Eduardo García Langarica
Presidente de Medicus Mundi

Cuestiones en relación a la epidemia de ébola

Descubierta por primera vez en 1976, la fiebre hemorrágica del ébola es una de las enfermedades más mortíferas para el ser humano, con una tasa de mortalidad del 25 al 90 por ciento según los diferentes brotes que se han ido produciendo desde entonces.

Desde el pasado mes de diciembre que comenzó la actual epidemia en África occidental, tuvimos las primeras noticias gracias a monsieur Le Pen que otorgaba al ébola la categoría de solución para la inmigración, y ya hace menos tiempo se ha convertido en noticia de primera plana cuando se ha ido sabiendo que afectaba a personal sanitario y a ciudadanos occidentales.

Sin embargo, este brote reúne algunas características especiales que lo podían haber convertido en noticia por sí solo. De momento es la primera vez que afecta a más de un país y es el que ha afectado a más personas y ha provocado más muertes, principalmente porque en esta ocasión ha dejado el medio rural y se ha extendido a las ciudades. Es, sin lugar a dudas, la peor epidemia de ébola hasta ahora.

La respuesta internacional se ha hecho esperar demasiado y, ni con mucho, está siendo la que se necesita. Los ya de por sí frágiles sistemas de salud de esos países están colapsados, mucho personal sanitario está enfermo o, en muchos casos, ha huido por miedo y los centros de salud se quedan abandonados, con lo que se deja de atender al resto de necesidades. Malaria, atención al parto u otras infecciones muy prevalentes están provocando más mortalidad que el propio ébola, pero la ayuda solo se centra en este. Y cuando se pase la epidemia, ¿qué?

Da la impresión de que más que preocuparnos por los enfermos y los muertos (siempre demasiados, pero no olvidemos que no tantos como por la malaria, por ejemplo), nos movilizamos cuando tememos que llegue a nuestra casa.

En esta ocasión la urgencia y la gravedad de la epidemia, junto a la presión mediática, han hecho cerrar el foco solo en el ébola, pero ya hace años que se tiende a dirigir la ayuda en programas verticales centrados en una o en muy pocas enfermedades en detrimento (por la disminución de fondos y por la captación de profesionales sanitarios) del fortalecimiento de los sistemas públicos de salud centrados en una Atención Primaria de Salud potente, accesible, aceptable y de calidad. La inversión en Servicios Públicos de Salud potentes sí que ayudaría a ir cerrando la herida de la salud en África.

En lo que se refiere a España, otra vez, en una emergencia humanitaria son los medios de comunicación los que imponen la agenda, y la respuesta del Gobierno, que se ha caracterizado por la improvisación y el oportunismo, ha dado una muestra más del desgobierno de nuestro sistema sanitario, caracterizado por la falta de cualquier criterio razonable.

El hospital Carlos III, que había sido referente en medicina tropical, se había reconvertido en centro para crónicos y, por lo visto, no quedaba en España un centro hospitalario capaz del nivel de aislamiento necesario en este caso, por lo que hubo que improvisar, desalojar una planta y reconstruir un par de habitaciones de aislamiento para alojar al padre Miguel Pajares y la hermana de la misma congregación que, por ser española, sí se repatrió.

Al principio, el coste de la evacuación se iba a pasar a la orden religiosa, luego ya no; iba a ser a cargo del Estado (¿de qué partida?, ¿de Sanidad, de cooperación, de la destinada a la marca España?). Lo que nadie ha explicado es con qué criterio se había decidido reconvertir el Carlos III, con cuál otro se decidió desalojar y re-reconvertir una planta de ese centro para acoger a los dos religiosos, con qué otros se tomó la decisión de repatriar a estos dos y no a sus compañeros y, por fin, cómo se decidió quién se hacía cargo de los costes de la operación.

Porque lo que de verdad debe preocuparnos en España no es el riesgo de que se extienda el ébola aquí, por lo demás muy poco probable, sino la permanente falta de criterios razonables, basados en evidencias, con que se hacen las cosas en este país. La exclusiva preocupación de la gran mayoría de nuestros diferentes gobiernos no va más allá de las próximas elecciones y de hacer o decir cualquier cosa con tal de tener un buen resultado, y considerar las diferentes administraciones a todos los niveles su propio cortijo y de regirlo con un cortoplacismo y una miopía impropias.

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