Asier Muñoz
Coordinador del Área Sanitaria de Ezker Anitza - Izquierda Unida

Amancio Ortega, Paco Sanz, la AECC y otros estafadores del montón

Lo que sí sabemos desde 1974, año en el que se publicó el informe Lalonde, es
que la atención médica directa solo influye un 11% en nuestra salud mientras que nuestras condiciones de vida sociales y ambientales influye un 64%. A esta influencia tampoco escapa el cáncer. Hoy sabemos que cerca de 100.000 cánceres en Europa están causados directamente por exposición a tóxicos en el ámbito laboral, exposición siempre prevenible

Que la sanidad pública esta en riesgo es un hecho asumido por la mayoría de profesionales que trabajamos en ella. Infrafinanciación, desvíos de capital y pacientes a la sanidad privada, subcontrataciones millonarias… hasta ahora eran problemas de sobra conocidos a los que se han unido «los bien intencionados».

Un «bien intencionado», así, entrecomillado, no es más que alguien que se presenta como bueno, solidario o justo pero que en el fondo oculta oscuros intereses. Pero en esto, como en todo, también hay clases. Si la sociedad no tuvo piedad con el infame Paco Sanz, a Amancio Ortega se le está bailando el agua como a pocos en este país. No puede sorprendernos de alguien que tiene comprado con publicidad la mayor parte de la prensa pero… ¿Por qué nadie pregunta a profesionales independientes? ¿Por qué nadie consulta las bases de datos científicas? ¿Por qué nadie busca los conflictos de intereses que hay detrás de estas «donaciones»? La respuesta es bastante sencilla: porque se desmontaría la gigante publicidad gratuita de este prestidigitador gallego.

Para empezar la fundación de Amancio Ortega tiene «comprada» la investigación gallega a través de sus donaciones y becas de investigación, que dirige allí donde sus intereses inversores ordenan. Estos equipamientos que pretendía donar sirven muy bien para estos fines, que no son otros que aumentar la tasa de ganancia de sus inversiones. Por otro lado, la donación es finalista, es decir, Amancio Ortega solo donará ese dinero si se gasta en aquello que él mismo ordena: equipamiento tecnológico de alta resolución.

Pues resulta que la clínica, la ciencia y los expertos nos dicen que es precisamente en esto donde no hace falta invertir. La tecnología que tiene el sistema sanitario actual es mas que suficiente para atender las demandas asistenciales. Es más, con los equipamientos actuales existe un sobrediagnóstico alarmante. Según datos de la Seram hasta un 25% de todas las pruebas de imagen que se realizan hoy son inútiles. De hecho, investigadores como Juan Gervás han demostrado que se sobrediagnosticaron cerca de un 30 % de cánceres de mama histológicos, cánceres que jamás hubieran evolucionado hacia «la enfermedad» y no habrían producido problemas. Es decir, se trataron a mujeres como enfermas de cánceres (vistos en pruebas de imagen) que realmente ni tenían, ni tendrían en el futuro.

Por todo ello, cada vez mas sociedades médicas y científicas alertan del exceso de tecnologización de la medicina. Pero eso la población no lo sabe, como no sabe que si tuviéramos máquinas de tecnología suficientemente avanzada (estamos cerca de llegar) obtendríamos imágenes de «lesiones tipo cáncer» en los TAC y resonancias en el 100 % de la población. Lesiones que en su mayoría nunca evolucionarían en enfermedad.

Sin embargo, lo que sí sabemos desde 1974, año en el que se publicó el informe Lalonde, es que la atención médica directa solo influye un 11% en nuestra salud mientras que nuestras condiciones de vida sociales y ambientales influye un 64%. A esta influencia tampoco escapa el cáncer. Hoy sabemos que cerca de 100.000 cánceres en Europa están causados directamente por exposición a tóxicos en el ámbito laboral, exposición siempre prevenible. También sabemos que existen cánceres, como el de colon, relacionados directamente con la dieta, al igual que sabemos que la obesidad y la diabetes tienen una relación estrecha con estas enfermedades. Todos estos cánceres tienen una fuerte correlación con la educación, con el poder adquisitivo, con las desigualdades sociales y con los hábitos de vida. Cuestiones todas ellas que se trabajan desde el Gobierno (o se deberían trabajar) a través de fondos que vienen por vía impositiva. Cuestiones que casualmente la AECC apenas señala mientras promociona y favorece el consumismo sanitario y la investigación genética. No estaría de más recordarles cada vez que hacen campaña del lazo rosa, que solo el 2% de los cánceres de mama son de origen genético, el resto tiene que ver con las formas de vida y los condicionantes sociales.

Por todo ello, si de verdad Amancio Ortega estaba preocupado por la salud, podría haber usado su dinero para pagar campañas publicitarias de educación sanitaria en los medios de comunicación. Campañas contra precocinados o contra el exceso de azúcar y grasas trans. También podría haber utilizado ese dinero para investigar todos los componentes tóxicos a los que nos exponemos y que industrias (como las suyas) emiten diariamente a nuestro aire en todo el mundo. Podría haber usado ese dinero para mejorar la calidad de vida de sus trabajadores, especialmente de quienes trabajan en países en vías de desarrollo, porque hoy sabemos que la precariedad laboral y los bajos salarios reducen la esperanza de vida 8 años de media. Incluso podría haber lanzado una campaña para explicar que el fracaso escolar supone, de media, una reducción en la esperanza de vida de 10-12 años y dedicar ese dinero a combatir el fracaso escolar. Pero todo ello no le reportará beneficios en sus industrias asociadas, no le producirá aumentos de rentabilidad en sus inversiones. Y por supuesto no le reportará una gran campaña de publicidad indirecta.

La diferencia, por tanto, entre Paco Sanz y Amancio Ortega, es solo la clase social, al igual que la diferencia entre ciertas asociaciones contra el cáncer y los medios de comunicación palmeros de Inditex es el cobro directo o indirecto de los beneficios industriales de «investigar y tratar» nuestras enfermedades, sean reales o supuestas.

Al final, tengamos corruptos en el gobierno o no, nadie velará mejor por nuestros intereses que el sistema público de salud donde miles de valiosos y valiosas profesionales se desviven por y para nuestra salud. Desde el personal de limpieza hasta el de cirugía, dedican diariamente toda su capacidad al servicio público. La única forma de que puedan seguir haciéndolo es manteniendo la sanidad pública y que los mangantes dejen de evadir impuestos vía paraísos fiscales o vía donaciones «bien intencionadas».

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