Patxi Astibia Arana

Entre la ilusión y el recelo, el “último asalto”

Tras el resultado electoral del 24 de mayo, muchos nos sentimos ilusionados y satisfechos porque creemos haber defenestrado a los viejos partidos, corruptos y fracasados.

Los nuevos partidos, plataformas y agrupaciones de unidad popular surgidos, deben demostrar ahora si tienen voluntad cierta de cambiar las cosas e instaurar una democracia verdadera.

No olvidemos, que somos los ciudadanos, vigilantes y críticos, quienes debemos controlar el poder y hacer sentir nuestra firme presencia a los nuevos gobernantes, para evitar su tentación de abuso, la corrupción, el despotismo y otras lacras y miserias. En tanto la ciudadanía no asuma que democracia, decencia, igualdad y justicia son valores que no se conquistan sino que debemos luchar por ellos cada día que amanece, nuestros males seguirán vigentes.

Debemos construir un proyecto que vaya más allá de la “estructura partidista”. Ante la próxima cita electoral, no deberíamos olvidar que está en juego un cambio en la gobernabilidad del Estado. No deberíamos permitir la alternancia en el poder de las dos fuerzas políticas tradicionales, que han estado gobernando los destinos de este país y nos han demostraado con creces sus objetivos y fines. Ese escenario no sería iluisionante, pero la sospecha de que todo va a cambiar para que todo siga igual, se abre camino.

Si el objetivo es cambiar, me pregunto si para ello no deberíamos también pensar en cambiar el sentido del voto, porque en estas elecciones es fundamental el voto útil, y llegados a este punto, todos los ciudadanos que queremos un cambio, deberíamos presionar y exigir a todas las fuerzas y partidos progresistas de izquierda, pensar en el bien común y no preocuparse de quien deja más pelos en la gatera, peues cuando se cede para ganar es cuando todos ganamos. Por tanto, humildad + generosidad = Unidad (que es el modo de avanzar positivamente).

La dispersión del voto de izquierdas, es el principio del fin de la auténtica transformación social y política que necesitamos. Deberíamos anteponer lo que nos une a lo que nos diferencia en torno a un programa de mínimos. Deberíamos formar una candidatura de unidad popular para las próximas elecciones generales, compuesta por gentes y ciudadanos progresistas de izquierdas, donde todos estemos cómodos, manteniendo cada uno su propia identidad, porque en ese escenario no sobra nadie y todos somos necesarios.

No me invento nada si digo que la fuerza transformadora en estos momentos la canalilza el fenómeno Podemos, que sí no hubiese surgido habría que haberlo creado, es la única fuerza, a mi entender, que a día de hoy podría aspirar al cambio.

No se cual va a ser la fórmula mágica que haga posible ese escenario necesario de unidad popular, de ahí el recelo para conseguir ganar este “último asalto”. En esta pelea, nos encontramos todos, y cuando digo todos me dirijo también a las fuerzas nacionalistas y soberanistas de izquierda, porque la consecución de sus objetivos estratégicos estarían más cerca de ser conseguidos con otros agentes y en otro escenario diferente al actual.

Es evidente que en este mundo donde predominan la globalización y el neoliberalismo, el enemigo (así lo ha demostrado) es muy poderoso y cuanto más nos arrebata, más fuerte se hace.

Pongámonos manos a la obra, la ocasión que se nos presenta es única, seamos capaces de ganar este “último asalto”.

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