Iker Casanova
Militante de Sortu

Resultados y perspectivas

Nuevamente el calendario de las colaboraciones con GARA me permite a abordar el análisis post-electoral con una cierta distancia temporal, ya que ha transcurrido un mes desde la realización de las elecciones. O algo menos de un mes, teniendo en cuenta que la noche electoral terminó al mediodía del día 30 cuando se confirmó que el PNV perdía su escaño 29 en favor de EH Bildu.

Este baile, además de convertir en papel mojado buena parte de los primeros análisis, ha permitido crear un escenario abierto, que evita la extrema comodidad de un PNV que podía sumar mayoría con cualquier otro grupo. Es cierto que, aún así, los resultados del PNV son buenos. Incrementar votos y escaños a pesar de la fuerte irrupción de una nueva formación supone que el PNV ha salido fortalecido como partido de estos comicios. Pero la situación no es tan idílica para los jeltzales como parecía perfilarse el 25 de septiembre. A la mencionada pérdida del escaño decisivo hay que sumar el colapso de sus aliados tradicionales.

Hay quien ha señalado que la victoria del PNV responde a la falta de un discurso más agresivo por parte de las formaciones que desde la izquierda se postulaban como alternativa. Pero no creo que la clave de la victoria del PNV esté ahí, sino en haber sabido retener a todo su electorado y además rascar una parte del voto de PP y PSOE que ha visto a los jeltzales como el voto útil entre los partidos «de orden». Una actitud más agresiva hacia el PNV le hubiera reforzado de cara a este votante pro-sistema. De hecho, el PNV trató de tensionar la campaña agitando el fantasma de un eje del mal compuesto por EH Bildu y Podemos. Pero es fundamental recordar que el avance del PNV se realiza en paralelo, y a veces a costa, de un declive inexorable de los otros partidos «de orden». No es que el PNV sea el único partido del Régimen del 78 que se refuerza «a pesar de» la crisis sistémica que vive el Estado. Es que el PNV se refuerza «gracias a» esa crisis porque la crisis potencia su idea fuerza («aquí estamos mejor que España y eso es gracias al PNV») al tiempo que hunde a sus competidores (PP/PSOE).

Resulta necesario contemplar no sólo el resultado aislado de cada formación sino también la evolución de los diferentes bloques políticos. Más allá del escaño ganado por el PNV, el bloque de la «política tradicional» (PNV, PSE, PP, C’s) pasa de 54 a 46. El espacio de la «izquierda transformadora» pasa de 21 a 29 representantes con la suma de Podemos y EH Bildu. Si consideramos al PSE dentro del espacio de «izquierda», la izquierda ha pasado de 37 a 38 escaños, cambio leve pero determinante porque pasa a ser mayoría. Si contamos el espacio favorable al «derecho a decidir» el salto es aún mayor, de 48 a 57. Por contra el «constitucionalismo» pasa de 27 a 18. En un país sin mayorías absolutas este análisis es imprescindible porque determina las políticas de alianzas posibles. Y ahí el PNV, a pesar de su buen resultado particular, tiene menos margen que hace cuatro años y la izquierda soberanista, algo más.

En los últimos tiempos ninguna fuerza situada a la izquierda de la socialdemocracia ha ganado las elecciones en un país «desarrollado» o del centro geopolítico, salvo en Grecia. En 2015 Syriza ganaba con un 36,3% de los votos en un país económicamente hundido, con un sistema de partidos roto y un Estado en quiebra. EH Bildu y Podemos han sumado casi el 36% del voto en una sociedad como la vasca que, a pesar de la crisis y los grandes problemas socioeconómicos, está sólo un peldaño por debajo de los referentes mundiales en desarrollo y calidad de vida. La fortaleza del PNV puede resultar frustrante después de una gestión tan larga y con tantos puntos oscuros. Electoralmente, aún hay un dominio del bloque conservador, como lo ha habido siempre. Pero, globalmente es más débil al tiempo que la izquierda se ha reforzado. Sin triunfalismos ni soberbia no creo que debamos minusvalorar la voluntad transformadora de este pueblo.

