Adolfo Muñoz «Txiki»
Secretario General de ELA

Quien impone miseria no es anónimo

La patronal quiere «colaboración» sindical para llevar adelante sus planes. En el documento presentado por Confebask a CCOO, UGT y al Gobierno Vasco en la mal llamada mesa de Diálogo Social les dice: «Unas relaciones laborales modernas requieren (...) unos consensos nuevos que debieran ser más responsabilidad de sus propios actores, trabajadores y empresarios, sindicatos y organizaciones empresariales, que de los poderes públicos y de la norma legal». ¡Vaya caraduras!

Dicen eso tras recibir de la «norma legal» el regalo de dos reformas laborales brutales y a la vez que la CEOE exige otra más. Puro cinismo. Al Gobierno Vasco ese «nuevo modelo» le gusta; tiene mucho que ver con el que él impone en sus ámbitos de responsabilidad. Más de una vez hemos dudado sobre quién es el portavoz de la patronal, si los responsables de Confebask… o la consejera Tapia o el nuevo diputado de Hacienda de Gipuzkoa, Javier Larrañaga.

En la propuesta de Confebask sólo cabe la voluntad unilateral del empresario. No admite límites a ese poder. Da por muerto el Derecho Laboral y el trabajo digno porque los entiende como un obstáculo a la «competitividad» de las empresas. Saben que las leyes le favorecen y que los Gobiernos, nunca más dóciles que ahora, renuncian a hacer algo que equilibre la situación.

Sinceramente, no hay razón sindical alguna que justifique la presencia de los sindicatos en mesas vacías de contenido para acompañar a los gobiernos y la patronal.

Muchos ejemplos demuestran esa alianza político-empresarial. Gobierno Vasco y Confebask, por ejemplo, rechazan la ILP que presentó ELA en el Parlamento de Gasteiz para regular unos mínimos que evitaran la pérdida de empleo y el deterioro de las condiciones de trabajo en las subcontratas que dependen de la Administración. A Confebask nuestro objetivo le parece «un disparate» y el Gobierno prefiere, para seguir haciendo recortes, adjudicar obras y servicios un 40% por debajo de lo necesario. Es así como, valiéndose de empresas piratas, explotan a nuestra gente obligándole a trabajar 12 horas al día a 5 euros la hora. El Gobierno ni siquiera acude a los actos de conciliación cuando es citado.

En este contexto, el Gobierno prefiere criticar la campaña de ELA en contra la miseria laboral. Dice que «debemos respetarnos entre los vivos para evitar hacer, queriendo o sin querer, un daño innecesario a las personas». Le molesta que pongamos cara a quienes lideran la imposición de precariedad. Molestan nuestros carteles; no las fotos de normalidad que el Gobierno se saca todos los días con los grandes empresarios.

ELA lucha para impedir que la política conviva pacíficamente con las políticas neoliberales más duras que hayamos sufrido. No estamos dispuestos a que se relativice ni el modelo social ni las condiciones de trabajo; mucho menos por parte de la izquierda. Pensamos que si la izquierda quiere preservar una identidad de clase debería dar centralidad a estos debates. ELA opina que corresponde al movimiento sindical y social liderar, con plena autonomía, la oposición al neoliberalismo, presentar y socializar alternativas, y –muy importante– organizar a los trabajadores y trabajadoras. Es cuestión de poder. El sindicalismo debe reconstruir su poder representando las expectativas de quienes sufren la precariedad. Si no lo logramos, el capitalismo puede acabar con nosotros vía vegetativa.

Las personas débiles –los trabajadores y trabajadoras lo somos– tenemos que organizarnos en los sindicatos para representar nuestros intereses, nuestra identidad colectiva. ELA afirma con rotundidad, en contra de los mensajes antisindicales con que nos bombardean, que sindicato y trabajadores y trabajadoras organizados, somos lo mismo.

En la campaña que estamos haciendo contaremos hasta dónde llevan la miseria laboral. 12 horas de trabajo al día a 5 euros la hora, contratos de 31 minutos al día, 3 euros de salario por la limpieza de una habitación en un hotel... El contrato a tiempo parcial tras las reformas, casi siempre con cara de mujer, permite que sea legal explotar.

Vamos a contar, también, quienes son los responsables de la miseria laboral. ¿Por qué no tenemos derecho a conocer quiénes imponen miseria y se forran por ello? Conocer cómo la dirección de Euskaltel, por vender a fondos especulativos acciones de una compañía bajo control público, se lleva –con la complicidad de Kutxabank– 50 millones de euros. Saber que Ignacio Galán, consejero-delegado de Iberdrola, abusa de la precariedad, masifica beneficios y gana 47.000 euros… al día. Conocer cómo funciona la puerta giratoria entre la política y las grandes empresas. Muchas personas desconocen que en el traspaso de poderes entre el Gobierno del PSOE y del PP se «perdió» un expediente sancionador a las eléctricas por cobros indebidos por valor de 3.000 millones de euros. ¿Se perdió? Tenemos derecho a saber cómo el capital controla la política para que, cuando está en los Gobiernos, le sirvan y cuando los abandonan pasen muy bien retribuidos a ocupar puestos en las empresas que beneficiaron. Donald Trump, un sátrapa multimillonario que se presenta para Presidente en USA decía hace pocos días: «He dado dinero a todos los partidos. Cuando llaman, yo doy. Y ¿sabes una cosa? Cuando necesito algo de ellos dos o tres años más tarde, les llamo, y están a mi disposición». Ahora, no quiere intermediarios, quiere ser Presidente.

Molesta que pongamos en relación dos cosas: la inaceptable miseria laboral y el objetivo de esas empresas, que es convertir a sus accionistas y altos directivos en asquerosamente ricos. Beneficios para accionistas que, cada vez más, carecen de arraigo en el País (fondos especulativos, multinacionales…). Menos arraigo y menos escrúpulos. Molesta, también, que expliquemos a la sociedad que la caída salarial, unida a la desfiscalización del capital, de las rentas altas y empresariales, conlleva un grave empobrecimiento social. No son posibles pensiones dignas, ni sanidad y educación pública universal, ni prestaciones sociales... Tirar salarios y bajar impuestos al capital es un cóctel explosivo que explica por qué aumentan las desigualdades sociales. Al Gobierno Vasco no le preocupa si es cierto lo que ELA denuncia; le preocupa que se denuncie.

Hace cincuenta años la socialdemocracia y la democracia cristiana consideraban a quienes defendían las recetas neoliberales que hoy aplican los gobiernos como fascistas y chiflados. Hoy, tras abrazar la socialdemocracia el credo neoliberal, quieren imponer un nuevo «sentido común» que determine que los chiflados somos nosotros.

Si la gente que sufre la miseria laboral no es anónima, tampoco lo deben ser quienes la imponen. Levantar el velo del anonimato a sus responsables ayuda a tomar conciencia. Por eso hemos decidido poner cara a quienes lideran estas estrategias.

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