Floren Aoiz
@elomendia
JO PUNTUA

¿Es posible salir de esta espiral infernal?

Una vez más, tras el ataque a «Charlie Hebdo», pretenden obligarnos a elegir entre «bárbaros fundamentalistas» y quienes apelan a la República Francesa como «baluarte de la civilización». Nos horrorizan las matanzas en nombre del profeta, tanto en París como en Kobane, pero no nos engañan los censores que ahora hablan de libertad de expresión ni aquellos que se escudan tras un laicismo de cartón piedra, cara amable del eurocentrismo colonial, a fin de cuentas otro peligroso fundamentalismo que comparten tanto los «civilizados» partidos tradicionales como el Front National: unos y otros pretenden salvaguardar la preponderancia de Occidente y las relaciones de poder establecidas.

A la República Francesa le chorrea la sangre derramada en diferentes épocas a lo largo y ancho del mundo, sin ir más lejos, ahora mismo en Siria y Libia. Puede que algún día descubramos que los «malvados asesinos» de París fueron entrenados por algún instructor francés y armados gracias a la contribución gala a la «lucha por la libertad» contra los «tiranos». Sea así o no, es imposible entender el fundamentalismo islamista sin prestar atención a la depredación colonial, el apoyo occidental al sionismo criminal, los graves abusos provocados por la rapiña imperialista y la ayuda indirecta y a veces directísima de los servicios secretos de diferentes países. Siempre merece la pena leer a Tariq Ali y recordar cómo los movimientos revolucionarios y de liberación nacional fueron siendo sustituidos por diferentes agentes islamistas en un proceso empujado, entre otros, por Estados Unidos.

La brutal matanza de París adquiere una dimensión más escalofriante en esta situación de crisis y destrucción de vínculos sociales fruto de la ofensiva neoliberal, en la que crecen los movimientos xenófobos, racistas y autoritarios, de la vieja extrema derecha y de nuevo cuño, que canalizan el malestar social aparentando cuestionar un sistema al que la antigua socialdemocracia y gran parte de quienes se definían como izquierda se han vendido. Si hay salida a esta espiral, deberá hallarse cambiando las coordenadas del debate y evitando que nos atrapen las lógicas imperantes, sean la liberal «lucha contra el fundamentalismo» y su Je suis Charlie, o la islamofobia pura y dura. El lugar de la izquierda europea del siglo XXI debe ser otro: ya es hora de encontrarlo.