Beñat ZALDUA DONOSTIA
Elkarrizketa
DENIS MERKLEN
INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD DE LA SORBONA

«Debe haber mayor comunicación entre entidades de barrio y sindicatos»

Nacido en Uruguay, educado en Argentina y con una larga carrera en universidades francesas, Denis Merklen (Montevideo, 1966) es una referencia en el estudio de las clases sociales y populares. Esta semana participó en las jornadas «[Bir]pentsatzen», organizadas por Ipar Hegoa sobre el futuro del sindicalismo.

En el marco de las jornadas sobre el futuro del sindicalismo organizadas por la Fundación Ipar Hegoa, el investigador Denis Merklen ha sido el encargado de abordar la evolución de la estructura social y las redes vecinales de solidaridad.

El jueves habló de que se está llegando a culpar al parado de su situación. ¿Cómo lo han conseguido?

Hace ya siglos que en Europa se estableció una divisón muy importante entre el inválido, que está incapacitado para trabajar, y el que está capacitado. A quien es inválido, la sociedad acepta mantenerlo sin que trabaje. El problema viene con aquellos que, estando en condiciones de trabajar, son invalidados por la coyuntura económica. Tenemos formas de protección social para los parados, pero siempre pesa sobre esas personas la sospecha de que están viviendo a costa de los demás de forma indebida. Esto viene de aquella división fundamental entre inválidos y capacitados para trabajar. Y de ahí viene también, por ejemplo, que le demos dinero a un cojo que pide y nos enfademos si luego descubrimos que no es cojo, aunque necesite igualmente el dinero. De ahí también que los mendigos muestren todo lo que puedan sus lastimaduras, cicatrices, etc.

Habló también de la diferencia entre las políticas de individuación aplicadas hoy en día y las políticas sociales que dieron pie al individualismo a mediados del siglo XX. ¿Cuál es la diferencia?

El siglo XX se caracteriza por una gran cantidad de regulaciones sociales muy importantes, como la limitación de la jornada de trabajo, las vacaciones, liberar a la infancia y a la vejez del trabajo, etc. Eso tuvo un enorme efecto liberador sobre los individuos, a los que se hizo menos dependientes. Pero esas políticas sociales no apuntaban al individuo, sino a lo social, a lo estructural. Ahora parece que le hemos dado la vuelta al tema y aplicamos políticas de individuo hacia las personas, a las que se busca apoyos, sostenes, etc. Es un arma de doble filo, porque haciendo eso se descuida el frente de las regulaciones de la vida social y de las regulaciones colectivas, por lo que se expone todavía más a las personas a toda clase de riesgos.

¿Y de rebote agrava la estigmatización del parado?

También. En vez de regular el mercado de trabajo para que haya menos riesgo de desempleo, se actúa sobre el parado, intentando que encuentre un nuevo trabajo. Pero la frecuencia con la que se llega a situaciones de desempleo es mucho mayor y desborda la posibilidad dar respuestas individualizadas a todos.

Fue Tatcher quien dijo que la sociedad no existía, que solo existían los individuos. ¿Le vamos a tener que dar la razón?

Afortunadamente no, pero indicó con toda claridad una dirección política vigente. El problema de este tipo de convicciones no es solamente que definen una ideología política, sino que se encuentra con una demanda social difusa. A los individuos, hoy en día, nos cuesta muchísimo aceptar los limites sociales que imponen las regulaciones sociales. Es una situación compleja, porque toca decidir qué regulaciones sociales aceptamos y cuáles no.

Hoy ha propuesto los barrios como uno de los espacios preferentes a la hora de recuperar lazos comunitarios y repolitizar la vida social. ¿Por qué?

Hay una cantidad de problemas barriales cuya solución está en manos de instituciones públicas, lo que eleva el conflicto a un nivel político. Se trata de un fenómeno que a su vez desemboca en un proceso de politización en el que se hace visible la degradación y precarización de muchos ámbitos de la vida. Como consecuencia, los barrios se han convertido no solo en espacios de lucha para mejorar el habitat o satisfacer algunas demandas concretas, sino que se han convertido en verdaderos espacios donde poder pensar la ciudadanía.

Hoy se ha hablado de la necesidad de que los sindicatos conecten con luchas sociales y salgan de los centros de trabajo para buscar a los precarios. ¿El barrio es un buen lugar para ello?

Muchas veces, dentro de una comunidad, de una familia, hay un trabajador estable, un precario y un parado. No se van a encontrar nunca en el mundo del trabajo, pero sí en el barrio. Eso tiene mucho potencial. También en cuanto al descubrimiento de diversas formas de precariedad más allá de los lugares de trabajo, como es la precariedad urbana, la precariedad educativa, la ligada a la condición de extranjero, etc. Es deseable que haya mayores espacios de comunicación entre las organizaciones barriales y las organizaciones sindicales. Es un reto abierto cómo conseguir que los barrios se puedan transformar en espacios de construcción colectiva y que, al mismo tiempo, no queden totalmente divorciados de los problemas en los centros de trabajo.