Jesus Valencia
Internacionalista

El maccabí, un visitante no deseado

Es de sobra conocido el trato cruel que Israel depara al pueblo palestino. Semejantes conductas violentas degradan a quien las practica ya que crean hábito y se convierten en expansivas: quienes se solidarizan con Palestina terminan soportando, en versión suavizada, el trato vejatorio que el sionismo practica en la tierra que ocupó. Euskal Herria no es una excepción.

A internacionalistas vascas que volaron hasta Tel Aviv se les negó la entrada y hubieron de regresar, tras minuciosos interrogatorios, sin abandonar las dependencias del aeropuerto Ben Gurion. El paisanaje que ha participado en alguna de las flotillas que pretendían desembarcar en Gaza, se ha encontrado un muro blindado en el mar internacional.

Aunque no es necesario viajar hasta las tierras ocupadas para experimentar la fijación israelí contra la solidaridad. Quienes han intentado denunciar a los embajadores del sionismo cuando han hecho acto de presencia en nuestra tierra, han podido comprobar cómo se las gasta el destemplado visitante. Claro que Noa, Mayumana o los jugadores del Maccabi no viajan escoltados por dotaciones militares que les den cobertura; tampoco las necesitan. Les basta el discreto acompañamiento de los agentes del Mossad que coordinan el trabajo represivo de las policías y las judicaturas locales. Acceder al recinto deportivo en el que van a jugar los israelíes supone someterse a los rigurosos controles de la policía vasca, tener que entregar cualquier hoja volante o distintivo palestino y, en último término, exponerse a no poder seguir el evento. Tampoco estaría mal que el partido hubiera de jugarse con unas gradas vacías y unos alrededores repletos de denunciantes (ya ocurrió en Suecia). Un internacionalista de Gasteiz se lanzó a la cancha del Buesa Arena exhibiendo una bandera palestina y el castigo que hubo de soportar fue severo. La misma acción fue sancionada en Catalunya con sesenta euros de multa por desórdenes públicos; al activista vasco le impuso Lakua una sanción de tres mil euros «por incitación al terrorismo».

El Gobierno de Israel está nervioso. Cuando arrancó la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) la consideró intrascendente y ridícula; once años más tarde, su valoración ha cambiado. Desde enero del 2015, viene adoptando una batería de medidas con las que trata de neutralizar dicha campaña; el boicot internacional le está resultando especialmente nocivo y costoso. Una de estas medidas es la de dotarse en cada Estado de lobbies que coaccionen la soberanía de las instituciones locales. En junio de este año, el Ayuntamiento alavés de Kanpezu aprobó una resolución a favor del boicot a Israel; a los pocos días, recibió el amenazante recurso de ACOM (Acción y Comunicación en Oriente Medio). Dicho organismo, que nadie sabe quién lo financia pero sí qué intereses defiende, conminaba a los munícipes a retirar la resolución so pena de encontrarse en los tribunales. En fechas más recientes, el Parlamento navarro ha aprobado una declaración institucional requiriendo a Israel que cese la ocupación. Pronto aparecieron los leguleyos de ACOM descalificando de forma intolerable la declaración de los navarros.  

Sobra decir que la furibunda acometida israelí contra la solidaridad no ha conseguido frenar el apoyo que Palestina encuentra en nuestra tierra. En mayo de este mismo año, Sortu, con otros 350 organismos de diferente signo, remitió una misiva al Parlamento Europeo en la que defendía como legítima la práctica del boicot; medida que Israel y sus gobiernos amigos pretenden criminalizar. A lo largo de 2016, el embajador israelí ha cursado varias visitas oficiales a Euskal Herria. En las todas ellas, se ha encontrado con el rechazo institucional y popular que la política colonialista de su Estado suscita en nuestra tierra.

El día 29 de diciembre, el Maccabi volverá a jugar en el pabellón Buesa Arena de Gasteiz. No sé dónde ni cómo, pero estoy seguro de que volverá a encontrarse con el rechazo que el sionismo, al que el club de Tel Aviv trata de encubrir y maquillar, provoca en Euskal Herria. Cuando los jugadores macabeos aterricen en nuestra tierra saben que llegan a territorio hostil. En marzo de 2007, la afición de Indar Baskonia y los internacionalistas vascos declararon a este club y a sus seguidores, personas no gratas. Nueve años más tarde, tanto la afición baskonista como quienes promueven el BDS, han reiterado el mismo rechazo. En esta ocasión, toman en cuenta las demandas que  han llegado desde la propia Palestina. ¿No huele a fanatismo el mezclar deporte y política? La respuesta a esta pregunta la da Khalil Shalen, del Centro Palestino por los Derechos Humanos y participante en el referido mensaje: «Bicotear al Maccabi es luchar por la libertad, la justicia y la dignidad humanas».

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