Bea Uriarte y Iosu Balmaseda
Militantes de Argilan

Correscales, un camino de dignidad frente a la precariedad

Trabajar sobre la idea de la precariedad, desde cada uno de los territorios sociales en que nos movemos los diversos movimientos y organizaciones que hemos confluido en CORRESCALES, e intentar que esta iniciativa ayude a recuperar las calles y las plazas, con la ilusión y el espíritu de la primavera del 2011, es lo que nos toca. Solo así, evitaremos que la falta de denuncia a las instituciones, la ausencia de reivindicaciones y el atentismo político, nos sigan paralizando.

Cuando la gente de la MAREA AZUL nos pidió nuestra adhesión y apoyo a su iniciativa CORRESCALES, desde ARGILAN-ESK no dudamos en solidarizarnos con ella. Nos pareció una buena causa que debíamos apoyar. Sin embargo, debemos reconocer que, al principio, nos resultó una movilización cuyo contenido omnipresente basado en la precariedad, nos parecía muy de laboratorio. Nos referimos a que adjetivar como precario/a cualquier situación vital con la que hoy nos encontramos se nos aparecía como excesivo.

Desde luego entendíamos el objetivo perseguido. Si todas y todos nos identificamos en que una buena parte de las circunstancias que acompañan a nuestras vidas se han vuelto precarias, desde el empleo a los ingresos necesarios para llevar una vida digna, pasando por derechos universales como la sanidad, la enseñanza y otros que todavía no lo son, como la vivienda o la dependencia, sin olvidar derechos ineludibles como la igualdad de género y la garantía de respetar a nuestro planeta y a todos los seres vivos que lo poblamos; y que todo ello está siendo causado por un sistema capitalista depredador que nos conduce a la barbarie o a la extinción del género humano; si esta identificación, decíamos, se produjera, ayudaría extraordinariamente a la masificación de la iniciativa.

Sin embargo, veíamos una posible pega importante. Cuando con una expresión se pretende abarcar situaciones y realidades muy diferentes, existe un peligro de que se diluya la fuerza de dicha expresión, precisamente para nombrar las realidades de precariedad que nos parecen más graves.

En ARGILAN-ESK hacemos trabajo de campo, de forma casi permanente, con la gente precaria. Tanto en la asesoría de sus casos (defensa de sus derechos y gestión de sus litigios contra Lanbide y los ayuntamientos, a causa de sus prestaciones de RGI, PCV, AES y ayudas municipales), como a través de la denuncia y la movilización sociopolítica en la calle.

En conclusión, nosotras y nosotros pensábamos que poco podíamos ofrecer a CORRESCALES más allá de la solidaridad. En esas estábamos cuando nos dimos cuenta que en los últimos años, pongamos los cinco últimos, fruto de la crisis iniciada en 2008 y cuyas consecuencias en el terreno social todavía nos van a seguir machacando por un tiempo, las personas que acudían a nuestras consultas presentaban perfiles distintos a los tradicionales. Eran gente, en definitiva, más pillada por las dimensiones de precariedad que ya conocíamos o que manifestaba nuevas situaciones de precariedad:

  • Quienes de ellas y ellos, todavía tenían empleo, había empeorado en todos los sentidos: en salario, en jornada, en contratación, en movilidad, etc. En definitiva se había incrementado la explotación que siempre tiene una correlación positiva con el empleo precario.
  • Quienes habían perdido su empleo por la crisis, no solo no podían encontrar otro, sino que agotadas todo tipo de prestaciones y subsidios de paro, sin ahorros de los que echar mano y con los colchones familiares exhaustos o agotados, habían devenido en familias y personas pobres. Y no nos estamos refiriendo a personas migrantes y refugiadas, siempre acostumbrada a vivir en la frontera de la precariedad, sino a población autóctona, que se consideraba a sí misma como clase media y que jamás contempló la posibilidad de tener que pedir la RGI, la PCV o las AES. El caso de personas trabajadoras autónomas, que han visto como sus pequeños negocios se arruinaban y su futuro se quebraba, es desde este punto de vista que estamos hablando, bastante paradigmático.
  • Quienes, por falta de empleo e ingresos, habían sido desahuciados/as de sus viviendas y habían tenido que volver al domicilio familiar, si tenían suerte de tenerlo, o simple y llanamente para poder comer y dormir han tenido que buscar el amparo de los albergues municipales.
  • Quienes, como muchas personas migrantes, sobre todo sin papeles, que siempre se han movido en territorios de precariedad aguda, han sufrido todavía un mayor hundimiento en su escala de precariedad. Sin acceso a ningún empleo irregular, por corto y malo que fuera, sin poder llegar a cumplir los requisitos de empadronamiento y vivienda que empeoraron en los cambios legislativos de la RGI, PCV, AES de los años 2008 y 2011, acosados por un funcionamiento inquisitorial e ineficaz de Lanbide, han visto que su única subsistencia quedaba en manos de las ayudas municipales para comida.
  • Y como siempre ocurre en nuestra sociedad heteropatriarcal y machista, hemos visto en estos últimos años acentuarse el sesgo de género de la precariedad:
    -El peor empleo, en cuanto a su parcialidad, temporalidad y malos salarios ha caído del lado de las mujeres.
    -Las amas de casa han tenido que salir al mercado de trabajo, a buscar un empleo que sus maridos no conseguían y que, para ellas era el segundo trabajo.
    -Las familias monomarentales han visto empeorar su situación ya, de por sí muy frágil.
    -Muchas mujeres divorciadas con hijos/as a su cargo, han asistido a la imposibilidad de hacer efectivas las pensiones de alimentos fijadas en los convenios reguladores de sus divorcios.

Podríamos seguir ampliando la lista de nuestras experiencias en el terreno de nuestra propia visión de la precariedad, pero con lo ya citado creemos que hemos cumplido la reflexión que le debíamos a CORRESCALES por haber dudado de que la elección de la precariedad como elemento aglutinador de una movilización como la que nos han propuesto, ha sido una buena idea.

Trabajar sobre la idea de la precariedad, desde cada uno de los territorios sociales en que nos movemos los diversos movimientos y organizaciones que hemos confluido en CORRESCALES, e intentar que esta iniciativa ayude a recuperar las calles y las plazas, con la ilusión y el espíritu de la primavera del 2011, es lo que nos toca. Solo así, evitaremos que la falta de denuncia a las instituciones, la ausencia de reivindicaciones y el atentismo político, nos sigan paralizando.

Para combatir a la precariedad hay que confiar en la movilización social. Por desgracia, quienes hoy siguen dominando el poder institucional, están poco preocupados/as por la precariedad y muy preocupados por agradar y servir al capital y a sus mercados. Lo que nos toca a quienes hoy apoyamos CORRESCALES para ser cada vez más eficaces en la lucha contra la precariedad, es ir hilvanando programas comunes que partiendo desde alternativas que ya son posibles de implantar y que frenarían precisamente tanta precariedad, como por ejemplo una Renta Básica Universal que garantice el derecho a una existencia digna, nos abran horizontes por los que poder transitar para acabar con el capitalismo, antes de que él nos conduzca a la barbarie.

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