Alberto PRADILLA
Manifestación en Madrid

Podemos saca al Quijote y la «patria» para «ganar las elecciones al PP»

Pablo iglesias, secretario general de Podemos, instó a «cumplir sus sueños» a una multitud concentrada en Madrid. El objetivo: arrebatar Moncloa a Mariano Rajoy en los comicios previstos para finales de este mismo año. El primer gran baño de masas de la formación, apenas doce meses después de crearse, cumplió expectativas y situó al joven partido en la carrera por la presidencia española.

«No permitiremos que los traidores conviertan al Quijote en una marca, el derecho de la gente a sonreír no se vende, la soberanía no se vende, nuestra patria no es una marca, nuestra patria no se vende». Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, se erigió como ingenioso hidalgo y convirtió al personaje de Cervantes en metáfora de su asalto al poder en el Estado. Frente a la España del Lazarillo de Tormes, de la picaresca convertida en saqueo a gran escala, el líder de la formación emergente apeló a la tarea «quijotesca» de «ganar las elecciones al PP». «Soñamos, pero nos tomamos muy en serio nuestros sueños», clamó. Ante un público entregado, con la puerta del Sol a rebosar y entre gritos de «presidente», Iglesias dio inicio a un ciclo electoral clave. Dejó claro que el objetivo es alcanzar la Moncloa y que Podemos es, a día de hoy, la única fuerza española capaz de sacar a la calle a una muchedumbre entregada. La marcha tuvo mucho de mitin preelectoral. También de autorreafirmación. De sacar pecho.

«Vamos a ganar las elecciones al PP», vaticinó Iglesias nada más arrancar, ganándose una de las innumerables ovaciones. Sin mencionar al actual presidente español, Mariano Rajoy, y condenando a la irrelevancia al PSOE de Pedro Sánchez (ni una palabra para el errático líder que lidiaba en Valencia con la ausencia de Susana Díaz), el jefe de Podemos se colocaba en medio de la pugna por la presidencia española. Un lugar en el que, por otro lado, se encuentra por méritos propios, ya que las últimas encuestas lo ubicaban como partido más votado. La intervención de ayer le sirvió para presentar sus credenciales. Tomó impulso apoyándose en la reciente victoria de Alexis Tsipras en Grecia («un gobierno responsable»), realizó un breve diagnóstico centrado en un sistema corrupto («la corrupción no es solo el sinvergüenza que mete la mano en la caja, sino que el 1% acumule las riquezas del 70% de los ciudadanos») y enumeró recetas genéricas sobre modelo energético, reforma laboral o soberanía alimentaria. Apenas brochazos, pero es lo que toca en el medio mitinero.

Puede que Podemos reitere que no es de izquierdas ni de derechas. Pero la afluencia de banderas republicanas en medio del mar morado del partido deja claro cuáles son sus fuentes. Ayer, Iglesias trazó una línea temporal entre el levantamiento de mayo de 1808, la II República, la lucha antifranquista y el 15M. Aunque también es cierto que, a la hora de construir mitología que aglutine, Iglesias optó por reforzar la idea de «país» o «patria», términos mil veces repetidos.

En Madrid, con gente llegada de todo el Estado, no era necesario entrar al debate sobre el derecho a decidir o las naciones sin Estado. Quienes «rompen España» son aquellos que la dividen «entre los de arriba y los de abajo» y la «patria», «dicha con orgullo», es aquella que «respeta las diversidad nacional», entre otras muchas virtudes, todas ellas exclusivamente ligadas a los derechos sociales. «La patria no es un pin que se lleva en la solapa, no es una pulsera», insistió Iglesias.

Antes que el secretario general, que cerró su intervención con un «¡podemos soñar, podemos ganar!», habían desfilado por el escenario los principales líderes de la formación. Entre ellos, Luis Alegre (en campaña por Claro que Podemos! a la secretaría general de Madrid), Carolina Bescansa, Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón. Este último dio dos claves que tienen que ver con la composición de la marcha. La primera, que no se pretendía pedir nada, sino constatar que 2015 es el año del cambio. La segunda, que no se miraba a quién se había apoyado en el pasado sino «qué construiremos en el futuro». No parece que hiciese referencia explícita a Carmen Lomana, la «celebritie» de alta alcurnia presente en el acto, sino a la heterogénea procedencia política del respetable. Véase, Beatriz Talegón.

Era el caso de Atilano Castellón, un manifestante que aseguraba haber votado al PP en Móstoles, su localidad natal, pero que insistía en que confiaba en Podemos para «regenerar la política». Antiguo elector del PSOE era Ángel Luis Muñoz, que consideraba que se había terminado el tiempo de Ferraz y Génova y abogaba por medidas de «transparencia», una reforma institucional y la garantía de educación y la sanidad púbicas. Es curioso cuánta gente ponía la circunscripción única como prioridad anticrisis. En Sol, y con pegatinas de Izquiera Unida en la solapa, un grupo de votantes del partido de Cayo Lara abogaban por la confluencia. «Hay que unirse», aseguraban.

Con las notas del «Todo cambia» de Mercedes Sosa como fin de fiesta, Podemos daba comienzo a la larga marcha hacia Moncloa. Por delante, elecciones internas, comicios andaluces, municipales, autonómicos y forales, urnas catalanas y, por fin, el asalto a la sede del Gobierno. Un año clave.