Patxi Abasolo
Miembro de Nafarroa Bizirik

Espacios de la memoria

Más de tres años han pasado ya desde que la Iniciativa Nafarroa Bizirik solicitase al ayuntamiento la colocación de una placa en el corazón de Pamplona, en recuerdo del castillo ordenado construir por el rey Luis I de Navarra entre los años 1308 y 1310 en el solar de la actual Plaza del Castillo.

Tras la conquista de 1512, el viejo castillo fue derribado, y sus piedras empleadas en la construcción de la nueva fortaleza que, por orden de Fernando el Católico, se levantó en el frente contrario de la plaza, donde hoy se encuentra el Palacio de Navarra. Han sido tres años (y más) durante los cuáles el Ayuntamiento nos ha cerrado las puertas, una vez tras otra.

En esta ocasión, el 3 de diciembre, el ayuntamiento no ha tenido reparo alguno en reconocerse en la historia de estas tierras, participando también en la inauguración de la placa de manos del señor alcalde Joseba Asirón. Desde estas líneas, por tanto, nuestro más sincero agradecimiento al Ayuntamiento y a la Federación Orreaga, que incluyó el acto dentro del programa del Nafarron Biltzarra - Día de Navarra de este año. Entendemos el acto del jueves pasado como un gesto, tan sencillo como importante, de la necesidad y posibilidad de superar ese precipicio que ha ido elevándose cada vez más entre las instituciones y los movimientos sociales y populares.

¿Cómo no recordar el ingente trabajo realizado por la Iniciativa Nafarroa Bizirik en torno al Vº Centenario de la Conquista de Navarra? Las mujeres, hombres, colectivos y organizaciones que se dieron cita en su seno hicieron realidad un movimiento popular amplio y plural, con vocación y determinación de trabajar con otros hombres, mujeres y colectivos de culturas políticas e ideológicas bien diferentes, pero que compartían una meta común: visibilizar la historia y recuperar la memoria de este pueblo, así como la determinación manifiesta de recobrar una soberanía arrancada hace ya demasiado tiempo. En la misma Plaza del Castillo, auténtico lugar de la memoria, también de nuestra historia más reciente, aquel hermoso 16 de junio de 2012, decenas de miles de corazones se hicieron sentir desde Carranza hasta Laguardia, desde Ribaforada hasta Donapaleu.

Fue nuestro Vº Centenario, recordado a nuestra medida. Un trabajo ingente que se llevó a cabo en todos los rincones del viejo Reino en una lucha sin igual contra todo un proceso de desmemoria y aculturación que venimos sufriento durante siglos. Una batalla ideológica que la Navarra consciente de sí misma salió victoriosa dejando cao a esa otra Navarra gris y triste que no hace sino mirar donde haya prebendas, una Navarra dócil y de estómagos agradecidos.

Pero el 2012 nos dejaba, y pensamos que, más allá de la reivindicación y del trabajo puramente ideológico, debíamos poner en marcha un proyecto físico, ‘Enneco: Haritzaren memoria’ (www.enneco.org), un gran espejo construido en auzolan, donde las gentes de estas tierras pudiesen mirarse y mirar al mundo sin complejo alguno. Al mismo tiempo, dejamos en manos de colectivos y pueblos la posibilidad de seguir rescatando esos espacios de la memoria, los viejos castillos navarros, con el objetivo de seguir creando dinámicas en torno a los mismos.

En 1516 el Cardenal Cisneros, regente de Castilla, ordenó destruir todas las fortificaciones navarras. Fue la respuesta de Cisneros al nuevo intento protagonizado por Navarra para recuperar su independencia: «el reyno puede estar más sojuzgado y más sujeto, y ninguno en aquel reyno tendrá atrevimiento ni osadía para se revelar». El propio coronel Villalba se mostró orgulloso de esas destrucciones: «Navarra está tan baxa de fantasía después que vuestra señoría reverendísima mandó derrocar los muros, que no ay ombre que alçe la cabeza».

El caso navarro, por tanto, no es una excepción. Todos los procesos de aculturación, de negación de lo propio, han sido y son fruto directo de una situación de sometimiento. Los mil y un mecanismos impuestos desde lugares lejanos y extraños a estas tierras han conseguido que muchos hombres y mujeres navarras desconozcan y no se reconozcan en su propia historia.

Con la dinámica de recuperar estos espacios de la memoria, aunque estemos hablando de acontecimientos que tuvieron lugar hace ya muchísimo tiempo, no estamos sino ayudando a poner fin a un largo y trágico proceso de invisibilización al que se ha visto sometida Navarra y sus gentes. Hace ya tres años, en este mismo lugar, quisimos dejar bien claro que las conquistas no deben celebrarse, las conquistas se denuncian, así como todos aquellos intentos por seguir silenciando la voluntad de las gentes navarras a ser dueñas de su propio destino. Ha sucedido en Huarte y en Untzue, también en Bermeo, en aquel txoko de la historia navarra llamada Gaztelugatxe. En todos ellos desalmados anónimos han destruido en un momento muchas jornadas de trabajo y de ilusión atentando contra nuestros monolitos, en un intento desesperado por seguir ocultando la historia y la realidad de un pueblo que no tiene intención alguna de echarse para atrás, porque es mucho lo que nos va en ello.

Somos muchas las personas que amamos Nafarroa, nuestra tierra, su historia y todo el patrimonio cultural que encierra. Y somos muchas quienes seguimos reivindicando todos los instrumentos sociales, económicos e institucionales necesarios para que Navarra siga siéndolo. Porque, más allá de proclamas grandilocuentes protocolarias, en nuestro día a día, tenemos la determinación de ser mujeres y hombres libres en una Navarra libre. Porque, por mucho que les pese a los Cisneros y Villalbas de ayer y hoy, no han conseguido que esa Navarra consciente de sí misma agache la cabeza. Porque una Navarra consciente de serlo, está abocada a ejercer como tal. Nada más, ni nada menos.

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