Alexandra Ainz Galende (Dra. en Sociología y Prof. de la Universidad de Almería)

La amenza negra

Escuchaba ayer el histórico discurso que Martin Luther King pronunció el 26 de agosto de 1963, al final de la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad. Sí, el famoso discurso que ha dejado para siempre grabadas las palabras «I have a drama…» que tantas veces se usan de manera frívola y trivial. Según oía me daba cuenta que a pesar de los años, este discurso de resistencia junto con otros que no se reconocen en su tiempo como legítimos –los Black Panther Party o Panteras Negras, por ejemplo- son desgraciadamente hoy en día aún vitales y necesarios.

Vivimos en un mundo donde la ‘supremacía blanca’ aún se impone tras los discursos políticamente correctos y las reuniones multiculturales (sí, intencionadamente hablo de multiculturalidad y no interculturalidad) donde se baila a ritmo de yembe, se comen pastelitos y se bebe te haciendo apología de que somos el culmen de la tolerancia. Tolerancia, ¡qué patética palabra que demuestra la condescendencia de la racista jerarquía que pulula en nuestro inconsciente!

No voy a ser recurrente y tratar el tema de Estados Unidos, las armas, los policías y el racismo. No hace falta más que hacer un pequeño rastreo por la red para ver que en el País de las Maravillas aún hoy si eres negro, eres sospechoso. Si eres sospechoso directamente provocas miedo y si ‘provocas’ miedo, amigo mío, esto acaba derivando en conductas irracionales que suelen acabar mezcladas con sangre y balas. Y claro, como en Estados Unidos es tan complicado conseguir un arma, o que el tonto del pueblo –sea policía o no– pueda utilizarla, que los mass media, con tanto aburrimiento, están todo el día ociosos al no tener noticias que manipular.

Personalmente y aunque este tema tiene mucha importancia –me refiero al del asesinato del jóven en Ferguson y a tantos otros crímenes que se dan con estas características y que son perpetrados por la policía y su supuesta situación de pánico escénico–, lo que me preocupa es la situación en nuestros espacios geográficos. El don de la ubicuidad aún no lo poseo para saber si esto que les cuento es extensible a otras zonas, pero el otro día pude ver un cartel en el que una autoescuela y una armería ofrecían unas clases de tiro gratis a cambio de sacarse el carnet de conducir con ellos. Sí, como lo leen; se apunta usted con nosotros y le regalamos unas clases con pistolitas de verdad para que desfogue un rato a su antojo. Atroz. Tanto me impactó que atónita me quede unos minutos frente aquella magnífica publicidad, leyendo y releyendo por si mi mente mal pensada y conspiradora me estaba jugando una mala pasada. Pero no, el texto y el ofrecimiento era tan real como mi colapso mental.

Así pues, no se extrañen que de aquí a poco un iluminado o una iluminada (que también las hay) un día repentino se incline en un acto de generosidad y en nombre del órden y la justicia social y dispare contra un negro tras percibir que este se metía las manos en el bolsillo para sacar algo tan peligroso como… como una manzana, la cartera, un pañuelo…es igual. Es indiferente porque no dará tiempo a saber qué era lo tan peligroso que quería coger.

Imagino yo que en la autoescuela si algo le enseñarán al futurible iluminado, además de a sacarse el carnet, es que en el tiro al blanco, perdón, al negro, no hay que dar ninguna oportunidad. La anticipación es el don de la oportunidad. El prójimo pues, dentro de esta cartografía de la deshumanización, no se dibuja como hermano o amante, sino más bien como competidor, enemigo o un obstáculo a saltar. Ahora bien, si además de todo el obstáculo es negro, añadámosle la categoría de peligroso y, por ende, objetivo legítimo al que eliminar. Bang, bang. Total… fue en defensa propia…¡un peligro menos! ¡Viva la autoescuela!

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