Félix Placer Ugarte
Teólogo

Derechos humanos de la juventud

Plantean, en última instancia, el ejercicio de derechos colectivos para un cambio en profundidad, elaborado desde la igualdad, la justicia y la responsabilidad. Y saben que esto se comienza a realizar desde lo local, desde los barrios, desde movimientos y colectivos, como Errekaleor bizirik, donde emergen alternativas de transformación.


La experiencia del barrio de Errekaleor, autogestionada por jóvenes que desean construir otros modos de convivencia y desarrollo ciudadano, convocó hace unos días a miles de jóvenes, también mayores, que mostraron su solidaridad en una multitudinaria, colorida y cálida manifestación contra los requerimientos del gobierno municipal para desalojarlo.

Las razones de fondo que subyacen en este conflicto van más allá de la estrategia urbanística del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz ante una ocupación de viviendas que dificultan el trazado del llamado anillo verde. Pienso que las reivindicaciones de este grupo de jóvenes denuncian problemas de amplio calado para la convivencia y desarrollo social y político. Se está cuestionando un modelo de ciudad que bajo el slogan de «Green capital» responde y contempla más la imagen turística y estética que la auténtica participación ciudadana, democracia real y la ecología integral. En barrios con graves deficiencias de participación ciudadana, las respuestas a necesidades urgentes resultan insuficientes, por ejemplo en lo que se refiere al derecho a la vivienda, atención a familias y personas en pobreza severa cronificada, o acogida de inmigrantes. Como consecuencia periódicamente brotan graves episodios de enfrentamientos vecinales síntoma de una convivencia en peligro.

«Errekaleor bizirik», respondiendo a apremiantes demandas de jóvenes, propuso y viene realizando, hasta ahora con positivos resultados, otras formas y estrategias de convivencia de barrio, de comunidad solidaria y participación asamblearia, de sostenibilidad energética, de cultivo ecológico, euskaldun.

Como un David armado con su onda de razón democrática, se oponen al Goliat de un desarrollo neoliberal, que ciertamente ha logrado resultados de calidad en determinados sectores, pero donde quedan marginados los más débiles, entre ellos los jóvenes, sin olvidar los inmigrantes, refugiados, marginados sociales… Y, en este caso, subrayo la situación del sector juvenil sin trabajo o en trabajos precarios, sin futuro económico para acceder a una vivienda, sin posibilidades concretas para proyectar una vida autónoma, sin voz ciudadana participativa y deliberativa. Con la agravante de que el sistema educativo forma a la juventud para integrarla en sus coordenadas y luego niega a una mayoría un puesto de trabajo: según el Observatorio Vasco de la Juventud (2017) la tasa de ocupación de las personas jóvenes entre 16 y 29 años, en la CAPV, es de 39,3 %, sin especificar la precariedad laboral a la que se ven sometidos.

La experiencia de Errekaleor pone de manifiesto, a mi entender, un profundo problema de amplio alcance para el presente y futuro de nuestra ciudad; también para Euskal  Herria y otros pueblos del Estado, que demandan sus derechos a la participación  social y política. En realidad está en un peligroso juego de ruleta, manipulada por los croupiers de un capitalismo que siempre gana, algo que nunca puede someterse a los intereses  de quienes manejan el capital para sus intereses. Son los derechos humanos y sociales al trabajo, a la vivienda, a la participación, en última instancia, a una vida digna, como los pide la Carta de Derechos Sociales de Euskal Herria. Las personas jóvenes de Errekaleor denuncian, en última instancia, las graves deficiencias de este modelo económico, social y político neoliberal que no es capaz de afrontar y responder con equidad a los derechos básicos de la gente joven y de la ciudadanía en general.

En definitiva estamos ante una importante y necesaria, a mi entender, reivindicación de un modelo de sociedad pensada y planificada no sólo desde los derechos básicos y obligaciones de los individuos, en este caso jóvenes, contra un capitalismo en cuyo sistema no cuentan las personas sino los intereses y beneficios financieros. Se opone también a la «intelligentsia» neoliberal que anula el derecho a pensar y elaborar otro modelo de sociedad. Responde al convencimiento de que necesitamos dar a luz otra humanidad concebida y animada por la solidaridad de los pueblos para construir un mundo donde todas y todos somos necesarios.

Plantean, en última instancia, el ejercicio de derechos colectivos para un cambio en profundidad, elaborado desde la igualdad, la justicia y la responsabilidad. Y saben que esto se comienza a realizar desde lo local, desde los barrios, desde movimientos y colectivos, como Errekaleor bizirik, donde emergen alternativas de transformación. Ahí se genera un pensamiento y praxis para construir una nueva economía que abarca otra manera de ser, de vivir, de relacionarse, de producir, de consumir, de autogestionarse. Sin duda, por supuesto, con sus deberes y obligaciones sociales, políticos, ecológicos compartidos y decididos democráticamente, abiertos al diálogo, también con la autoridad municipal para llegar a acuerdos satisfactorios y positivos.

Esta experiencia no es aislada y circunstancial. En la misma ciudad de Vitoria-Gasteiz encuentra una amplia solidaridad contra el derribo de este barrio en sectores diversos sociales, culturales, en grupos políticos. La iniciativa popular «Gora Gasteiz» fue ya un importante apoyo a las ideas y proyectos de una ciudad justa, solidaria y plural.

Pero además Errekaleor bizirik conecta con otras muchas experiencias que en otras regiones y pueblos se están ya realizando y desarrollando con éxito popular y tienen sus sujetos organizados en movimientos  populares y sociales. Me refiero, por ejemplo, a la «Carta de la Tierra», a la «Vía Campesina», al «Buen Vivir», a la «economía social»… en estas alternativas, en las que se inscribe la experiencia del barrio gasteiztarra, emergen nuevas maneras de «vivir sencillamente para que otros (todos) sencillamente puedan vivir».

No son sólo, por tanto, respuestas coyunturales. Su amplitud y globalidad, su razón y finalidad van más lejos y proponen en su conjunto un cambio necesario y decisivo «de alta complejidad». Para ello proponen comenzar con el decrecimiento, como una forma de vivir donde, reduciendo tanta producción y gasto innecesarios, se potencien valores como la primacía de la vida social, el ocio creativo, el reparto del trabajo, la renta básica, entre otros; en definitiva, un desarrollo solidario comunitario, sostenible, humanizador.

Todo ello pone de manifiesto el significado y amplitud de experiencias como Errekaleor bizirik que responde a la Carta de Derechos sociales de Euskal Herria: «Construir en igualdad de derechos y obligaciones otro proyecto económico y social… que coloque a las personas en el centro de la actividad económica y sitúe el interés colectivo de la sociedad por encima de los intereses particulares y de la lógica del mercado. Se trata, en definitiva, de transformar el actual modo de acumulación capitalista por otro modelo de producción, distribución, consumo y preservación que permita satisfacer nuestras necesidades sin comprometer las de generaciones futuras, ni la capacidad de regeneración del planeta. (…) Por ello instan a que las instituciones se pongan al servicio de la voluntad de Euskal Herria, de quienes en ella viven, para decidir su futuro político, institucional, económico y su propio modelo de convivencia».

Es la hora de que la sociedad vasca en su conjunto y la juventud en concreto construyamos una sociedad justa, diversa, inclusiva. Errekaleor bizirik es ya una realidad y un paso decisivo.

Bilatu