Joseba VIVANCO
San José, aclamado, adelantó a los leones y el Málaga igualó cuando la victoria parecía encarrilada

Ocho minutos de felicidad

Los leones vuelven a pecar de una alarmante falta de profundidad en ataque que les impide progresar.

ATHLETIC 1

MÁLAGA 1

«¿En cuántos países se celebra el tiro de esquina con el mismo entusiasmo que un gol? Sólo en uno: Inglaterra», sostenía José Mourinho. Falso. En San Mamés también. Y ese justificado entusiasmo tiene otro nombre de santo, Mikel San José, que ayer volvió a marcar, de cabeza, a saque de esquina. San Mamés se vino arriba, porque en los segundos previos a que Susaeta pateara el balón desde el rincón, la grada de animación se lanzó con su ya habitual cántico con el navarro como protagonista. Y segundos después de su testarazo a la red y sus gafas a la grada, el estadio entero se sumó espontáneo al nuevo «¡Mikel San José, Mikel San José!», una conjura emocional no vista desde los ya lejanos tiempos del «ari, ari, ari, Toquero lehendakari».

Pero al poco, San Mamés también se vino abajo, fue justo después de que el Málaga, en una jugada de esas en que, como en un desastre aéreo, la causa es una concatenación de fallos, puso las ya inamovibles tablas en el marcador a falta de menos de un cuarto de hora para el final.

El Athletic había remado mucho para llegar a la orilla, con más músculo que habilidad, y el chapuzón en el césped pero también en el graderío fue helador. Tanto que el respetable despidió a los suyos con prisas por coger el Metro, algunos irreconciliables pitidos sin acompasar y mucha indiferencia, quizá porque los suyos le echaron ganas y kilómetros, transpiración a raudales como la que destiló Mikel Rico, pero insuficiente para generar peligro y poner en aprietos al rival. Y llueve tanto sobre mojado que hay riesgo de enuresis. De los 16 tantos de los rojiblancos esta Liga, solo 7 han llegado en jugada; de los otros, 5 en saque de esquina, 2 en remate de falta, 1 de falta directa y otro más desde los once metros. Es más, de esas 16 dianas, tan solo una, la de Iturraspe ante el Espanyol, fue tras controlar la pelota, el resto, al primer toque.

Así que no es de extrañar que en San Mamés se festeje cada jugada a balón parado como un gol. Del mismo modo que pone en evidencia la pobreza del juego ofensivo de los de Valverde, que por enésima vez pecaron de una alarmante falta de pegada.

Cuentan que el seleccionador Carlos Bilardo, tras un primer tiempo de un mundialista Argentina-Brasil y continuos pases de los suyos al rival, no dijo ni palabra en el vestuario. De vuelta al verde, ya en el túnel, fue cuando sugirió a sus jugadores, «si pueden, dentro de lo posible, traten de pasarle la pelota a los de celeste y blanco». Uno se imagina a Ernesto Valverde ayer, al descanso, silente, hasta que, ya en el túnel, susurrara un «a veces en el fútbol hay que meter gol...». Durante muchos tramos de la primera mitad su equipo había marcado registros de posesión de hasta el 77%, lo que no se tradujo en peligro hacia la meta de un siempre atento Kameni. Y es que el balón no es un fin, sino una herramienta.

Al final del choque, la tenencia del balón bajó hasta el 54% para los locales, lo que da idea de que si bien en los primeros cuarenta y cinco minutos fue el Athletic el que llevó la iniciativa, en la reanudación el fútbol fue más parejo, más equilibrado, tanto como el marcador final.

Ante un San Mamés expectante, ávido de que sus jugadores les mostraran el camino, los leones dominaban, trataban de circular la pelota, pero ninguno de sus balones a la olla encontraba rematador. Tanto es así que en un saque de banda ejecutado con rapidez por los malacitanos, los de Javi Gracia tuvieron la mejor ocasión de gol, que no lo fue por el acierto de Iraizoz. No fue hasta el minuto 24 cuando la pólvora bilbaina dio señales de vida con un cabezazo forzado de Rico que sacó con apuros Kameni. Parecidos a los que se topó cuando un balón rebotado previo saque de esquina lo sacó en la misma escuadra. Esos dos ¡uys! y un remate de Aduriz que se le fue fuera del marco, resultaron todo el arsenal rojiblanco, que malgastó córners, un par de buenos centros laterales de Mikel Rico e Ibai a los que nadie llegó, o malgastó privilegiadas ocasiones con un mal centro, como el que apuntilló al filo del descanso el flojo partido de Iraola.

Gol número 100 en San Mamés

El segundo tiempo trajo de vestuarios un Málaga que vista la escasa capacidad ofensiva local, decidió intentar algo más, lo justito, por si caía algo. Dos ocasiones aisladas y seguidas de Aduriz, que paró sin problemas Kameni, y un chut lejano de De Marcos, fueron el precedente del balón cruzado que mandó fuera por poco Horta. El juego no tan reservón por ambas partes dejó espacios, Valverde aprovechó para meter a Unai López y Viguera, un intermitente Ibai se fue al banco, De Marcos pasó al lateral y el cachorro, en la media punta, le aportó al equipo ese juego interior que tanto se echa de menos.

Y tuvo que ser él. Decía Alan Hansen, un legendario defensa del Liverpool, que nunca disputaba los balones aéreos. «Se sabe que cada vez que cabeceas el balón se pierden ciento cincuenta neuronas. Así que mandaba a Mark Lawrenson a hacer ese trabajo. Siempre conviene delegar. Es la prerrogativa de los capitanes». Mikel San José no es capitán, ni tiene prerrogativa alguna, pero sí un idilio con el gol a balón parado. Ayer, mientras el córner de animación aún coreaba su nombre, llegando desde atrás la cabeceó a la red. Ari, ari, ari... Mikel lehendakari. Debía ser el epílogo perfecto a un partido laborioso pero poco brillante, pero sobre todo a un victoria tan necesaria como el comer. Y ni por esas está este Athletic.

Es más, el Málaga fue hasta mejor de ahí al final, quizá porque el tocar el triunfo con los dedos atenazó a los rojiblancos, a lo mejor tan solo porque tras una pérdida de balón en la medular, una deficiente salida a apretar al rival y una acción defensiva en falso de Laporte, el esférico acabó en el lateral del área y Torres -cuya última asistencia fue a Güiza en marzo de 2011- la telegrafió de tal manera, rasa en las narices de Iraizoz, que Javi Guerra solo la tuvo que empujar en el segundo palo y hacer el gol número 100 del nuevo San Mamés. El Málaga solo debió apretar un poco para que el endeble castillo bilbaino se viniera abajo, y con él los únicos ocho minutos de felicidad de la parroquia rojiblanca desde hacía mucho tiempo.

De ahí al final, el Athletic siguió a lo suyo, bombardeando el área malacitana pero sin acierto. Siete jornadas seguidas sin conocer la victoria y el récord de los rojiblanco está en 11. Ya no basta con correr y defender. En cuatro días llega la vuelta copera y, como les arengó Javi Gracia a los suyos en vestuarios, «con este resultado pasamos». ¡Ay!