Carlos Aitor Yuste Arija
Historiador

Próxima estación: Frente Popular

Si algo dejaron claro las últimas elecciones al Parlamento Europeo es que ya nada es igual, y los movimientos políticos de las últimas semanas no vienen sino a confirmarlo.

Por una parte tenemos el afianzamiento de la coalición EHBildu, la cual proporcionalmente mantiene los resultados obtenidos en las elecciones municipales, cuando no los superan con creces, como en el caso de Nafarroa. Por otra parte, tenemos el ascenso de opciones de izquierdas hasta ahora marginadas por el peso del PSOE, como Izquierda Unida o los ecologistas de Equo. Y por último, naturalmente, la irrupción de Podemos, que parece haberse convertido en el galvanizador de todo el voto «de castigo» no nacionalista.

En respuesta a esto, los grandes derrotados en esos comicios, el PP y el PSOE, que han sido los dueños absolutos de la situación política durante décadas han respondido cada uno a su manera, dependiendo de su fortaleza puntual, pero en el fondo de la misma forma. Por una parte, el PP, que pese a la pérdida de votos sigue siendo la única fuerza de la derecha española, visto que Vox no ha logrado arañar el porcentaje de voto desencantado popular que esperaban, se ha lanzado a una campaña del miedo, no ya contra Podemos o EHBildu, que también, sino para crear el clima de opinión suficiente que justifique el golpe de mano que supondría una reforma de la ley electoral que otorgase el poder a la fuerza más votada.

El PSOE por su parte, que se encuentra inmerso en su travesía por el desierto, ha confirmado en sus primarias que, sin ser un partido de derechas como algunos malician, se ha convertido en algo mucho peor: un partido dinástico, como aquellos liberales progresistas que alternaron en el Gobierno con los conservadores hace ahora cien años. Un partido que no tiene más objetivo que el de llegar al poder, vistiendo de «sentido de Estado» desde una reforma exprés de la Constitución hasta una sucesión de la corona, pese a sus «profundas raíces republicanas».

Queda dibujado así un panorama en el que cada vez es más clara la existencia dos bandos enfrentados, pese a las notables diferencias que puedan existir dentro de cada uno de ellos: por una parte, unas fuerzas de izquierdas que desean no uno, sino muchos cambios; y por otra, un conglomerado de partidos si no conservadores, sí al menos partidarios de conservar el régimen en el que han crecido y medrado: los ya citados PP y PSOE y, pese a sus discursos veletas, mucho me temo que gran parte de las fuerzas regionalistas o nacionalistas de derechas.

Evidentemente, esta última no es una unión pública y notoria, ni falta que hace. Se trata más bien de una unión de intereses, en la que no parece que vaya a cambiar nada la elección de Pedro Sánchez, pupilo de Pepe Blanco y candidato favorito de Susana Díaz, a la que desde Zarzuela le pidieron que se presentase. Basta con que coincidan por ejemplo en la necesidad de un cambio en la citada ley electoral para garantizarse unos años más de poder. Además, es la moda que se impone desde Alemania, y todos sabemos que si Berlín dice, Europa obedece.

Ante esta amenaza, no se trata de que en la izquierda pierda cada uno su personalidad y se lance en brazos del vecino. Es evidente que EHBildu defiende unos postulados que no defiende IU y a su vez Podemos tiene sus propios puntos de vista. Sin embargo, la amenaza está ahí, y la reforma de la hasta entonces intocable Constitución que estamos pagando a base de bien es la prueba de que por delante de los principios de los partidos dinásticos están los bolsillos.

Urge, por tanto, construir puentes entre todas las fuerzas y personas de izquierda, por encima de programas, pero siempre respetando cada uno de los programas. Urge reunir, que no unir, a EHBildu, IU, Podemos, Equo, y demás fuerzas y personas de izquierdas, incluidos los cada vez más numerosos disidentes del PSOE, y buscar los puntos comunes desde el respeto a los puntos que les separan.

Únicamente así podrán acudir a la próxima carrera electoral, las autonómicas en Nafarroa, las elecciones a Juntas Generales en la CAV y municipales (si no hay un adelanto antes de las Generales) con la cintura suficiente como para poder responder con un Frente Popular a una reforma sobre la marcha de la ley electoral que, de no presentar un frente unido que lograse ser la fuerza más votada, perpetuase cuatro años más en el poder, por ejemplo, a UPN al frente del Gobierno navarro.

Y cuatro años más de gobierno de UPN en minoría, no, por compasión. Eso no.

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