José Luis Orella Unzué
Catedrático senior de Universidad

Las razones de la descristianización del pueblo vasco

Se ha generalizado la desafección hacia las iglesias y a sus anquilosadas prácticas religiosas, cuando la jerarquía ha pretendido dar soluciones religiosas y especialmente clericales a los principales problemas vitales.

Varias son las razones que pueden aclarar el cambio generalizado de comportamientos de algunos católicos del pueblo vasco respecto a la profesión de las antiguas prácticas cristianas. Unas principalmente tienen su origen en el comportamiento de la llamada Iglesia jerárquica, mientras que otras se originan por la escasa actividad que la mayoría de los que formábamos la Iglesia, hemos tenido en la captación y profundización en los valores que eran denominados cristianos pero que en realidad son valores humanos.

I.- El comportamiento de la Iglesia jerárquica

1.-  El machismo del clero vasco que no busca caminos ya ensayados y ejecutados en la primitiva iglesia y en otras iglesias católicas orientales y principalmente en otras iglesias cristianas de concesión del diaconado femenino permanente, del sacerdocio y del episcopado femenino.

2.- La afiliación nacional-católica de la jerarquía que honró bajo palio al dictador Franco, que tuvo confesores de gran prestigio científico universal y que sigue ostentando esta orientación con participación activa en manifestaciones como procesiones y aun ritos ancestrales que rozan la idolatría.

3.- El comportamiento jerárquico español y pontificio en el caso de los sacerdotes obreros, de los represaliados durante la Guerra Civil o, más recientemente, en la influencia ambivalente del clero vasco en la formación de ETA Igualmente la participación desigual y conflictiva del clero en las luchas y huelgas de los católicos contra el franquismo, así como en la conformación de partidos comunistas a la izquierda del PCE durante la transición a la democracia.

4.- La postura del clero en el tratamiento del sexo, en la doctrina del sexto mandamiento, la masturbación, el uso de preservativos, la prohibición de la participación eucarística a los divorciados, la negación del divorcio, la doctrina del aborto, de la fecundación subrogada, del casamiento de los sacerdotes obreros, etc.

5.- La ocultación intencionada de la pederastia del clero y tanto del secular como del regular en la formación de la juventud tanto en colegios religiosos como en centros eclesiásticos durante el franquismo, tardo-franquismo y aún en la democracia.

6. La acumulación de riquezas principalmente inmobiliarias de la jerarquía a través de la masiva inmatriculación de iglesias, casas parroquiales, centros de infancia, hospitales, y en la inveterada recepción de las donaciones inmobiliarias en últimas voluntades y la exigencia de repetición de ritos por los muertos como las misas gregorianas y anuales etc.

7.- La politización del clero en sus orientaciones en favor de las opciones franquistas y de tradiciones católicas ultra-conservadoras.

8.- El florecimiento de iglesias para-catecumenales de orientación ideológica extrema profesando doctrinas teológicas antiguas y superadas por la propia doctrina generalizada por los concilios y las cartas pastorales del Romano Pontífice.

9.- El apoyo explícito que anteriores pontífices romanos dieron a movimientos conservadores como los Legionarios de Cristo Rey o el Opus Dei a sabiendas de que dichas doctrinas eran compensadas con la entrada masiva de limosnas que estas organizaciones daban a la Santa Sede.

10.- La lucha doctrinal y teológica que se sostuvo desde el Vaticano contra doctrinas católicas como la teología de la liberación o contra teólogos concretos que fueros expresamente represaliados y aún amenazados de excomunión.

