Oskar Fernández García
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

El terror tiene nombre

No solo tiene esa característica, sino que sus letras están impregnadas de ignominia y bañadas de sangre palestina. Israel desde su creación como Estado -a mediados del siglo pasado- se constituyó desde el primer momento en una plaga bíblica permanente y en un auténtico calvario terrorífico para el pueblo palestino.

El sionismo intransigente, brutal, fundamentalista y asesino ha convertido la Franja de Gaza en la mayor cárcel del mundo al aire libre. Responde al lanzamiento de cohetes, de escasa o nula efectividad -desde el punto de vista militar- con una inmensa maquinaria de guerra sofisticada e increíblemente eficaz para desatar el terror, la desolación y el caos mortal. La desproporción de la respuesta es de tal magnitud y envergadura que el mundo entero debiera sentirse desolado, angustiado, avergonzado y, por supuesto, culpable directo por su desidia absoluta y lamentable, por no haber sido capaz de detener el genocidio sistemático que ha ejercido, desde hace décadas, y sigue ejerciendo el Gobierno israelí sobre la población civil absolutamente indefensa.

Ya se han alzado algunas voces cualificadas denunciando «posibles crímenes de guerra» contra la población civil por parte del Ejército sionista, como por ejemplo lo hizo el miércoles 23 la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, durante una sesión especial sobre la incursión israelí en Gaza. Pero la barbarie continúa. Se siguen bombardeando bloques de viviendas donde no hay ni un solo miliciano, hospitales, ambulancias, medios de comunicación, mezquitas y centros de la ONU. Civiles, mujeres, niñ@s, ancian@s, que no tienen dónde refugiarse ni a dónde huir, se convierten para los asesinos sionistas en blancos militares, ante la exasperante pasividad y estulticia de la llamada comunidad internacional. Es necesario e imprescindible presionar al Gobierno de Benjamin Netanyahu mediante un boicot absoluto a todos los productos de su país.

Asimismo, se debe presionar a los gobiernos de Europa para que rompan todo tipo de acuerdos comerciales con el Estado sionista y que este sea expulsado de todos los organismos y foros internacionales. El mundo libre, civilizado, democrático y más zarandajas no debiera permitir ni un minuto más la instauración del caos, el terror y la violencia sistemática de los derechos humanos en la Franja de Gaza. Las miradas desvalidas, perdidas y aterrorizadas de los niños y niñas de Palestina constituyen uno de los gritos silenciosos más desgarradores a los que se haya enfrentado la humanidad.

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