Juan Mari Zulaika

La DUI y el 155, memoria y pasado del soberanismo

Si poderosamente nos ha llamado la atención el plan del Referéndum como pase a la independencia, aprovechando los soberanistas su mayoría, no nos han sorprendido, por el contrario, nada la escalada represiva del Gobierno central.

Una vez más la memoria nos ayuda a profundizar la convulsa actualidad. Nos ofrece  antecedentes y analogías respecto al conflicto de Cataluña. El procés, el referéndum del 1 octubre y la represión generada no es un fenómeno aislado de los últimos meses, ni siquiera años. Verdad que resultan un hecho histórico, debido a la forma sorpresiva y espectacular en que se ha dado, pero de hecho es la culminación de ensayos anteriores del independentismo  intensificados en el siglo pasado, años 1914-18-32-37.

Estos intentos pesaron y mucho en el origen de las dictaduras de Primo de Rivera, 1923 y de Francisco Franco, 1936. La primera persiguió el acuerdo tripartito suscrito ese año en Barcelona por los partidos independistas catalanes, vascos y gallegos. Ya entonces, el PNV se dividía entre independentistas y no independentistas, la Comunión. La de Franco arrasó bélicamente ambas autonomías, la de la Generalitat y la vasca reconocida en 1937, cuando el frente vasco resistía la invasión. Esa sí que fue rebelión de verdad provocando una guerra de tres años, bombardeando ciudades indefensas y fusilando a decenas de miles, combatientes como civiles, y que sigue todavía sin juzgar gracias a la impunidad que le mantiene el régimen constitucional.
Por las coincidencias merece un comentario el caso de Lluis Companys, president de la Generalitat, fusilado en Montjuich por Franco en 1940. En 1934, fue encarcelado en un buque tal que "Piolín" fondeado en el puerto, por proclamar el Estado catalán. Al poco, las Cortes suspendieron el Estatuto de Autonomía. Él y sus consejeros fueron juzgados por rebelión y condenados a treinta años de reclusión mayor e inhabilitación absoluta. Mejor suerte tuvo su compañero Francesc Maciá que hecho prisionero por los franceses en 1926, pudo acogerse al asilo político de Bruselas, hasta que en 1931 volvió a Catalunya, fundando con Companys el partido ERC y la República.

Hace pocos años, con la transición ya avanzada, por los años 2004-2006, hubo dos intentos serios de actualizar los Estatutos de ambas Autonomías, el Plan de Ibarretxe y el de Miravet con Pascual Maragall. Aprobados por los parlamentos autónomos, en el caso del Estatuto catalán incluso por las Cortes españolas en primera instancia, ambos fueron torpedeados por los partidos dominantes, PP y PSOE y ahí han quedado como testigos abortados de una voluntad secular.

Si poderosamente nos ha llamado la atención el plan del Referéndum como pase a la independencia, aprovechando los soberanistas su mayoría, no nos han sorprendido, por el contrario, nada la escalada represiva del Gobierno central, la brutal carga masiva del 1 de octubre por las fuerzas ocupacionales, el encarcelamiento de los dos líderes sociales, los Jordis, y para colmo la aprobación por el Senado del artículo 155, que lanza contra los soberanistas toda la maquinaria, judicial, penal y represiva del que es capaz el Estado: suspensión del Govern y de la Mesa del Parlament, querellas a 20 altos representantes por rebelión, sedición y malversación de fondos con penas de 15 y 30 años, multas millonarias, amenazas de embargo, suspensión de sueldos, inhabilitación, descabezamiento de los Mossos. ¿Objetivo? Sembrar el miedo para luego imponer unas elecciones autonómicas favorables. Con este panorama, no extraña el que Carles Puigdemont y sus consellers pongan tierra de por medio y se refugien en Bélgica en un acto de seguridad y dignidad. Considero que ha sido una jugada maestra, al situar la cuestión en un escenario internacional.

Por circunstancias conocidas el pueblo vasco ha padecido y padece leyes de excepción similares en manos de tribunales de dudosa independencia: periódicos cerrados, partidos ilegalizados, inhabilitaciones, torturas, encarcelamientos cautelares y multas a mansalva, etc. Conocemos de cerca cómo se las juega la jueza Lamela, autora de las querellas catalanas y de la acusación por terrorismo a los jóvenes de Alsasua. Domina entre nosotros la percepción generalizada de que todavía impera la impunidad que en 1978 se le otorgó con la amnistía al franquismo y a su legado, la monarquía, las estructuras judiciales y las fuerzas coercitivas. Dejo al lector que saque sus conclusiones en cuanto a la democracia española y su legitimidad. Como se dice, «todo quedó atado y bien atado». Hoy, al Ejército sustituyen las togas.

Por el contrario, nos ha sorprendido extraordinariamente todo el plan del referéndum y su culminación con Declaración Unilateral de la Independencia, la DUI. La unión de la que han hecho gala el Govern y el Parlament, la persistencia frente a los avatares, la organización de las bases burlando a la policía, el discurso concienzudo del comportamiento pacífico contra los ataques, etc. Claro que no se puede improvisar la República en unos meses, pero se ha dado un paso decisivo sin vuelta atrás, obligando a moverse a quienes confían en negociaciones bilaterales. Habeís pinchado el régimen del 78 y su mentira. Habeis removido los cimientos divinos de la Constitución, al arrancarles el artículo 155, que es la negación de la propia Constitución. Sólo les queda el «a por ellos». Trabajad unidos las elecciones del 21 diciembre,  plebiscitarias, quieras que no. Reforzareís el resultado del referéndum y la DUI. Zorionak Katalunia!

Bilatu