11.- Grandes hombres de la teología de la Liberación eran vascos, españoles o sudamericanos como Jon Sobrino, Ignacio Ellacuría, Leonardo Boff, Paulo Freire, Enrique Dussel, etc. Molestaba a la jerarquía el que la Teología de la Liberación fuera más una teoría de la acción que un movimiento intelectual. Y porque por esta acción pastoral se ocupaban de la totalidad de la vida humana: la espiritual y la terrenal, y en ambas llegaron a plantearse la explicación de sus problemas con la mayor radicalidad. El resultado fue el desamparo jerárquico y la ocultación de casos flagrantes como el asesinato de dirigentes significados como Monseñor Óscar Romero o los jesuitas Ellacuría y sus compañeros. La Teología de la Liberación fue un movimiento más práctico que teórico, y tan efervescente como efímero aunque en cierta medida, buscaba un reacercamiento de la Iglesia católica a los pobres y necesitados.

12.- La lucha soterrada que existe en el Vaticano entre las orientaciones pastorales papales y las actuaciones de los residuales ministerios romanos controlados por grupos de ideología radical o de orientación neoliberal.

Estas son algunas de las razones por las que gran mayoría de las clases sociales católicas del pueblo vasco han dejado de practicar los sacramentos, no acuden a la misa dominical y sólo ceremonialmente se acercan a la Iglesia en momentos concretos como son los minoritarios matrimonios eclesiásticos y  los funerales.

II.- El comportamiento social de la actual generación
Nuestra generación de las postguerras no ha sabido transmitir a las generaciones que nos siguen algunos valores fundamentales humanos y religiosos porque no hemos sabido distinguir los valores en sí, de las experiencias, doctrinas y prácticas religiosas y sobre todo clericales sufridas.

Por ejemplo entre los valores no trasmitidos están el tema de la existencia de Dios, el papel que ha jugado en la historia la figura de Jesús de Nazaret, la necesidad vital que tenemos de contar con la trascendencia en la explicación de los valores de globalización (v. gr. el derecho de todos los hombres a los bienes de la naturaleza), el despojo de referencias religiosas en la comprensión de realidades culturales, la visión común que surge con el conocimiento, la comparación y la coexistencia de las diferentes religiones que rodean al catolicismo y aún al cristianismo.

No hemos valorado el sentido profundo del sacramento del bautismo o de iniciación en la comunidad (por eso no bautizamos a nuestros hijos o nietos), del matrimonio como compromiso social en la convivencia (por eso no nos casamos mayoritariamente por el rito religioso), de la eucaristía o reunión social para la creación de grupos de convivencia cotidiana y por eso no vamos a misa, de las bienaventuranzas (aunque haya crecido el número de organizaciones no gubernamentales de apoyo a los necesitados), de la igualdad de derechos y obligaciones de los sexos (y por eso no hemos erradicado los comportamientos y actuaciones sexistas).

Por otra parte se ha generalizado la desafección hacia las iglesias y a sus anquilosadas prácticas religiosas, cuando la jerarquía ha pretendido dar soluciones religiosas y especialmente clericales a los principales problemas vitales.

Sin embargo, miles de personas siguen acudiendo a las procesiones de Semana Santa andaluza o a la visita de la patrona en la basílica de Begoña. ¿Qué podemos decir de estos actos? Que la religiosidad sigue latente como si no se hubiera derrumbado la estima de la estructura clerical y jerárquica.

Creo que el principal valor que nuestra generación ha transmitido es el de la igualdad de todos los hombres y mujeres de cualquier parte de la humanidad en cuanto a derechos y obligaciones. E igualmente que la mejor postura que se puede tener en el trato con los demás es en ayudarles a que sean mejores, porque en la misma medida que hacemos hombres y mujeres a los demás, nos hacemos nosotros hombres.

También ha transmitido el valor de que Jesús de Nazaret es el prototipo del hombre al que tenemos que imitar por su deseo y trabajo de implantar en el mundo el reino de Dios, es decir, el reino de los derechos de todos comenzando por dárselos a los pobres y humillados y en esto se fundamenta las obras de misericordia.

Últimamente nuestra generación ha trasmitido el valor de que Dios está presente y en medio de nuestra existencia, porque fundamenta la consigna de hacer partícipe en la globalización a los demás hombres y mujeres de los derechos humanos con independencia del estrato social, color de piel o religión que tengan.

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