Mikel Arizaleta
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Retazos y pinceladas de la doctora Celina Ribechini

Los amantes de la historia conocen a Celina Ribechini desde la publicación de su tesis de doctorado “La ilustración en Vizcaya,  “el lekeitiano” Ibánez de la Rentería” en el año 1993 y calificada cum laude, es decir destacada a juicio unánime del tribunal calificador.

Luego presentó otros trabajos hechos libros: “Venturas y desventuras de un mercader en Bilbao del S. XVIII”, “De la guerra de la Convención a la Zamacolada, insumisión-matxinada-dispersión”, “Los Ordeñana Goxenechea”, “Desde Atxuri a Basurto, centenario del hospital de Basurto (1908-2008”), “El maestro de lenguas”, y hoy “Retazos y pinceladas. Historia en Euskal Herria 1931-1975”.

Escribe el escritor navarro Miguel Sánchez-Ostiz en su  libro “El botín”: “La guerra civil, nunca llamada golpe de Estado o golpe militar, nunca represión o Escarmiento, sino simplemente guerra, porque compromete menos… Como mucho Alzamiento, legítimo, Movimiento, lo mismo, Cruzada, contra el judaísmo, el comunismo, la masonería, la Antiespaña, hasta ahora mismo […] Es imposible, pienso desde el presente, asomándome a esos papeles que guardaba Mallo, afirmar que aquella gente se creía lo que escribía. Mentían a sabiendas. No hicieron periodismo, sino propaganda descarada, guerra de brujos, aceptaban la consigna y la censura, estaban atrapados. No creo ni por un momento que fingieran, más bien creo que a alguno lo sucedido le importaba un bledo y sólo quería ganar dinero en el presente con quien fuera, al arrimo del que más ventajas procurara, ya fuera falangista, carlista o opusdeísta. No es fácil comprender aquello, juzgarlo sí, aunque sea en balde”.

Y parecido mensaje vislumbro tras “Retazos y pinceladas” de la historiadora Celina Ribechini: la historia que se publica en los periódicos de la época, de la guerra y posguerra, es soflama, mentira, propaganda descarada. Y mientras se mata en campos y ciudades con el silencio de los medios, mientras avanza el putsch militar y se alza el brazo en apoyo a Hitler, en los periódicos de Bilbao se canta a la paz, se anuncia con júbilo  la celebración de corridas de toros en la plaza de Vista-Alegre con los toreros Manolo Bienvenida, Jaime Noain y Victoriano de la Serna y con la recomendación en la Gaceta del Norte de que “todo buen español está obligado a asistir a estos espectáculos taurinos benéficos”, y se pasea a la virgen de Begoña por sus calles en la carreta de la Hermandad de nuestra señora del Rocío traída desde Sevilla en plena guerra dando gritos de loa por el apoyo de la virgen al golpe de estado mientras en el frente y en retaguardia se sigue matando, saqueando, dando escarmiento.

Macabro pero real.
Y la historiadora Celina Ribechini nos va descubriendo, mediante investigación y apéndices de textos, la vida de entonces: la procesión, la llegada de Millán Astray, la consagración de Vizcaya al sagrado corazón, la virgen de Begoña y las rocieras, los espectáculos teatrales y taurinos, los desagravios a la virgen  con boato por algo que no fue ni robo ni agravio, el hambre de las gentes, el bombardeo de Bilbao, el de Otxandio…

Y digo apéndices porque la doctora Ribechini parece especialmente preocupada por rescatar la verdad ocultada de lo acontecido entonces y mostrarnos libre de polvo y certificada con documentos; algo muy propio de esta investigadora: la profusión de documentos y citas, en anclaje y entronque de sus palabras en la realidad acontecida.

La historia no se puede contar de cualquier manera, a gusto del consumidor o a beneficio del autor. Debe ser veraz, sin tergiversar los hechos o callar aquello que destruiría el relato ya preconcebido.

“La Huella” del escultor barakaldés Juanjo Novella en la portada es ya anuncio de la seriedad del relato. “Retazos y pinceladas” es un libro de Celina Ribechini que se agradece por haber abierto con trabajo y dedicación un baúl enmohecidamente  cerrado de nuestra historia.

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