Javier Ayala

El brexit catalán

La democracia, en estos casos no sirve más que para enredar las cosas y emponzoñar las relaciones entre vecinos y hasta entre familiares. Generan enfrentamientos en una sociedad que vivía en armonía y tranquilidad. Es mucho mejor prescindir de la democracia.

Tengo un amigo de nacionalidad inglesa. En su familia son seis o siete hermanos. Tres o cuatro viven en Inglaterra y el resto fuera de ella. Cuando se reunía toda o parte de la familia en casa de sus padres en España donde viven ya jubilados, o en casa de alguna de sus hermanas en Londres, se debatía en un ambiente de armonía familiar sobre la conveniencia o no, de que el Reino Unido (UK) siguiera perteneciendo o no a la Unión Europea (UE), y cada uno exponía libremente su opinión. En general, la parte de la familia que vive en UK era partidaria de que se saliera de la UE, mientras que los que viven fuera, eran partidarios de continuar en la Unión. Pero desde que se hizo el referéndum del Brexit, ¡qué desastre! Las discusiones han subido de tono y han tenido ya varias broncas en la familia discutiendo del asunto, por lo cual se han visto obligados a tomar la decisión de convertir el Brexit en un tema «tabú» del cual está terminantemente prohibido hablar en las reuniones familiares.

Fijaos, ¡qué desgracia de referéndum! Que ha provocado tal fractura social en la familia de mi amigo y en la sociedad británica en general. Los británicos tenían que haber dejado las cosas como estaban. Seguir en la UE y punto; aunque eso fuera lo que deseaba la parte minoritaria de la sociedad británica. La democracia, en estos casos no sirve más que para enredar las cosas y emponzoñar las relaciones entre vecinos y hasta entre familiares. Generan enfrentamientos en una sociedad que vivía en armonía y tranquilidad. Es mucho mejor prescindir de la democracia. En estos casos se debe hacer lo que quiere la minoría en aras de la concordia y de la paz social, independientemente de que tal facción tenga o no tenga razón; porque es mucho más importante que no haya conflictos, que, que se respete el criterio de la mayoría.

Además, como bien se dice por ahí, el referéndum del Brexit también es injusto, porque la parte que lo ha perdido, es decir, los británicos que se sienten europeos, que ya tenían el derecho adquirido de ser ciudadanos de la UE, se han quedado sin él; y ellos deseaban fervientemente seguir siendo europeos. El maldito referéndum no ha hecho más que crear crispación y conflictos, dividir a la sociedad británica y despojar de sus derechos a una parte importante de la sociedad británica. Vamos, absolutamente irresponsable, canallesco, reprobable y antidemocrático, porque, además, los ciudadanos de UK tenían un pacto con el resto de europeos, y para romperlo, también teníamos que estar de acuerdo todos los restantes europeos; no es un tema a resolver únicamente por los británicos. Porque... ¿Es que el resto de europeos no tenemos nada que decir? Salirse de Europa no es un tema que puedan decidir únicamente los británicos, es un tema de todos los europeos, porque nos afecta a todos.

Europa es una democracia avanzada, madura, y tolerante, que debería haber tranquilizado a nuestros partidarios británicos, aunque fueran pocos –que no lo son, porque son toda la mayoría «silenciosa», lo que pasa es que no se les ve porque no suelen votar– explicándoles que en ningún caso íbamos a abandonarles o dejarles solos ante los energúmenos que quieren sacarles de Europa. Decirles que Europa les hubiera apoyado con todo el peso de la ley, aplicando la fuerza de la razón de manera proporcional, sin pasarnos, pero respondiendo con la fuerza a las provocaciones de sus convecinos antieuropeístas. Deberíamos haber declarado ilegal tal referéndum, porque, además, es profundamente antidemocrático, dado que era contrario a los acuerdos de Maastricht; que es el pacto supremo que regula nuestra convivencia en Europa; donde ni siquiera se contempla el derecho de ningún estado miembro a abandonar Europa. Esas cosas solo se pueden hacer si se pactan de antemano. Por tanto, en primer lugar, para que tal referéndum se pudiera celebrar y fuera legal, habría que haber llegado a un acuerdo y haber reformado previamente el tratado de Maastricht.

Por otra parte, para cumplir y hacer cumplir la ley, deberíamos haber enviado a UK unos cuantos miles de policías europeos y alojarlos en unos barcos en el puerto de Southampton, debiéramos haber nombrado a algún sinvergüenza, corrupto y prevaricador, aunque estuviera reprobado por el parlamento europeo, como fiscal general de Europa para que dirija las operaciones represivas antirreferéndum; para ordenar intervenirles las cuentas al Gobierno británico, autorizar registros en imprentas y almacenes para quitarles las urnas y las papeletas, inhabilitar para el ejercicio de cargos públicos a Cameron y a su camarilla, ponerle al Presidente de la Cámara de los Comunes una multa de 6.000 euros diarios, meter en la cárcel a los funcionarios británicos que no obedezcan a la UE, dispararles balas y pelotas de goma y moler a porrazos a los que iban a votar, irrumpir en los colegios electorales con los policías más animales de toda Europa armados hasta los dientes para llevarnos las urnas, y empujar, zarandear y golpear a los presentes en la sala de votación aunque fueran personas mayores o mujeres, etc.

Eso es la democracia. El imperio de la ley. Sin ley no hay democracia. Y lo otro es ilegal e irresponsable, es como dar un golpe de estado antidemocrático. Además, con las urnas que hubiéramos conseguido robar de los colegios electorales asaltados, hubiéramos conseguido que ese referéndum no hubiera tenido credibilidad internacional alguna, hubiera sido una farsa, un simulacro de referéndum sin ninguna garantía. Vamos, que, como ya ha dicho Joan Manuel Serrat en otro caso sospechosamente parecido, no hubiera existido ningún referéndum como tal. Y si a los policías británicos se les hubiera ocurrido interponerse para proteger a los pacíficos votantes o desobedecer al impresentable fiscal general europeo, también les hubiéramos zarandeado, les hubiéramos interpuesto una querella criminal por desobediencia, rebelión, malversación de caudales públicos y/o sedición, y/o les hubiéramos metido en la cárcel; que para eso la UE es la ley y la democracia.

Y además nos hubiéramos esforzado en homenajear a nuestros sacrificados y ejemplares policías cuando salían de nuestras ciudades y pueblos de Europa rumbo a la Pérfida Albión a restablecer el orden entre estos indeseables, desobedientes e intolerantes británicos, promotores de tan canallesco referéndum; despidiendo a nuestros ángeles de la guarda envueltos en banderas europeas cantando aquello de... «A por ellos, oé, a por ellos, oé» porque estos ingleses siempre han sido gentuza y lo único que se merecen es que los machaquemos.

Eso es lo que hubiera ocurrido con el referéndum del Brexit si hubiera estado dirigiendo los destinos de Europa una persona pragmática, partidaria del diálogo, con la claridad de ideas, el talante democrático, el espíritu negociador, el ánimo resolutivo y la valentía política del Presidente del Gobierno de España.

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