuera un bautismo, ignorando cuidadosamente las características del pasado de los autores y destacando otras. Este tipo de información sesgada y sensacionalista, esa abstracción de lo que realmente ha ocurrido para justificar índices de audiencia y respuestas globales -y gastos- en las llamadas «guerras contra el terror», además de a un periodismo de mala calidad, está contribuyendo a una deriva peligrosa en las sociedades europeas. El islam es fuente de todo tipo de teorías conspirativas, se exhibe como una amenaza externa imaginada que pone en peligro el «alma europea y el cristianismo».

En esa atmósfera, peligrosas formas de protesta como la de los «Hooligans contra los Salafistas» en Alemania se abren paso en Europa. Atizando el miedo al «lobo solitario islamista» apuestan, como dijo Bertrand de Jouvenel, por una sociedad de ovejas gobernada por lobos.