EDITORIALA
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Un camino realista frente al fatalismo que no da alternativa

Si se está de acuerdo en que vivimos un momento histórico tanto en lo económico -por las características y dimensión de la crisis- como en lo político -especialmente por la nueva fase abierta tras el cese definitivo de la actividad armada de ETA-, también se convendrá en que este momento requiere de planteamientos nuevos, debates profundos sobre qué funciona y qué no, nuevos acuerdos en temas estratégicos. No parece que una política de business as usual, siguiendo las inercias y costumbres afianzadas en tiempos radicalmente distintos, sea lo más inteligente para este periodo. Sin embargo, en general, la oferta de la clase dirigente vasca no contiene esa profundidad ni en fondo ni en formas.

En este contexto, la propuesta para emprender una Vía Vasca hecha pública ayer por EH Bildu y EH Bai supone una aportación relevante. En términos internos, ofrece una hoja de ruta a los militantes y simpatizantes del frente amplio. Es una propuesta abierta, articulada en grandes líneas, sujeta a desarrollos, que establece diferentes plazos y fórmulas para cada área y territorio. En términos generales, es una propuesta pensada desde y para Euskal Herria, partiendo de cómo es hoy día la sociedad vasca, cómo está definida institucionalmente y cómo se puede desarrollar hacia la consecución del Estado vasco. La unilateralidad y una lectura más expansiva del derecho a decidir se enmarcan en una visión endógena, que pone al país y a sus ciudadanos como prioridad. Para todo ello es crucial acertar en la gestión democrática de la diversidad vasca.

Está claro que el principio que debería guiar esta nueva fase es el de «todos los derechos para todas las personas». Si se logra que esa máxima se asiente, se podrá derrotar políticamente a quienes mantienen esquemas de imposición. Asimismo, si el empobrecimiento general es el signo de este ciclo económico, la justicia social debería ser un objetivo común y prioritario para la sociedad civil y las instituciones. Hay que generar riqueza y hay que repartirla. La tendencia global a la dualización entre pobres y ricos, entre soberanos y dependientes, debe ser combatida con toda la fuerza posible.

La alternativa a dar estos debates, a abrirse a nuevos planteamientos, es una «nueva normalidad» que conllevará mayor subordinación y dependencia. Claro que a la izquierda abertzale le preocupa ese escenario, pero también debería temerlo todo aquel que quiera de un modo u otro al país. Supone empobrecerlo en términos netos: económica, política y culturalmente.

Frente a las excusas del manual de los tiempos pasados, hoy por hoy en Euskal Herria lo absolutamente poco realista es pensar que los estados van a llegar a acuerdos por voluntad propia y los van a cumplir, como demuestra claramente el Estatuto de Gernika. Lo inaceptable desde un punto de vista democrático es que todos los proyectos democráticos y pacíficos no puedan ser igualmente realizables. Lo injusto es que terceros puedan tomar medidas que afecten negativamente a la vida de los vascos y vascas contra su voluntad. Lo inmoral es que se justifique o asuma la violación de derechos humanos.

Procesos, eventos y acontecimientos

La propuesta de EH Bildu y EH Bai recoge valores, discursos, debates y perspectivas de las diferentes tradiciones que componen ese frente amplio en construcción. En gran medida es un avance lógico del documento que marcó el cambio estratégico de la izquierda abertzale, «Zutik Euskal Herria», que a su vez viene a desarrollar, entre otros, la Alternativa Democrática, que restableció la voluntad popular como bandera del independentismo. El realismo y la necesidad de llegar a acuerdos a través de los que aunar fuerzas han sido, entre otras, características de la práctica política de Eusko Alkartasuna. El concepto de ciudadanía, defendido y desarrollado por Aralar, es central en la Vía Vasca. La idea de proceso constituyente, sin ser nueva, comulga con la concepción política de Alternatiba. La necesidad de respetar los ritmos y culturas es una demanda histórica de los abertzales del norte del país. También recoge, renueva y profundiza en elementos de otras tradiciones, abiertamente en el caso del derecho a decidir, que primero de la mano de Juan José Ibarretxe y ahora en el proceso soberanista catalán se ha desarrollado, y que en Euskal Bidea se enriquece dotándolo de una dimensión social. Decidir, sí, decidir sobre todo.

Que no se entienda mal. Ninguna de esas ideas son patrimonio de estas familias, ni la lista es exhaustiva. Mejor leerse el documento. Precisamente, uno de los valores de la propuesta es que no parece fruto de la negociación partidaria de frases y eslóganes, sino una lectura general del momento político y una proyección de la estrategia independentista de izquierdas a largo plazo, pero con múltiples etapas en las que desarrollar y ahondar en ese proceso. Refleja bastante fielmente lo que la mayoría de la base social del frente amplio puede denominar «sentido común político».

Lentamente se impone la idea de que el proceso de liberación no se dará en un momento mágico -sea este la toma del palacio de invierno o un súbito referéndum-, y eso conlleva otras formas de trabajar. Sin tanta ansiedad, enfocando las prioridades y poniendo en valor cada aportación, tejiendo complicidades, manteniendo compromisos, siendo capaces de transmitir entusiasmo... esa labor militante es formidable, siempre lo ha sido.

En todo caso, la importancia del trabajo diario no solo tiene sentido a largo plazo. El contexto general es tan convulso, se viven tiempos tan interesantes, que hay que estar preparado ante cualquier acontecimiento que precipite las oportunidades. Grecia es un buen ejemplo.