Oihane LARRETXEA

Los cambios en el aula, espejo de la historia

Los pupitres de madera, con su tintero, y el retrato de Franco contrastan con la claridad del aula contigua, donde la luz es diferente y los colores más alegres, en consonancia con la edad de los niños y niñas que en ella estudian. Esta es una parte del contenido que alberga, en Donostia, el museo de la Educación impulsado por un grupo de la UPV-EHU especializado en la materia.

La educación es un patrimonio histórico. Partiendo de esta premisa, Garaian, el grupo de la UPV-EHU de Estudios Históricos y Comparados en Educación, tiene como objetivo crear un museo de la Educación. La instalación prototipo ya está ubicada en la Villa Asunción del Alto de Miracruz -justo al lado del restaurante Arzak-, un espacio que les fue cedido en 2012 por la universidad pública para que desarrollasen ahí el proyecto. A diferencia de muchos países europeos, incluso de algunas comunidades autonómicas del Estado español, Hego Euskal Herria carece de un proyecto semejante. A su juicio, este es un aspecto que hay que atender, ya que consideran que el transcurso de nuestra historia más cercana y cotidiana se puede explicar a través de una muestra que refleje el desarrollo del sistema educativo.

La visita comienza en una aula más bien oscura con pupitres de madera. Junto a la pizarra cuelga un retrato de Franco y un crucifijo. La instalación nos lleva a la dictadura, cuando el régimen ya se había colado en las escuelas para adoctrinar a niñas y niños. Vemos numerosos objetos; ha sido difícil encontrar algunos, como la bandeja para colocar unos ochos tinteros para que el maestro los repartiera de mesa en mesa.

La búsqueda de material ha sido, precisamente, una de las tareas que más tiempo les ha llevado. Los integrantes de este grupo llevan dos años localizando, no solo en Euskal Herria, también en el Estado español e incluso a través de Internet, objetos que reflejen cada época concreta de la educación. Tampoco faltan los pequeños braseros con los que los alumnos se calentaban los pies o los paquetes de tabaco Rex que fumaba el profesor en clase.

Apenas una finas cortinas separan esta época oscura de otra aula más alegre. Solo la luz que hay en ella ya trasmite que son otros tiempos. Llegan los años 70 y 80. Las ikastolas ya están en marcha y hay publicaciones infantiles en euskara. La sorpresa es mayúscula al comprobar que ya en 1965 «Zeruko Argia» publicaba «Txorizo eta txistorra» y «Patxi eta Peru» o, lo que es lo mismo, las versiones traducidas de «Mortadelo y Filemón» y «Zipi y Zape». Este apartado pretenden ampliarlo con la incorporación de fotografías y uniformes de los diferentes centros escolares y otros materiales.

La escuela, el país y la metodología

Dejando atrás estas dos aulas, al otro lado del pasillo, el relato sigue con la II República y las medidas que tomó el Gobierno Vasco en su efímera existencia de ocho meses. Entre otras acciones, la evacuación en 1937 de 4.000 niños y niñas desde el puerto de Santurtzi hacia Southampton, para posteriormente ser reubicados en colonias de Gales, Escocia e Inglaterra. Algunos permanecieron allí durante tres años y regresaron al terminar la guerra; otros no lo hicieron nunca. Garaian recibirá en donación dos cuadros pintados por uno de aquellos niños de la guerra que servirán para mostrar el trabajo que realizaron tan lejos de sus hogares.

Durante aquellos ocho meses también germinó la semilla de la primera universidad pública de Hego Euskal Herria, ofreciendo estudios de Enfermería y Medicina, en cuya primera promoción, recogida en un panel, consta el nombre de Santi Brouard en la especialidad de Pediatría.

Pero si hay una documentación que cuenta de primera mano lo vivido en las aulas, según cada época, es la que componen los cuadernos de alumnos aquí expuestos. «No seríamos dignos de nuestros antepasados si sobre todos los amores no colocásemos al santo amor de la Patria y si no estuviésemos dispuestos a dar por ella la última gota de nuestra sangre». Es uno de los significativos extractos que se pueden leer en los cuadernos de ejercicios; este data de 1938.

Otros pasillos llevan al visitante a tiempos más cercanos, aunque aún claramente diferentes al actual, con diverso material científico y mapas políticos del mundo.

Apelan a las instituciones para crear un museo de la educación

Desde Garaian, los cuatro miembros que acompañan a GARA en la visita hacen un llamamiento a las instituciones públicas para que se impliquen en la creación de un museo de la Educación. Aunque esta instalación está ubicada en Villa Asunción, su aspiración es un lugar más abierto y accesible a la ciudadanía. «Tenemos la investigación, la docencia, pero nos falta la socialización de todo ello», indica Pauli Dávila, el director del grupo. Además, consideran que lo importante no es almacenar material, sino divulgar su significado. Una buena opción sería ubicarlo en una casa de cultura. En Países Bajos, por ejemplo, han abierto un museo de la Educación en el interior de un centro comercial, aprovechando que es un lugar siempre repleto de gente. O.L.