Alejandro Nadal
LA JORNADA, 2015/2/25
HEMEROTEKA

Syriza y los acreedores: un nuevo lenguaje en Europa

(...) Atentos al peligro antes de que tome forma, dice el clásico texto. Pero con el enemigo apuntando una pistola a la cabeza, es difícil pensar que el peligro todavía no llega. Y Syriza se encontró en una situación análoga. Era claro que lo urgente era generar un nuevo lenguaje. (...)

Los acreedores calcularon que Syriza no estaba preparado para llevar a cabo una salida ordenada del euro. Ese cálculo es acertado. Syriza no tiene la intención de salir del euro por varias razones, pero quizás la más importante es que no fue elegido para abandonar la moneda común europea. Por eso se equivocan quienes afirman que Syriza llegó débil a las negociaciones por haber desechado de entrada la amenaza de abandonar el euro. (...)

En un contexto de guerra económica, dicha planeación es equivalente a mostrar al enemigo todas las cartas. Y el enemigo no va a cooperar con Atenas si se llega a escoger esa opción, el Grexit. No hay que perder eso de vista, los acreedores que quieren someter a los pueblos de Europa harán todo lo que puedan para que abandonar el euro conlleve un costo terrible para Grecia. (...)

Syriza fue elegido para salir de la austeridad y llevar a cabo las reformas que de verdad necesita la economía en Grecia para bienestar del pueblo. La lista completa de propuestas que Atenas presentó a la Unión Europea y al eurogrupo incluye algunas de estas reformas y aplaza otras. Las más importantes tienen que ver con el nivel del superávit fiscal, el esquema de privatizaciones y la mal llamada reforma laboral. (...)

(...) Como señala Frances Coppola (www.pieria.co.uk), la gran diferencia entre la posición de Syriza y la del eurogrupo se reduce a unas cuantas palabras: prolongar el «programa actual» versus llegar a un «nuevo acuerdo». El «programa actual» es un desastre, pero en lugar de reconocerlo, el eurogrupo y los halcones de la austeridad intentaron por todos los medios que el nuevo gobierno en Atenas aceptara continuarlo. En ese terreno fundamental, fracasaron.

Las negociaciones en el futuro cercano tendrán que especificar los contornos del «nuevo arreglo». Claro, este tipo de acuerdos conlleva el peligro de permitir errores de cálculo, algo que puede desembocar en conflictos más intensos. Pero también abre espacios para que un nuevo lenguaje permita una deliberación constructiva, con resultados más favorables para el futuro de los pueblos de Europa, atentos todos mientras el caos todavía no adquiere forma.