Antonio Alvarez-Solís
Periodista

El ámbito para la democracia posible

Hay algo que me produce una profunda perplejidad ante los acontecimientos que estamos viviendo: ¿qué hará el Gobierno de Madrid si se consolida la «desobediencia» del Gobierno catalán?

Hay que regresar a un mundo al alcance general del ser humano. Un mundo en que la agricultura, la industria, el comercio y la personalidad espiritual de los pueblos se liberen de los “mercados» verticales, del discurso dictado por los poderes lejanos, de los ámbitos en que permanecen enclaustrados, de las leyes escritas por manos falaces, de los disfrutes materiales que amortizan el pensamiento. Un mundo del «yo» activo que «dice» y del «tú» también activo que «escucha». Un mundo devuelto a un espacio protegido en que el solaz del propio paisaje moral y físico no constituya ni pecado ni delito. Hablo de la nación como ente básico, como territorio en que la etnicidad –tan denostada por dar estilo a la libertad– resuene en la política que funcione como una verdadera respiración democrática y no con una respiración asistida.

Vivir esa libertad es pactar abiertamente la vida propia con las vidas ajenas que también giren sobre emociones identificadoras. En esa confluencia en paridad de ilusiones honestas y de posibilidades reales radica la verdadera igualdad para compartir o confrontarse, porque no se puede aspirar al pacto bajo el dominio de quien secuestra la razón y la convierte en brújula desnortada.

Pensaba en ese tiempo dorado de una verdadera patria mientras seguía por los medios informativos españoles el trueno de la ira, la amenaza del huracán mientras el parlament de Catalunya debatía su esperanza republicana y en Madrid se apiñaban los partidos para alzarse agresivos sobre un pobre suelo intelectual enlosado con cascotes revueltos en donde era imposible distinguir lo que es derecho de lo que es simplemente ley, lo que significa democracia de lo que corresponde a estéril retórica sobre la obediencia a un complejo normativo del Sistema, lo que es rica dimensión humana a lo que no pasa de irrisorio existir otorgado, lo que es pueblo postrado frente a lo que significa nación viva ¡Desaguisado fenomenal! ¡Confusión absoluta! La inteligencia española no consiste en un proceso regido por la inteligencia sino que es simple resguardo de permanentes y chatos intereses. Lo dijo sabiamente Ortega, como español: «Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa». Hay comentaristas que hablan de golpe de Estado en Catalunya cuando Catalunya no tiene Estado y el que la ocupa no le merece el menor interés para someterlo ¿Qué es, pues, lo que golpean esos separatistas? Los catalanes no aspiran a ocupar Madrid sino a que Madrid les desocupe.

Catalunya libre puede ser un ejemplo de nación históricamente desarrollada que busca salvaguardar su futuro enriqueciendo su ámbito por medio del poder cercano –su poder– depositario de sus reales pretensiones de vida. Catalunya libre puede marcar el futuro liberado de globalización. Una Catalunya independiente no será un pueblo venido a pobre que busca liberarse sino un pueblo secularmente rico –cada cual ha de definir en qué estriba la riqueza–  que no quiere convertirse en un pueblo pobre.

Dada la normal reacción de los globalizadores, que no son pueblo sino poder ¿hablamos de regresión o hablamos de expansión en las observaciones y tesis expuestas?  Observación dinamizante ante lo dicho ut supra: el noble universo humano es múltiple, no es globalizador sino universalista, que son cosas distintas. Lo global amontona, asfixia, degrada; lo global se decreta como método de subordinación y, en cambio, lo universal es valor que nace y se engrandece desde la intimidad nacional. Lo global es aritmético y artificial; lo universal está hecho de proximidad vecinal, de emociones intercambiables, de convicciones que son fruto de una larga gestación gemelar. Igualdad en el útero: diversidad en la vida, que debe ser un marco único de potencialidades múltiples.

