Iñaki Bernaola
Teólogo de a pie

El revival sexual del obispo Munilla

Una vez más, los curas hablando de sexo. No es de extrañar: de los diez mandamientos de la Ley de Dios, los que, para bien o para mal, ya casi nadie recuerda, dos de ellos se refieren explícitamente al sexo, a poner cortapisas al sexo para que nos entendamos: El sexto dice no fornicarás; el noveno dice que no hay que tener pensamientos ni deseos impuros, o sea eróticos.

Mientras que otro de ellos, el último, se enunciaba como “no desearás a la mujer de tu prójimo” lo cual otorgaba cierta ventaja a las mujeres porque nada decía sobre desear al marido de la prójima.

La verdad es que oír a los curas hablando de sexo es algo así como oír a un cojo hablando de fútbol. A lo mejor un cojo puede saber de fútbol mucho, y por qué no un cura de sexo, pero siempre te queda un regusto como de que están hablando de oídas. Aunque igual resulta que el cojo antes de ser cojo era futbolista, y el cura antes de ser cura se había puesto las botas, y no precisamente las de fútbol.

Esta vez es nada menos que el obispo católico de Gipuzkoa, señor Munilla, quien entra al trapo de lo erótico. ¿Qué nos dice? Pues un poco lo que se esperaba: Por ejemplo, que el sexo de rollo de fin de semana causa mucho dolor, o que cuando se cohabita  (sic) en las relaciones prematrimoniales, una posible ruptura causa más dolor que si no se cohabita. Si no se folla, para que nos entendamos.

También hace una separación clara entre noviazgo y matrimonio. El noviazgo vendría a ser la etapa de conocerse mutuamente sin sexo por medio, y el matrimonio la etapa de tener sexo después de haberse conocido en el noviazgo.

Qué duda cabe que, en algunas cosas, el Señor Munilla tiene razón. Está claro que si para el rollo de fin de semana necesitas aguantar hasta las tres de la mañana en una discoteca, meterte un par de cubatas entre pecho y espalda, esnifarte un par de rayitas y tomarte alguna pastilla que otra, el sexo causa mucho dolor, mucho quebranto para la salud y, ni qué decir, también mucho quebranto para el bolsillo. Creo que en tales casos sería mucho más razonable recurrir a profesionales que, por una cuota razonable, te arreglarían mejor el tema.

El tema del noviazgo tiene más enjundia: ¿Alguien se acuerda hoy en día de lo que es un noviazgo? Yo sí: un noviazgo es una cosa que sirve para inspirar unas cuantas canciones preciosas, boleros y chachachás la mayoría de ellas, como por ejemplo “Somos novios” del inmortal Armando Manzanero, en la cual los novios buscan el momento más oscuro para darse el más dulce de los besos y recordar de qué color son los cerezos (ojo: para los mejicanos las palabras besos y cerezos riman entre sí). Pero hoy en día, entre el matrimonio civil, el homosexual y el hetero, las parejas de hecho, y las parejas que viven juntas sin ser de hecho ni novios ni nada, los conceptos de noviazgo y matrimonio son mucho más difusos.

El Señor Munilla agarra el tema del sexo por donde más le conviene, pero, así y todo, hay cosas que no cuadran. Por ejemplo: ¿Acaso la ausencia de relaciones sexuales no causa también dolor? ¿Por qué a ese dolor se le encumbra a la categoría de virtud, la castidad, y en cambio el otro dolor se reprueba? ¿Por qué el dolor por no follar es dolor “bueno”, y el dolor por follar  “malo”?

Cierto sacerdote que fue detenido en Chile en posesión de abundante material de pornografía infantil, grabado por él mismo cuando impartía clases de educación física en un colegio del País Vasco, reconocía sin tapujos que la abstinencia sexual impuesta por su celibato le había llevado a buscar otras vías de satisfacción. ¿No será acaso que el dolor producido por la abstinencia sexual es tan malo o más que el otro?

Amor y dolor suelen ir unidos. Nos lo han dicho escritores, desde las hermanas Bronte hasta Jacinto Benavente pasando por Bernardo Atxaga. Nos lo han dicho cantantes, desde Antonio Machín a Carlos Gardel pasando por Los Panchos. El pintor Julio Romero de Torres pintó un cuadro titulado algo así como alegoría del amor sagrado y del amor mundano, cuadro que estos días se expone en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. A su vez, también amor y sexo suelen ir unidos. Haciendo un símil eucarístico, podríamos decir que el amor y el sexo son como el pan y el vino: cuando más pan comes, más ganas te entran de beber vino, y viceversa. También cuando mantienes con otra persona relaciones sexuales es natural que brote cierto afecto, y a su vez un fuerte sentimiento afectivo hacia alguien le hace ser más deseable sexualmente.    

Señor Munilla: por muchas vueltas que le de al tema, el hecho es que mantener relaciones sexuales periódicas es la condición más sana de la persona, siempre que esas relaciones se lleven sin malos rollos como por ejemplo la culpabilidad, los celos o el ejercer daño a tu pareja. Porque cada persona es dueña de su propia vida, de su propio cuerpo y de su propia sexualidad. Porque no hay ninguna limitación aceptable a la práctica sexual más que esa: el no hacer daño a los demás ni coartar su libertad sexual, ya que la sexualidad es el principal potencial que tenemos las persona adultas para acercarnos, para querernos las unas a las otras. Lo del matrimonio está muy bien, pero mal que le pese, el matrimonio es una institución civil, y la responsabilidad que se contrae en el matrimonio es, fundamentalmente, una responsabilidad civil.

Dice también el Señor Munilla que las ideas que defiende no son hoy en día políticamente correctas. Hoy no, pero antaño sí. Eran políticamente correctas cuando D. Francisco Franco era duelo de nuestras vidas y haciendas; cuando el adulterio y el amancebamiento (mantener relaciones sexuales sin estar casados) era delito; cuando simplemente casarse por lo civil estaba muy mal visto; cuando el divorcio estaba prohibido; cuando tener un hijo de soltera acarreaba la desgracia y el rechazo social para la madre y a lo mejor también para su vástago; y cuando, para acabar, el sexo y la política eran furibundamente denostados por el Régimen como si de las plagas de Egipto se tratara.  

Su ideas, señor Munilla, no son hoy en día políticamente correctas. El franquismo, afortunadamente, tampoco lo es.

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