José Luis Orella Unzué
Catedrático senior de Universidad

La racionalidad en la eutanasia de los animales

Aunque algunos piensan que solo las personas humanas son sujetos de derecho, sin embargo tanto la propia naturaleza como los animales tienen unos derechos reconocidos por la UNESCO y la ONU desde el 15 de octubre de 1978. El fundamento racional de estos derechos estriba en que el respeto por el hombre a la naturaleza y a los animales está ligado al respeto de los hombres entre ellos mismos.

Y aquí nos encontramos con el hecho jurídico del trato y de la muerte de los animales. Todo acto que implique la muerte de un animal sin necesidad es un biocidio, es decir, un crimen contra la vida por lo que los derechos del animal deben ser defendidos por la ley, como lo son los derechos del hombre. Ningún animal será sometido gratuitamente a malos tratos ni a actos crueles.

Más aún, en el trato con los animales no solo tiene carta de naturaleza el derecho sino que el hombre tiene la obligación de poner sus conocimientos al servicio de los animales. Es decir, que hay que tratar a los animales con racionalidad, ya que el hombre se sirve del instinto animal y, más aún, sobrevivimos de enfermedades críticas y vivimos más tiempo gracias a investigaciones biomédicas en animales. Por ejemplo nos beneficiamos de los perros entrenados que detectan drogas, guían a los ciegos y asisten a los incapacitados.


Hay sin embargo una clase especial de animales que son las mascotas. Para muchos humanos las mascotas, son cuasi-personas ya que viven en las casas, son mimosamente tratados por sus dueños que están pendientes de ellos desde la mañana hasta la noche, sacándoles a pasear, recogiendo sus excrementos, dándoles de comer, recibiendo sus caricias y su compañía.

A estos animales de compañía se les transporta con la familia a los lugares de veraneo, pagando pasajes de avión especiales en la cabina de los pilotos, se les cuida en su estética y adorno animal, se les atiende en sus enfermedades con intuición y prevención, se tiene en cuenta sus períodos de celo, de pre-parto y post-parto, se pagan sus enfermedades y sus operaciones, como a cualquier miembro de la casa. En fin, estas mascotas o animales de compañía son objeto de solicitud familiar. Y sus dueños cuidan de su honra y estima ante parientes desabridos que no entienden esa atención cuidadosa de sus necesidades y caprichos. Porque estos animales, como los niños, tienen sus manías y sus preferencias que sus dueños las conocen, las previenen y aun las estimulan, aunque estos cuidados condicionen el desarrollo cuotidiano de la casa y de sus habitantes, tanto en la vida ordinaria como en sus fines de semana, en sus viajes y sobre todo en sus vacaciones.

Estas consideraciones que son típicas de la cultura occidental pueden ser extendidas a muchas culturas y religiones orientales. Sin embargo, muchas veces ponemos más racionalidad en el trato con los animales que con las personas. Por ejemplo si vemos que un animal tiene notablemente degradada su salud utilizamos los servicios veterinarios para proporcionarle una eutanasia rápida e indolora. Cosa que no nos atrevemos a aplicar con los humanos, en quienes podemos ver el gradual deterioro de su salud aun llegando a acompañarles en una agonía de semanas sin que nos atrevamos a pedir y los médicos a conceder una eutanasia rápida e indolora. Y si lo hacemos, como en algunos lugares se hace, es contra el mandato de las mismas leyes.


Y esto me pregunto porque he asistido a largas agonías y además porque leyendo a Manuel Fraijó hablando de su maestro Hans Küng del que afirma que actualmente se encuentra en un avanzado parkinson y del que confirma que según el mismo Hans Küng desearía un final benigno, una buena muerte. El maestro rechaza expresamente el suicidio porque sería devolver la vida al creador con ira y desesperación.

Sin embargo el Tribunal supremo de Canadá ha confirmado recientemente que es legal la ayuda médica a la muerte y revoca por unanimidad la prohibición del suicidio médicamente asistido. Según esta sentencia los médicos legalmente pueden ayudar a quitarse la vida facilitando los fármacos correspondientes a personas que manifiesten claramente su voluntad de acabar con ella. La sentencia afirma que el derecho a vivir no se debe transformar en una obligación de vivir. El médico recetará la combinación de fármacos que deben tomarse para morir, pero es el interesado quien debe ingerirlos por sus medios. Esta indicación de que el médico administre un cóctel mortal de fármacos a petición del paciente está regulado también en Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Australia.

Se abre paso con claridad el que cada persona en virtud de su autonomía dispone del derecho a ser ayudado en el morir y aún la facultad de dejar por escrito la designación de la persona que le represente en el caso de que no pueda adoptar esa decisión por sí mismo.


Por qué somos más racionales en el trato final de nuestros animales de compañía que con los miembros más queridos de la familia y de las amistades? ¿Acaso no nos dejamos guiar por prejuicios ideológicos o religiosos que nos convencen que no somos dueños de la vida porque el único dueño de ella es la propia naturaleza? ¿Por qué nos hemos convencido de que podemos usar de la racionalidad para preparar el nacimiento de una nueva vida, aun hasta llegar a elegir el color de los ojos del futuro bebé y, sin embargo, no nos atrevemos a usar de la racionalidad para preparar la muerte propia y la de los seres queridos? ¿Por qué sabemos bordear la legislación civil y religiosa en la preparación de una nueva vida a través de los medios anticonceptivos, la fecundación in vitro, el análisis de la gestación para evitar las malformaciones destructivas de la esperanza de vida y aun el aborto terapéutico y, sin embargo, no nos atrevemos, aunque racionalmente lo veamos claro, a promover una eutanasia que acelere la muerte de un paciente desahuciado y carente de conocimiento con la intención de evitar sufrimiento y dolor tanto personal como de los familiares que le atienden?

¿Por qué la Asociación médica mundial afirma que el acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente aunque sea por voluntad propia o a petición de sus familiares es contraria a la ética? ¿Por qué la Organización mundial de la salud prohíbe la eutanasia activa y considera homicidio intencional de aquellos que han expresado, de manera libre y con competencia plena, el deseo de ser ayudados a morir o el suicidio asistido profesionalmente y la muerte intencional de los recién nacidos con anomalías congénitas que pueden o no ser una amenaza para la vida?


La dignidad humana del enfermo consiste en el derecho a elegir libremente el momento de la propia muerte. Con esta elección se pretende evitar inexorables dolores y situaciones extraordinarias que socavan la humanidad misma del enfermo. Sin embargo, contra la racionalidad, para la legislación actual tanto civil como religiosa, todo hombre es en sí mismo un ser digno, independientemente de las condiciones sanitarias concretas en las que viva, por lo que para estos legisladores la muerte digna es la muerte con todos los alivios médicos paliativos adecuados y los consuelos humanos posibles, pero siempre esperando la hora del desenlace que marque la naturaleza.

Es decir no hay forma de aplicar la racionalidad en la preparación de la muerte así como la aplicamos en la preparación de la nueva vida humana e igualmente en el final de los animales de compañía más queridos.

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