Kiko Moraiz
Economista

Algunas claves para entender el proceso de negociación del Brexit

Desde la mañana del 24 de junio hasta el día de hoy hemos especulado mucho sobre el Brexit. Después de nueves meses de gestación, Theresa May ha invocado el artículo 50, acta de nacimiento de un proceso que será corto para lograr un acuerdo estable con la Unión Europea (UE) y por lo tanto será intenso.

Hasta que no comiencen las negociaciones, no vamos a saber cuál es la estrategia de May. La falta de claridad ha sido la norma durante estos nueve meses. May se la juega; y cuando se juega no se enseñan las cartas. Hasta ahora solo ha echado un órdago, cuando afirmó en la conferencia del Partido Conservador, «Brexit significa Brexit». Pero, ¿es el «Hard Brexit» una posición de salida a unas negociaciones que se prevén duras o uno de los posibles destinos?

No creo que se puede responder a esta pregunta todavía, pero hay una serie de claves que nos pueden ayudar a ir descifrando las noticias según nos vayan llegando. Y en principio, a pesar de la mucha publicidad que se ha llevado el «Hard Brexit», la poca información de la que disponemos nos lleva a pensar que es simplemente un farol.

Políticamente el Brexit se podría explicar como una respuesta al accenso del populismo. Es posible que el partido conservador se haya movido hacia el «Hard Brexit» para anular esta tendencia dejando fuera de juego al UK Independence Party y al Partido Laborista. Pero este movimiento es más complejo. La característica ideológica de los conservadores es el neoliberalismo. La fracción más dura de los Tories siempre ha criticado las propuestas de la UE que regulan las actividades empresariales. Esto incluye no solo los capítulos sobre migración de la legislación laboral sino el resto de derechos laborales, derechos sociales e incluso proponen la abolición de la Comisión Europea de Derechos Humanos. Es posible que May se vea presionada por este sector que ve en el Brexit una oportunidad para redefinir el papel del estado en las relaciones económicas. Este punto da cierta credibilidad al «Hard Brexit».

Un factor que da credibilidad al «Hard Brexit» es el optimismo económico que domina a sus defensores. Las metodologías tradicionales de predicción económica basadas en la evolución de indicadores económicos (productividad, balanza de pagos, movimientos de activos financieros, etc.) pronostican un impacto significativo y mantenido a largo plazo. Sin embargo, los pronósticos a corto plazo no se han cumplido y ha hecho poner en duda si realmente habrá impacto a largo plazo. Además, los expertos no están de moda y los políticos no tienen problema en rechazar la visión de los expertos dada la poca credibilidad que tienen en este momento.

La antítesis la representan los gurús del optimismo. Aquellos que predican las nuevas oportunidades del Brexit a los cuatro vientos. Estas nuevas oportunidades se basan en la creencia de que el mundo se mueve inexorablemente hacia el libre comercio y que las nuevas oportunidades para el comercio se darán en economías emergentes. Los optimistas creen que con el Brexit se removerán las restricciones burocráticas que impiden la inversión, la innovación y el rejuvenecimiento de la industria británica.

El crecimiento del producto interior y el descenso del desempleo en los dos últimos trimestres ha dado alas a los optimistas. Pero entre la realidad y la visión de los brexiters hay un camino lleno de obstáculos. Este tipo de visión, tenga o no fundamento, es uno de los mayores argumentos. Será difícil que se clarifique esta cuestión antes de las negociaciones y hará falta más de dos años para validar o invalidar estas ideas. Mientras tanto el «Hard Brexit» seguirá en la mesa de negociaciones como una alternativa para May.

Otro factor que habrá que analizar es el papel que desempeñan los medios de comunicación. El Brexit ha estado impulsado por una parte importante de la prensa que está controlada por dos personas, Lord Rothermere and Rupert Murdoch (cuyos medios representan más de la mitad de la circulación impresa). Estos medios han desempeñado un papel creciente en el aumento del populismo. Por otra parte, el resto de los medios (sobre todo la televisión) han tenido un pequeño papel en el desafío tanto al gobierno de May como a los Brexiters. En mi opinión, la televisión y la prensa han perdido mucha independencia. Esto también facilita a May una posible utilización estratégica del «Hard Brexit». A May le han pillado en varios renuncios sin que haya tenido que pagar un precio alto. Esto puede hacernos pensar que el Brexit es otro farol.

El cuarto factor es la oposición. La situación del Partido Laborista merece una tesis doctoral. A pesar de que el líder del laborismo, Jeremy Corbyn, ha sido uno de los líderes que ha logrado más apoyo de las bases del partido, todo el establishment político parece estar contra él, dentro y fuera de su partido. El Partido Laborista está en una lucha interna y, mientras tanto, el gobierno de May no tiene oposición. Esto se vio claramente cuando la Corte Suprema obligó al ejecutivo a votar sobre el Brexit y una derrota en la Corte terminó siendo una victoria en el parlamento. La falta de oposición da más margen de maniobra a May, pero menos credibilidad al «Hard Brexit» porque May se puede permitir el lujo de girar en redondo acerca del Brexit sin sufrir consecuencias políticas graves.

El quinto, pero no menos importante es la posición de Escocia, Irlanda y Gales. El Brexit es una amenaza clara para la estabilidad del Reino Unido. En Irlanda tendría que superar grandes obstáculos para armonizar las condiciones del «Hard Brexit» con los acuerdos de Viernes Santo. En Escocia la posibilidad de un referéndum que ya ha solicitado Nicola Sturgeon resta mucha credibilidad al «Hard Brexit». Una Escocia independiente haría caer al resto como fichas de dominó (incluso Londres reclamaría el estatus de ciudad estado). Los problemas de cohesión con el «Hard Brexit» serían graves, y por eso May ha negado el referéndum. No puede abordar las negociaciones con un referéndum sobre su cabeza como una espada de Damocles. Necesita ganar tiempo.

El análisis de todos estos factores es complicado, pero de momento, mi impresión es que May ha comenzado marcándose un farol. Si miramos un poco hacia atrás los objetivos de los conservadores que apoyan el Brexit eran claros. Empezaron por decir que, como mínimo, el control de la inmigración y la abolición de instituciones claves (en concreto, del Tribunal de Justicia de la Unión Europea). Los conservadores siempre han querido mantener la libre circulación de capital, mercancías y servicios. Pero cuando la UE respondió que la libre circulación de ciudadanos es un pilar fundamental ligado a la de mercancías, los brexiters radicalizaron su discurso.

Pero por muy radical que sea su discurso, si la UE no acepta las condiciones que quiere May, ¿serán capaces de seguir adelante con los planes del «Hard Brexit»? Las negociaciones serán largas y complicadas, pero pronto empezaremos a ver si la estrategia de los británicos da sus frutos, y si realmente «Brexit significa Brexit». May ha elegido una estrategia dura, inflexible y bastante arrogante.  Es probable que pronto la cambie. De momento se siente fuerte, pero me sorprendería mucho que, en el contexto europeo, donde todo se consigue a base de alianzas y comitología, May consiguiera sus objetivos. Y al final del proceso, ¿se atreverá May a salir de la UE sin acuerdo? Esto sería como cuando Hernán Cortés quemó sus naves. No le veo yo a May mucho espíritu de aventurera.

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