Lidia Falcón

A Antonio Álvarez-Solís sobre el internacionalismo proletario

Querido amigo: Tengo que decirte en primer lugar que enterarme de que me diriges a mí tu carta, siendo tantos los firmantes, me ha llenado de alegría y de orgullo por seguir estando entre tus afectos y por mantener viva la memoria de tanta vida como hemos vivido juntos. Y tantas luchas, con el riesgo de persecuciones sin cuento, por cambiar al menos este país y lograr que los trabajadores, las mujeres, los jubilados, los jóvenes, los niños, los sin tierra y los sin techo, alcancen el trocito de la riqueza y de la felicidad que les corresponde. Objetivo por el que me he dejado la piel, y los tendones, desde mi juventud, y que no he olvidado, ni cambiado, ni chalaneado desde entonces. Por ello, y atendiendo las máximas de Marx y Engels que tú citas, y también las de Rosa Luxemburgo, no entiendo que se considere una estrategia de la izquierda defender la independencia de Cataluña.

Creo que no es discutible que Mas –y no digamos Pujol– y Rajoy representan a la misma burguesía que en Madrid o en Barcelona se ha dedicado durante dos siglos a explotar a los trabajadores, catalanes o españoles, españoles o extranjeros, ya que la ley del capital es extraer la mayor plusvalía de la fuerza de trabajo.


Esos discretos catalanes convergentes, como con cierta admiración te refieres a ellos, han esquilmado a su pueblo y a todos los trabajadores que acudieron y acuden a Cataluña para dejarse exprimir a cambio de calmar el hambre, desde que gobiernan. Y antes, porque los apellidos se repiten interminablemente, querido Antonio, desde el siglo XIX, en que inventaron el nacionalismo y la Renaxenxa para pedirle más ventajas aduaneras al Gobierno de España. Y en cuanto comenzó la era Pujol han robado, estafado y apropiado indebidamente los fondos del Estado –sería bueno recordar la quiebra de Banca Catalana– sin ningún pudor, sino con arrogancia, como se atrevió a replicar  el «honorable President» en el Parlament de Cataluña, abroncando a los que le preguntaban.


Que a ti te den menos alergia que los Rajoy lo entiendo porque ves en este «las águilas imperiales» y las proclamas falangistas, pero los burgueses catalanes son menos ideológicos y más pragmáticos, y no hay que olvidar que acudieron a Burgos a pactar con Franco en cuanto vieron que con él podían hacer negocios. Que no te engañen los modales discretos –aunque ahora Mas ha entrado en éxtasis y lanza mítines en cada rueda de prensa– y lo que ellos llaman pacte, porque solo quieren pactar cuando logran lo que quieren.


Si hoy el President de la Generalitat ha iniciado esa estrategia de agitar a las masas por la independencia prometiéndoles dinero y felicidad, no es más que por ocultar el pantano sin fondo de la corrupción que ha asolado Cataluña durante los últimos treinta y cinco años de supuesta democracia, y como eficaz engaño para desmovilizar a los ciudadanos que comenzaban a protestar ante la miseria que se va generalizando por la extracción de los fondos sociales en beneficio del capital. Esta estrategia es además infame porque achaca a «España» el delito de robarles a los catalanes, sin que se sepa si esa «España» es la de los campesinos de Murcia, la de los obreros de Castilla La Mancha o la de los jubilados de Extremadura. Son conocidas las afirmaciones de Heribert Barrera, de Pujol, de Marta Ferrusola y de Durán i Lleida acusando a los andaluces de vagos y borrachines que se gastan el dinero de los catalanes en el PER que se les concede.


