Gloria LATASA
gloriameteo@hotmail.com
AZKEN PUNTUA

Estalactitas de hielo

Un paseo por el diccionario de euskera me sorprende con palabras como: (izotz-) burruntzi, izotz-kandela, kandalu, ziztor, karronkadela. Sigo paseando, en esta ocasión por el libro «200 Estampas de la temperie» de J.M. Viñas, y me encuentro con expresiones como: «chapitel», «chipilete», «pinganil», «candelizo», «candela», «candeleta», «candelón», «calambrizo», «rencello», «chupón» o «chupador», «cangalitu» o «cirriu», «churro» (variante de «chuzo»), «calamoco»... Y todas ellas se refieren a lo que conocemos como carámbanos o estalactitas de hielo.

Los carámbanos suelen aparecer durante el invierno en los aleros de los tejados, en caídas de agua próximas a arroyos, en cascadas en proceso de congelación... En los aleros, por ejemplo, aparecen tras la llegada a los mismos de pequeños hilillos de agua que fluyen bajo el manto blanco. Las gotas, procedentes de la fusión parcial de la nieve (durante el día debido a la energía solar, y durante la noche, gracias a una costra de hielo protectora), caen y se congelan al contacto con un aire muy frío.

Estas estalactitas de hielo son habitualmente transparentes. Sin embargo, si volviera a nevar después de que se hayan formado, podríamos llegar a verlas «blanqueadas». Su aspecto de zanahoria, de tacón de aguja... nos recuerda a las otras estalactitas, a las que podemos ver en el interior de las cuevas. En cuanto a su tamaño, se puede alargar mucho si, en condiciones de estabilidad y temperaturas muy bajas, la fusión de la nieve se produce lentamente. En este caso, los carámbanos podrían aparecer en cualquier lugar en el que fluya agua.

Además de compartir el aspecto, las estalactitas rocosas y las acuosas comparten otra curiosa cualidad. Y es que ambas (con procesos de naturaleza diferente) siguen una fórmula matemática idéntica, capaz de predecir su formación, según descubrieron científicos de Arizona en el año 2005. Lo que no comparten es el peligro que representan, mayor en el caso de los carámbanos. Un aumento de las temperaturas -especialmente con cielos azules y sol- aumenta el riesgo de caída, con el consiguiente peligro para quienes estén debajo.