Félix Placer Ugarte
Teólogo

Larru

Así llamamos sus amigos a Fernando Larruquert, tal como él mismo firmaba sus numerosos e-mail que a lo largo de varios años hemos ido intercambiando.

Cercano con una desbordante cordialidad, crítico agudo desde un humor envidiable, amigo auténtico («soy habitualmente sincero; así me va»), buscador infatigable, luchador comprometido por Euskal Herria a la que dedicó lo mejor de su artístico trabajo fotográfico y cinematográfico (Pelotari, Ama Lur, Agur Everest...), solidario con los últimos: «Nunca entendí el atractivo del dinero, como no fuera para comer, y comprar algún libro de vez en cuando. Desde hace muchos años, mantengo: lo mío, también es de los demás, pero lo de ellos no me pertenece. ¿Por qué no todos igual? Tal vez sea comunista, pero no desde lo político, sino desde lo “normal”.»

Ha dado a lo largo de su vida lo mejor de sí mismo para nuestro pueblo y su cultura, por su memoria, con generosidad desbordante, con admirable sensibilidad que ha ido expresando en sus fotografías y películas donde se descubre su gran  calidad artística y, al mismo tiempo, su personalidad, su espíritu que quedan retratados en sus obras gráficas, ya que, como decía su hijo Aitor en la  exposición “lurra hunkitua”, «la fotografía no sólo hace al fotógrafo, sino que lo retrata».
Y Larru ha quedado simbolizado, pero no sólo en imágenes de profundo lenguaje comunicativo, sino en la memoria y corazón de quienes hemos tenido la suerte –y el honor– de compartir su amistad que él cultivaba con fidelidad  agradecida. Como me comentaba en uno de sus mensajes, entre sus innumerables amistades destacó a: «mis tres amigos transparentes, sin pliegues que, con su muerte me metieron un duro y triste gol: primero, Gandiaga (el poeta de Arantzazu); después, Oteiza (su más entrañable y mejor amigo); por último, Lekuona… cuando volverá a nacer en Euskalherria una excepción como él. Y perdí el partido, claro…»

Y ahora has sido tú, Larru, quien te has ido y, a pesar de que en tu larga enfermedad, «…como le digo a Marilén y a nuestros ‘chavales’, tengo ganas de desaparecer», no ha sido así para quienes te queremos, admiramos y guardamos en nuestro corazón lo mejor que nos has dejado: tu amistad profunda que nunca muere.

Por eso, Larru, no te despido, sino que comparto contigo, desde tu íntima religiosidad oteizana en el silencio y en el vacío, este poema de tu gran amigo Bitoriano Gandiaga: «Hilgo naz eta edertasunak jarraituko dau lurrean. Alleluia… Hilgo naz eta lurrago jarraituko dot lurrean… Alleluia.»  Dirigidos por ti, como el coro Alaiki y la Coral Irunesa de Cámara, cantamos juntos eskerrik asko, sintiendo la caricia de Ama Lur a la que dedicaste, con Nestor Basterretxea, uno de tus más bellos  poemas de luz e imagen y que ahora te acoge agradecida y nos ofrece los frutos de tu intensa vida de lucha por nuestro pueblo, de tu arte comunicativo, de tu amor entrañable.

Zuri, Marilen, Fernan, Aitorarekin, besarkada haundi bat,

Bilatu