Pablo A. Nabarro
Militante de la izquierda abertzale

El efecto Miribilla

Creo que fue Einstein quien dijo que la vida es como andar en bicicleta: si quieres mantener el equilibrio, tienes que moverte.

Equilibrio y movimiento fueron las dos ideas fuerzas sobres las que pivotó el original mitin «conceptual» que EH Bildu desarrolló en Miribilla que, creo, no dejó indiferente a ninguno de los que allí estuvimos y que constituyen, sin duda, los ejes transversales de su campaña comunicativa electoral: un nuevo equilibrio político institucional, social, económico, laboral, ecológico, feminista, y euskaldun y los consecuentes movimientos necesarios para su materialización a través de nuevas alianzas políticas, sindicales y sociales. En resumen, una apuesta nítida y diáfana sobre la necesidad de abrir un Proceso Constituyente Vasco que nos conduzca a la república vasca.

El mitin en cuestión rompió con todos los tópicos al uso y la parafernalia que han caracterizado los actos electorales, no sólo los de la izquierda soberanista, también los de los demás partidos políticos. Las habituales ikurriñas, banderolas, bertsolaris, txalapartas… se sustituyeron por equilibristas, bailes de hip-hop y danza vasca. Todo ello en un escenario luminoso pero sobrio que para nada deslució –todo lo contrario– un acto político que destiló sencillez, emoción, pasión, solidaridad, optimismo y energía como nunca. De verdad, desde el corazón, Jasone, Miren y Maddalen: mi más sincera felicitación.

Creo que aquí y ahora es obligado poner en valor la necesidad del equilibrio para llevar a buen puerto nuestro proyecto y los grandes esfuerzos que han sido y serán necesarios por parte de todos para mantenerlo, no sólo a la hora de afianzar nuestra apuesta estratégica en un nuevo paradigma político, sino también a la hora de conformar y fortalecer EH Bildu a niveles locales e institucionales y su necesaria proyección social.

Por ello es obligada la referencia del alambrista como metáfora. De la necesidad de dar pequeños pasos pero firmes, seguros. Mirando siempre hacia delante. Desde la concentración y la serenidad, con temple, con determinación y conscientes de los riesgos que supone un paso en falso. Por eso creo que fue muy acertada y oportuna la propuesta conceptual del acto de Miribilla, que si bien para algunos pudo parecer algo surrealista ver a unos equilibristas en un acto político-reivindicativo, a mi me pareció sencillamente un ejercicio de imaginación dialéctica y realismo mágico.

Imaginación que brilla por su ausencia en esta mediocre campaña electoral y donde el circo de verdad es el que está montando la pléyade de dirigentes políticos de todos los colores y todos los rincones del estado que han desembarcado todos estos días para decirnos lo que nos conviene o no a los hombres y mujeres de este país.

Por cierto que estos días, entre encartelada y encartelada, megafonía un día sí y otro también, acto aquí y acto allá he podido disfrutar de la aconsejable lectura de un pequeño y precioso relato de Joseba Sarrionandia: ‘Será colosal’.

Narra las vivencias de un niño durante los años de la «guerra civil» en un pequeño pueblo de la costa vasca: Calaportu. Pues bien, en medio de tanta calamidad, las tragedias familiares y vecinales, su protagonista, junto con su amigo –como escape y como cuartada a la vez– para eludir a los guardianes del orden de entonces y de sus interrogatorios de lo que hablaban (hasta eso se controlaba) tenían acordado recurrir a la supuesta próxima llegada al pueblo de un circo alemán, el circo Krom, que sería según ellos algo colosal.

Aquí, insisto, el circo ya llegó y no desde Alemania precisamente. Y en él predominan encantadores de serpientes, vendedores de humo y algún que otro payaso con muy poca gracia. Me quedo sin duda con el encanto de Miribilla: ¡Fue colosal!

Alea jacta est. La suerte está echada y a estas alturas de la campaña no queda más que decir que todo es importante –votar a EH Bildu lo es– y nada es determinante. Y que el 25S es la víspera del 26S. Aurrera bolie!

Bilatu