Josu Iraeta
Escritor

Reflexiones ante el futuro de la juventud vasca

Aunque inicialmente pudiera parecer otra cosa, el intento, la pretensión de reflexionar sobre la validez de una u otra política económica, supone –de hecho– afrontar un problema mucho más político que económico, de ahí mi atrevimiento.

Porque lo cierto es que establecer un programa económico, no solo diferente, también alternativo a los que venimos padeciendo desde el nacimiento de esta famélica democracia, solo puede hacerse a partir de una composición de fuerzas sociales y políticas que apoyen esa opción.

 Además es necesario un importante trabajo político de maduración que debiera reunir el respaldo necesario que pudiera convertir el proyecto en una opción real. Y teniendo presente que en la sociedad que nos ocupa, existe un intenso debate ideológico que se expresa con claridad en la correlación de fuerzas actual, obligaría –desde el primer momento– a definir con rigor la alternativa que se proponga.

 Soy consciente de que una verdadera alternativa a la situación actual, debe situar la recuperación y expansión del empleo en el eje de su estrategia. No puede ser de otra forma, ya que como se viene demostrando desde hace décadas, un modelo basado en el planteamiento actual de la competitividad y las exportaciones, no tiene, ni va a tener en el futuro próximo, la capacidad de arrastre suficiente para proporcionar los puestos de trabajo necesarios.

 En mi opinión, para generar empleo es imprescindible fortalecer y articular la estructura productiva en un volumen notablemente superior al que las exportaciones pueden absorber. Y a esa deseable y necesaria situación, sólo se puede llegar mediante el crecimiento de la demanda interna.

 No son necesarias lentes especiales para ver con claridad, que a pesar del aumento de las exportaciones de las que tanto se alardea, habiendo disminuido gravemente la demanda interna, el desempleo ha crecido de manera salvaje.

 Creo que incluso quienes justifican el evidente fracaso, sobredimensionando la tan llevada y traída “interdependencia” de los mercados, debieran comenzar a pensar en modelos endógenos, propios, donde la demanda interna y el empleo sean los ejes centrales.

 La precaria situación en la que estamos inmersos más de dos tercios de vascongados y navarros, es fruto de la idea de la competitividad basada en la permanente disminución de los costes laborales, ignorando que el empleo y los salarios son la fuente principal de la demanda.

 Hoy sería impensable establecer una economía cerrada, cierto, eso es evidente, pero una serena mirada a la situación de la economía productiva, y los miles de cadáveres abandonados en los polígonos industriales de nuestro país, nos indican que hay que evolucionar. Y evolucionar significa en mi opinión; considerar y priorizar el crecimiento interno, propio, como eje central y el externo subordinado al propio.

 No se trata pues de establecer la dicotomía “dentro y fuera”, sino aplicar una combinación entre el desarrollo económico externo y el bienestar de la población asalariada.

 Vivimos inmersos en un sistema con una política económica que consiste en ofrecer las mejores condiciones posibles al capital extranjero. Es por eso que el Sr. Rajoy exhibe ufano ante los mandatarios chinos, las miserias provocadas por sus decretos, culminadas con un mercado laboral totalmente degradado.

 Esta es la razón por la que se hunden miles de unidades productivas que trabajan -trabajaban- para el mercado interno, que genera una economía especialmente vulnerable a decisiones tomadas lejos, muy lejos de los centros de trabajo, sin posibilidades de ofrecer una solución al problema del empleo.

 En una estrategia alternativa como la que propone en estos párrafos, el sector público debiera ser mucho más creativo, regulador y conductor de la economía, en lugar de abandonar toda la responsabilidad al mercado.

 Es imprescindible buscar una combinación armoniosa entre el sector público y el privado. Esto no tiene por qué implicar el deterioro de la actividad privada, sino al contrario, debiera crear condiciones favorables para su expansión, pero eso sí, dentro de una mejora de las condiciones de vida de la mayor parte de la población asalariada.

El contenido de estos párrafos no es un canto al sol, ni una carta al Olentzero. El contenido de estos párrafos pone preguntas sobre la mesa, preguntas que alguien debiera responder. ¿En estos momentos, hoy, se está desarrollando “todo” el capital privado o solamente la parte más poderosa? ¿Qué está pasando con la mediana empresa que opera para el interior, que son mayoría y absorben la mayor proporción de mano de obra y no tiene capacidad exportadora?

 Una política económica diferente y alternativa como la que se apunta en estos párrafos es viable y no existe razón alguna para que, junto al capital autóctono, no se acepten las inversiones directas del exterior, la tecnología extranjera y las empresas transnacionales, siempre que encajen en el diseño productivo establecido.

 En mi modesta opinión, regular la orientación de la economía con el acento puesto en la actividad interna para aumentar la demanda. Proporc–onar más incentivos y beneficios a la actividad económica haciéndola más dinámica,–además de eficiente- redundaría en una mejor situación para los trabajadores, pero también para los empresarios.

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