Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

«Gasear la iglesia. Cambio»

La «modélica» transición jamás exigió responsabilidades políticas por los crímenes fascistas; jamás se depuraron los aparatos represivos del Estado ni a sus torturadores, al revés, se les ascendió en «democracia»

Así se escuchó desde la emisora policial la orden que provocó la matanza del 3 de marzo de 1976 en Vitoria de la que hoy se cumplen 39 años. Era la iglesia de San Francisco de Asís en el barrio obrero de Zaramaga, donde había una asamblea para informar de los acontecimientos de la huelga que ya llevaba dos meses y aquello -demanda de subida de salarios- empezaba a tomar visos «políticos» y cuasirrevolucionarios. Algo que recién muerto el Caudillo -«pesado esputo que la sangre no borra», verso de Neruda- no se podía consentir, había que dar una lección a la clase obrera: «si desalojan por las buenas, vale; si no, a palo limpio. Sacarlos como sea», se escucha antes del «gasear la Iglesia». Resultado: cinco obreros asesinados y más de cien heridos. La justicia militar (?) reconoció que se trataba de «homicidios» (un grado menor al de asesinato), pero no encontró culpables. Caso archivado. Que para eso ganamos la guerra. Y tiene que ser una juez argentina, María Servini, quien solicite la extradición del exministro Martín Villa por los «sucesos de Vitoria». Otra que no sabe quién ganó la guerra.

Casi 40 años desde esa demostración de genuino terrorismo de Estado como fue el tiroteo indiscriminado sobre la multitud para infundir miedo y pánico, que eso es el terrorismo. «La calle es mía», dijo Fraga. Sabía lo que decía este fascista.

La «modélica» transición jamás exigió responsabilidades por los crímenes fascistas; jamás se depuraron los aparatos represivos del Estado ni a sus torturadores, al revés, se les ascendió en «democracia». Una transición sin ruptura democrática que costó la muerte de 600 antifascistas que no gozan de vampíricas «asociaciones de víctimas del terrorismo» y en la que los partidos políticos tuvieron que pasar por lo que entonces se conocía como «ventanilla» -una especie de Ley de Partidos- para ser «legalizados», cosa que los fascistas recauchutados en «demócratas» no tuvieron que hacer. No eran los fascistas sino los demócratas quienes tenían que pasar por ventanilla para demostrar que eran «demócratas». Dirán que exagero, pero ¡tócate los cojones!

«Asesinos de razones y de vidas/ nunca tengáis reposo a lo largo de vuestros días/ y que en la muerte os persigan nuestras memorias» (Lluis Llach. «Campanades a morts», escrita la misma noche de la masacre).