Me parece imposible que la izquierda, y sobre todo la comunista cuya enseña es «Proletarios del Mundo, uníos» desde que Flora Tristán la proclamara y Marx y Engels la hicieran suya y del Movimiento Obrero internacional, se manifieste hoy por la independencia de Cataluña. Y este análisis no es nostálgico, ni envejecido ni acartonado ni mecánico, ni yo ni Paco Frutos andamos tocando el piano ni la flauta, como me acusas, porque tú mismo reconoces que las fuerzas económicas están tan potentes y presentes en la explotación de los trabajadores de todas las clases y nacionalidades como hace un siglo, cuando Lenin escribió «El imperialismo fase superior del capitalismo». Y debemos tener presente, tristemente, el destrozo que han causado en Yugoeslavia las fuerzas de la reacción, mientras Alemania se reunificaba para hacer más grande al capital financiero y productivo alemán, y acabar con el único país socialista que quedaba.
Precisamente porque el capital, esa Internacional supercapitalista que tú llamas, siempre se une y coaliga y trabaja conjuntamente, nosotros, los de la guerrilla hambrienta que solo tiene arco y flechas, debemos inexcusablemente unirnos contra ellos y no someternos a sus chantajes. Nuestra fuerza precisamente consiste en que comprendamos que solo los trabajadores unidos, los de Cataluña y los de León y los de Andalucía, contra el capital, tendremos alguna posibilidad de ganar esta interminable guerra contra los explotadores. Metiéndonos debajo de las sotanas y los chaqués de los convergentes y dándoles abrazos y apoyando sus delirantes proyectos únicamente trabajamos en su beneficio. Como decía Marx, «el nacionalismo es un invento de la burguesía para dividir a la clase obrera». Y en esa estrategia no podemos caer los de izquierda. Yo me ratifico en la afirmación de la CNT que decía que «la única patria de los trabajadores es el sindicato».


Lo de cambiar el lenguaje lo conozco bien. Recuerdo cómo lo comentábamos Carlos París y yo sobre los nuevos términos que desprecian las veteranas categorías marxistas. Ya no existen clases ni lucha de clases ni proletariado ni capital ni plus valía ni explotación. Ya estamos en la globalización y en una sociedad dual, donde es una casualidad que unos sean pobres y otros ricos, o más bien tal condición deriva de la incapacidad de los pobres, por su torpeza y estupidez, para conseguir la riqueza. Como tampoco existimos las mujeres, ahora somos género, y ya no hay que defender el feminismo sino la teoría queer, y el Movimiento Feminista se ha convertido en ONG. Esa hábil estrategia del enemigo que ha cambiado el lenguaje para que ya no le identifiquemos como tal. La modernez del lenguaje no puede encubrir lo viejo de la secular explotación que padecemos todos los días con una inmediatez evidente.


¡Qué pena que los catalanes y los vascos pidan la independencia procurando quedarse con sus mejores beneficios y compartir lo menos posible con los pobres y atrasados españoles! ¡Y qué casualidad que los que claman por sus libertades supuestamente reprimidas sean los más ricos y avanzados de España! Con la queja repetida de que «España nos roba» lo que quieren es no repartir. Es plantearse la independencia de los ricos, que queremos que paguen impuestos para darles a los pobres algo más de bienestar. Cuestión esta, la de no pagar impuestos, que siempre pretende la patronal.


Y suponer que Artur Mas, triunfante presidente en una Cataluña independiente, va a convertirse en un benefactor del pueblo catalán, es fantasear más allá del país de Nunca Jamás. ¿De dónde sacas que no dependerá de Bruselas, que es lo que anhela y reclama todos los días, del Fondo, del Banco Mundial, de la OTAN y de todas las instancias de poder que ha inventado el capital internacional para oprimir a los pueblos? ¿Has observado lo que está pasando en Ucrania? ¿Qué ha sucedido en Kosovo? ¿De dónde crees que el pueblo catalán va a ser más independiente, más socialista y más rebelde al imperialismo que el español? ¿O es que, como presumen todos los días, los catalanes son más listos que los españoles? No te engañes, Antonio, Artur y sus caballeros pertenecen a una de las mafias fascistas que tanto te indignan, aunque hablen catalán.


Para concluir, quiero decirte que lo que desearía más que nada es que esta conversación tan atípica, hecha pública en un periódico diario, nos uniera más que nunca en un debate interesantísimo en el que los dos nos enriqueciéramos y nos amáramos más que antes.


Con todo mi cariño.

Bilatu