Hay algo metafísicamente irremontable. Para vivir la tierra hay que poseerla desde sus orígenes remotos, con una óptica que salvaguarde el horizonte asumible por cada cual. La tierra es nuestra tierra. Todos hemos de bañarnos en el mismo río, mas bañarnos para bautizarnos de libres, no para ahogar al oponente.

Todo esto se resuelve en la simplicidad del pensamiento honesto, mas no puede envasarse en ese empeño electoralista del Sr. Sánchez, que ahora anda en dibujar un mapa español en el que va situando naciones elementalmente como si practicase un juego adictivo en un ordenador. De momento cita como posibles «al menos tres naciones» embutidas en una España única; pero sugiere que puede haber más. Depende de las operaciones que haga con el Sr. Rajoy en la Moncloa: País Vasco (no Euskal Herria), Cataluña (no Catalunya) y Galicia (no Galiza). Pero puede haber más dentro de una nueva constitución que tenga incluso corazón federal y, si es necesario para conservar la integridad española, el corazón podría llegar a latir confederalmente. La difusa puntualización me recuerda a la contraria y admirable exactitud de los sastres de mi época cuando al calcular el espacio para la bragueta preguntaban muy discreta y útilmente al cliente : «Usted ¿de qué lado carga?». Hay que aclarar eso por los socialistas. Incluso cabe avisar a Iglesias de que no se despelleje las rodillas trepando por el talud estatal a que le invita el administrador del PSOE. Sí, pregunto al Sr. Sánchez ¿de qué lado «cargan» los españoles y los partidos que los agavillan?

Los españoles somos especialistas en resolver problemas que sin siquiera haberlos planteado correctamente. Como Alejandro, cortamos el viejo nudo gordiano con solo el poder de la espada. Las palabras no nos sirven para interrogar o responder sino como material de construcción para la amenaza o el lamento que espejeamos ante el mundo como víctimas de una agresión. Frases, frases… Y así escuché a la vivaracha vicepresidenta del gobierno «popular» decir ante el árido debate en el Parlament sobre el primero de octubre próximo «que sentía vergüenza democrática ante tal espectáculo» ¿En qué consistirá la vergüenza democrática? ¿o la desvergüenza democrática?

Hay algo que me produce una profunda perplejidad ante los acontecimientos que estamos viviendo: ¿qué hará el Gobierno de Madrid si se consolida la «desobediencia» del Gobierno catalán? La destitución de los electos para la cámara legislativa de Catalunya dejaría desnudos de ciudadanía a los catalanes que los eligieron; se convertiría la autonomía en colonia y entonces ¡oh, paradoja! sería aplicable la doctrina descolonizadora vigente en las Naciones Unidas. Encarcelar a esos gobernantes sería caer en una «desvergüenza democrática» en un mundo que contempla a Europa como inventora de derechos. Disolver con las armas la empresa de la independencia –noble, ya que hay pocas naciones dispuestas ahora a afrontarla– equivale a protagonizar una forma de imperialismo que tratan de evitar las principales potencias para no desvelar y exponer al rechazo el actual y enmascarado imperialismo que practican. Frente al hecho catalán no se puede ejercer de Trump o de Kim Jong-Un. Supongo que el Sr. Rajoy no caerá en ese agujero: para ser Trump le falta imperio y para ser Kim carece de cohetes. Si Catalunya insiste en su postura tendrá ganada una batalla que nunca debió presentarse como tal. Y además quedarán abiertas heridas con un largo periodo de cicatrización ¿No sería más razonable pactar una independencia que abriera a posteriori un camino conjunto ante problemas que implican a España y Catalunya, entre ellos una política mediterránea ahora inexistente y sin embargo tan hacedera con Cataluña en la labor. Es la oferta de quien nació por última vez a orillas del Mediterráneo y por eso «en la piel tengo el sabor/ amargo del llanto eterno/ que han vertido en ti cien pueblos/ de Algeciras a Estambul/ para que pintes de azul/ tus largas noches de invierno». ¡Confieso que no tengo ni una pizca de vergüenza democrática!

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