Ibon Cabo
Militante de Eusko Alkartasuna

De la universalización de la renta mínima a la muerte política de la RGI

Hace más de 25 años, el departamento de justicia, empleo y asuntos sociales tuvo que afrontar un arduo debate con la vice consejera de economía para la implantación de este derecho subjetivo. Sin embargo, en la actualidad el lehendakari Urkullu ha reconocido (con la boca pequeña), los eventuales éxitos de este recurso, especialmente en la época de crisis en la que cohabitamos. Incluso Itxaso Atutxa le otorga el papel de situar a Euskadi en la vanguardia de Europa en la lucha contra la exclusión. A pesar de este cambio de postura, el actual gobierno, se ha apoyado en el PP para poder ligar la subida de su cuantía al IPC en vez de al salario mínimo interprofesional como establece la ley. ¿Porque este doble lenguaje y esta forma de medir diferente?

Un poquito de historia:

La RGI se pone en marcha en la CAV tras un arduo proceso de trabajo entre el gobierno vasco de entonces y los diversos municipios que demandaban públicamente mayores medidas de protección para los sectores de la población más desfavorecidos. Los objetivos eran claros, por un lado, cubrir las necesidades básicas y por otro facilitar la inclusión laboral. El objetivo inicial, como el propio Manolo Vigo de Eusko Alkartasuna reconocía era lograr que nadie, que ninguna persona, se quedara sin protección de sus necesidades básicas.

En aquel momento la vice consejera Idoia Zenarruzabeitia se mostró activamente contraria a esta medida pues podía «perpetuar» el paro de sectores socialmente excluidos. Aún así y tras muchos avatares con ayuntamientos que se resistían a compartir datos, se puso en marcha en una CAV con un índice de pobreza muy por debajo del actual y con una tasa de inmigración lejos de la actual. En el sistema previsto entonces, Lanbide tenia el papel de hacer un diagnóstico inicial sobre exclusión social, no de gestionarla.

Llegó el PSE y Patxi López, quién se presenta para capitanear la izquierda estatal en 2017, redujo la RGI un 7%, aplicando el recorte más significativo que hasta la fecha ha sufrido la Renta de Garantía de Ingresos. Además tras solicitar las transferencias de empleo para el gobierno vasco, otorgó a Lanbide la capacidad de gestión integral de la RGI, mezclando lo que coloquial mente se define como «churras con merinas» y haciendo depender de este organismos, casos de parados de larga duración, con personas discapacitadas, con jóvenes en busca de su primer empleo, pensionistas en busca de su complemento, con personas desahuciadas... es decir, creó un totum revolutum que atascó el sistema y le privó de la capacidad de cumplir aquello para lo que se creó. Finalmente, endureció los requisitos de acceso convirtiéndose en el primer gobierno teóricamente social demócrata, que alejaba la distancia entre la RGI y la renta universal hasta límites insospechados.

Volvió el Partido Nacionalista Vasco al gobierno y se comprometió en sucesivas ocasiones a reformar Lanbide y mantener e incrementar las prestaciones sociales. Si bien hizo frente a la falsa amenaza yihadista de la derecha española, que a través de una plataforma políticamente semificticia en Vitoria, trató de impulsar la crítica más despiadada hacia la RGI y ligar el fraude en la misma a la población inmigrante; se quedó ahí y volvió al punto donde surgieron las primeras discrepancias: la izquierda quiere ligar la RGI al umbral de pobreza y al SMI porque de esa manera, se asegura la limitación de las bolsas de pobreza y exclusión al máximo, mientras que la derecha, considera que esta prestación debe ser los más pequeña posible, en teoría para incentivar el empleo, pero en la práctica para que la capacidad de las personas en situación de exclusión de volver a tener una vida equilibrada sea la mínima posible.

Ante la vulneración política del origen de la RGI y de su reformulación actual:

La RGI es por ley un derecho subjetivo por lo que cualquier persona que este en condiciones de demandarla y que cumpla los requisitos debe acceder a ello. Para ello el gobierno vasco, independientemente del número de demandantes o del presupuesto que tuviera, debe dotarse con la cantidad suficiente para asumirla, vía impositiva o a través de la deuda pública.

Por ello, si asumiera la subida del ejecutivo central del 7%, tendría que dotarse de los instrumentos financieros necesarios para complementar esta subida. Así pues, situado el PNV entre la espada y la pared del equilibrio presupuestario y el mantenimiento de los derechos sociales, apostó a caballo ganador y trató de colar un gol a la izquierda a través del acuerdo de estabilidad presupuestaria firmado con quién de inicio trató de frenar el desarrollo de la RGI e impulsó alrededor de ella un discurso xenófobo y racista: el PP.

Y con ello la RGI descansa en paz y desaparece su formulación originaria donde se trataba de alcanzar el SMI y superar el umbral de pobreza para que la gente normal pudiera dormir bajo techo, comer tres veces al día y llevar al menos ropa de segunda mano. Unido a la votación en contra de la subida del complemento de pensiones, los derechos sociales sufren una merma en una década como nunca antes habían sufrido ni en la peor de las recesiones.

Pero no es en el parlamento donde se puede recuperar el origen político de esta norma, sino la calle y las sedes de los partidos políticos, donde la militancia, seguro, conoce personas que sufren esta situación de injusta exclusión y cuya única vía de ingresos es la RGI. No es una cuestión de partidos, es una cuestión de personas y todas somos capaces de hacer rectificar hasta el más seguro de los Lehendakaris, sobre todo porque cuando la muleta en la que uno se apoya esta fabricada en Madrid, normalmente termina hecha trizas, pues lo que suele parecer roble americano, no suele ser más que serrín de pino con olor a cuerno quemado.

Nadie quiere ser perceptor de la RGI, el efecto llamada es falso y solo esta en la mente de algunos directores de medios de comunicación que luego llenan sus portadas de artículos sobre la integración. Pero como parecen sordos a las demandas de la gente, comencemos a movernos desde otros ámbitos antes de que sea demasiado tarde, pues como decían en un famoso cómic, solo hay que temer una cosa, que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas. Para todo lo demás basta con hacer un poquito de historia y recordar de donde vienen algunos derechos sociales para no terminar poniéndoles una esquela en el periódico.

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