EH Bildu ha obtenido 18 escaños y un 21% del voto, 3 escaños y un 4% menos que hace cuatro años. Sin embargo, a mi entender el resultado es mejor que el de entonces por varias razones. En primer lugar porque se ha logrado en frío, sin que concurrieran factores coyunturales favorables. Ni cese reciente de la actividad armada, ni ser nuevos, ni expectativas de negociación con el Estado, ni posibilidad de ser primera fuerza… los elementos que en el pasado han impulsado a EH Bildu no sólo han desaparecido sino que se han tornado en los últimos años en estancamiento del proceso de paz, enfriamiento de la dinámica soberanista y malos precedentes electorales. A todo ello se sumaba la irrupción de un competidor electoral que llegaba con la vitola de imbatible. Que en este contexto EH Bildu, a pulso, haya logrado mantener a la gran mayoría del electorado tiene un mérito enorme. Y ello gracias a que la base social de EH Bildu ha demostrado una madurez y una capacidad de trabajo impresionante.

Pero EH Bildu ha ganado algo más que un gran resultado. EH Bildu se ha consolidado como la única fuerza alternativa al PNV y es imprescindible para cualquier acuerdo transformador. Ha renovado su imagen y creo que incluso ha conseguido que empiece a cambiar la percepción que buena parte de los no votantes de la coalición tenían sobre ella. Durante la campaña, las candidatas de EH Bildu han recibido varias veces un elogio que trataba de ser envenenado: «dan muy buena imagen, no parecen de EH Bildu». Pero ahí está la clave, porque sí parecían de EH Bildu, de una EH Bildu que ha empezado a parecerse a lo que realmente quiere ser: una fuerza enraizada en la izquierda y el soberanismo que sea capaz, desde la pluralidad interna, de aglutinar mayorías y articular grandes acuerdos para hacer avanzar este país hacia la independencia y el cambio social.

EH Bildu no considera al PNV su aliado natural en la política cotidiana. Este partido representa el centro-derecha vasco y nosotras nos situamos en la izquierda. Tampoco compartimos con Podemos su defensa de la unidad del Estado español. Pero sí coincidimos con ambos en la necesidad de construir un nuevo estatus político para nuestro pueblo basado en el reconocimiento de su identidad nacional y su derecho a decidir. Los grandes cambios necesitan de grandes consensos y los consensos se construyen entre diferentes. Por eso, en esta coyuntura histórica, con un estatuto agotado, con una amplísima mayoría favorable a un nuevo estatus y con unas graves urgencias en el terreno social, necesitamos articular la unidad social y política que alumbre un nuevo marco institucional. No será tarea fácil y por eso hemos formulado una oferta de gobierno de base amplia, para blindar la gestión de los asuntos cotidianos mientras articulamos como pueblo la defensa de nuestros derechos ante un Estado que no nos va a facilitar las cosas. Es un momento extraordinario que demanda acuerdos extraordinarios.

Desgraciadamente, Podemos se ha puesto de perfil y el PNV parece más interesado en lograr un acuerdo barato con el PSE. Un acuerdo que no crearía un gobierno estable, ni fuerte, ni tampoco más social. Y además, un acuerdo incompatible con el derecho a decidir. ¿Cree el PNV que es posible gobernar con el PSOE y al tiempo plantear con seriedad un nuevo estatus? ¿O es que directamente no tiene ninguna intención de avanzar hacia ese estatus? Pronto saldremos de dudas. En todo caso, en cualquier circunstancia, EH Bildu no va a cejar en su empeño por dar paso a un nuevo marco político y a un modelo social más justo. La oferta de Acuerdos de País seguirá en pie y la acción política será constructiva y basada en la proposición de alternativas. Y lógicamente, a pesar de tantas elecciones, tampoco nos vamos a olvidar de que la política no es competencia exclusiva de los partidos y las instituciones, sino que es patrimonio de toda la sociedad, de sus movimientos sociales y sindicales, de todos y todas.









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