Anjel Ordóñez
Kazetaria
JO PUNTUA

El Ipad cumple años

El Ipad cumple mañana cinco inviernos. Parece que fue ayer cuando un ya por entonces gravemente enfermo Steve Jobs (moriría casi dos años más tarde) deslumbraba al mundo en la presentación de un gadget que anunciaba una revolución en nuestra forma de relacionarnos con el universo digital. Nacía la era de las tabletas y con ella se anunciaba la muerte del ordenador en el ámbito doméstico. Cinco años, la criatura. En este tiempo, la tecnología se ha desarrollado a una velocidad vertiginosa. En marzo de 2011 veía la luz el Ipad 2, un año más tarde el Ipad 3, solo siete meses después el Ipad 4 y al otoño siguiente, el Ipad Air. Luego el Ipad mini, el Retina... Confieso que he perdido el rastro. He renunciado.

Como en la teoría de la relatividad de Albert Einstein, es obvio que en el universo tecnológico el tiempo fluye más despacio para quien viaja a la velocidad de Apple, Microsoft o Google que para quienes seguimos prefiriendo la lectura en el papel y todavía disfrutamos de «Ezekiel» en el vinilo. No se equivoquen. En mi bolsillo suena el whatsapp, me muevo en coche con el Maps y si apenas utilizo instagram o Facebook es solo porque requieren una dedicación que no puedo ni quiero permitirme.

Pero volvamos a la efeméride. Si fuera un perro, el Ipad original cumpliría casi cuarenta años humanos. Si fuera un gato, 37. Pero como hablamos de una tableta de Apple... hace tiempo que falleció. Ya no sirve. La media de edad de este especimen con algo muy cercano a la inteligencia propia no llega a los dos años humanos. La pregunta surge enseguida: ¿hasta qué punto justifica el desarrollo tecnológico -imparable, necesario- la efímera vida de unos aparatos de tan elevado coste económico? La respuesta, inmediata: hasta donde dicte la lógica productivista/consumista que rige nuestro estimado sistema capitalista. Hasta el infinito y más allá.

Y en estas de la obsolescencia programada estábamos, cuando salió Google anunciando su «Ara Project». Un proyecto en estado avanzado (se probará este año en Puerto Rico) que propone móviles construidos por módulos, de manera que se pueda sustituir aquél que se estropee o quede anticuado sin tener que comprar otro terminal. Llámenme pesimista, pero le auguro una existencia efímera. De hecho, el proyecto se parece más a las inversiones humanitarias de Google que a una verdadera apuesta comercial. Al tiempo.