Josu Urrutia Beristain
director de Mundukide Fundazioa

La esclavitud del siglo XXI

La situación que se está viviendo en el Mediterráneo se ha agravado en los últimos días, con más de 1.000 personas desaparecidas en una semana y otras miles arriesgando sus vidas en una travesía que para muchas personas se ha convertido en una barrera infranqueable para pasar a una vida con más oportunidades.

Realidad mundial

No es casualidad. El mundo que estamos construyendo bajo los impulsos de la globalización y siguiendo las pautas de modelo capitalista nos está llevando a aumentar las diferencias de una forma nunca vista hasta ahora. Un informe de la ONG Oxfam, publicado este mismo año, alertaba de que la riqueza mundial está dividida en dos: «casi la mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte entre el 99% restante». Sin embargo, el mensaje es todavía más aterrador, porque «siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años». «El 1% más rico de la población ha visto cómo se incrementaba su participación en la renta entre 1980 y 2012» en 24 de los 26 países de los que disponen de datos. Y «En Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún más». Estas afirmaciones implican que la tendencia se está acelerando en los últimos años, y lo que es más grave, que como consecuencia de la crisis los ricos son más ricos, y las personas pobres son más pobres.

África

Estos datos no hacen sino dejar más patente las diferentes realidades de este mundo y la problemática existente con la concentración de la pobreza en la zona del África Subsahariana. Pertenecen a esta zona 34 de los 48 Países Menos Avanzados. Denominación que dan las Naciones Unidas a los países más pobres dentro de los del ‘tercer mundo’, en base a los ingresos per cápita, el capital humano y la vulnerabilidad económica. El África Subsahariana es la única región del mundo donde el número de personas que viven en extrema pobreza, menos de 1,25$ al día, casi se ha duplicado en las tres últimas décadas pasando de 205 millones a 386 millones en la actualidad. Además, gran parte de quienes superan el umbral de la pobreza extrema permanece por debajo de los dos dólares al día, que el Banco Mundial considera como umbral de la pobreza para países de renta media. En el caso de África Subsahariana, el número de personas bajo este umbral ha pasado de 288 a 562 millones entre 1981 y 2008.

Esta pobreza lleva aparejada graves problemas de salud y muerte. Esto se traduce en que, mientras en los países de altos ingresos de la OCDE la esperanza de vida está cercana a los 80 años, en África Subsahariana no llega a los cincuenta.

Soluciones desde Europa

A pesar de que el presidente de Italia, Mateo Renzi, ha definido la situación como la esclavitud del siglo XXI, las medidas ayer acordadas por los líderes de la Unión Europea,se centran en dotar de más recursos a la Agencia de Control de Fronteras Exteriores de la Unión Europea (Frontex), y en establecer un nuevo programa de retorno para el rápido regreso a sus países de los inmigrantes irregulares. En definitiva, levantar vallas, acrecentando el drama de las últimas décadas con más de treinta mil personas fallecidas en la travesía del mediterráneo, y enviar soldados, medida esta última también impulsada para combatir el ébola como si las enfermedades se pudieran tratar con metralletas.

Sin embargo, nada se ha hablado de propuestas conjuntas de inversión en África o acuerdos para incrementar los presupuestos de la Ayuda Oficial al Desarrollo. Resulta igualmente paradójico que, mientras se negocia con Estados Unidos un tratado de libre comercio, nadie plantee medidas que fomenten la circulación de personas y el libre comercio de productos agrícolas y manufacturas procedentes de África, así como el fin de la limitación en el uso de conocimientos para desarrollar vacunas y tratar enfermedades.

En contraposición, desconcierta la facilidad y flexibilidad para la venta de armas. Así, el gasto militar supone 224 dólares anuales por habitante del planeta y el 2,7% del producto interior bruto mundial.

Y nosotros, ¿qué podemos hacer?

Sin embargo, permanecemos impasibles ante esta situación de injusticia que como nos recuerdan está aumentando día a día. Hace unos años, las ONG vascas agrupadas en el Grupo Pro África impulsamos una campaña que se denominaba ‘África, cuestión de vida, cuestión debida’. Cuestión de vida, porque afecta a conceptos básicos de justicia, paz y derechos humanos. Cuestión debida, porque cada uno nosotros, en mayor o menor medida, somos responsables de esta situación. Reconozco la complejidad de las causas que llevan a esas situaciones de hambre, pobreza, desigualdad y bajo desarrollo. Pero es necesario tomar una postura, comprometiéndose con las personas más necesitadas. Por eso, deberíamos preguntarnos: ¿qué responsabilidad tenemos en esta situación?

Susan George decía que «existen tres clases de personas: las que hacen que las cosas acontezcan, las que las ven acontecer y las que nunca se enteran de lo acontecido». La mayoría desearía pertenecer a la primera. Ahora depende de ti.

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