Andoni Ortuzar
Presidente del Euzkadi Buru Batzar de EAJ-PNV

Sabino Arana vive

El día en que se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de Sabino Arana, fundador del PNV, el presidente del EBB de esta formación hace una lectura de su trayectoria política y sostiene que transcurrido más de un siglo, «sus ideas básicas son compartidas por miles de ciudadanos» a quienes se debe dar «la voz y la decisión».

El 26 de enero de 1865, cuando ni Bilbao era Bilbao, en el corazón de la república de Abando, en el seno de una familia carlista, nacía el menor de una prole de ocho hermanos, Sabino de Arana y Goiri. El de hoy es, por tanto, un día de conmemoración para todos los vascos, abertzales y no abertzales: hace 150 años nació una persona que, con su impulso arrollador, prendió la llama que ha iluminado todo este tiempo el camino que, sorteando dificultades y obstáculos, ha conducido a la sociedad vasca al actual estadio de autogobierno, desarrollo económico y social y conciencia de pertenencia nacional.

Sabino Arana nació y creció en un entorno sometido a profundos cambios sociales, culturales y políticos. La abolición del sistema foral tras la derrota militar del Carlismo, el florecimiento de nuevas ideas liberales centralistas y laicistas, la nueva unidad constitucional española y la pérdida de sus últimos vestigios coloniales, los inicios de la revolución industrial, el caciquismo, la inmigración masiva, la explotación obrera, el nacimiento del socialismo... y la agonía acelerada de una cultura, de una tradición y de un idioma –el euskara– que hasta entonces habían forjado el carácter de lo que se conocía como Pueblo Vasco.

Sabino llegó en ese momento, en una coyuntura en que la transformación de Bizkaia se agitaba en una crisis sin precedentes. Y frente a las fuertes corrientes de masificación, capitalismo y centralización política y cultural que conducían a la sociedad vizcaína y vasca a un escenario desconocido, Arana sacudió la conciencia colectiva con unas ideas que, desde la raíz previa a la suspensión foral, resistieran y afianzaran la supervivencia del Pueblo Vasco ante las nuevas tendencias globalizadoras.


El pensamiento de Arana fue un aldabonazo en las cabezas y corazones de miles de vascos y vascas de toda condición: obreros y acaudalados, baserritarras y urbanitas, encartados bizkaitarras y riberos navarros, suletinos y riojanos. Supuso el despertar de una conciencia que languidecía, abocada a desaparecer. Retomando su signo identitario más característico, el euskara, se propuso su recuperación integral –él mismo lo había perdido–. Pero su empeño fue tal que no sólo rehabilitó la lengua vasca en su ámbito privado, sino que le dio impulso gramatical, ortográfico y etimológico, llevándola de nuevo al espacio público, a la urbe, sacándola del espacio rural en que se había refugiado y motivando a otros pensadores e intelectuales de la época a centrar sus estudios sobre ella.

Y del idioma, dio el siguiente paso. Estableció el punto común de identificación de una colectividad –el Pueblo de los Vascos– y lo vinculó a la voluntad de pertenencia de su ciudadanía con dicho Pueblo. Así, el Pueblo se reconoció a sí mismo como Nación. Un sujeto político que había compartido siglos de autogobierno específicos, consustanciales en su organización, en sus instituciones –la foralidad–, pero que jamás había entendido su realidad como un «todo». Sabino conectó con las corrientes románticas de finales del XIX y aplicó a su entorno el principio de las nacionalidades en boga en la nueva Europa en construcción.


Así surgió Euskadi como proyecto político y su reivindicación más destacada: «Euskadi es la patria de los vascos». Innovador, rupturista, demócrata, pragmático, Sabino Arana fue desarrollando su ideal en aras a ganar conciencias que sumar a su causa. La dotó de una simbología, de una bandera, de un himno. Y, finalmente, agrupó sus fuerzas en una herramienta con la que abordar sus objetivos: el Partido Nacionalista Vasco. También en su diseño tuvo aspectos genuinos. Articuló un partido sustentado en la inmediatez de los municipios. Confederal, en reflejo directo del país que pretendía. Una estructura con división de poderes y comprometida con los valores individuales del humanismo cristiano.

El compromiso político de Arana, su activismo –entendido como un afán de convencer a sus coetáneos hasta alcanzar una mayoría social que impulsase su proyecto–, le convirtió en un perseguido por las autoridades, que hasta por dos veces le llevaron a la cárcel. Pero, por mucho hostigamiento que padeciera, jamás estuvo tentado de contestar a la injusticia con la violencia. Al contrario: respondió a la mordaza con más ideas; a las prohibiciones, con más actos públicos; a las suspensiones, con nuevas inauguraciones. Hasta que una súbita enfermedad le derrotara a la temprana edad de 38 años.


Han transcurrido 150 años desde que Sabino viera la luz en la casa familiar de Albia. El mundo ha girado miles de veces desde entonces. Euskadi, el país que él denominó, goza hoy de una modernidad, de una cohesión social y de una capacidad de desarrollo difícil de imaginar en la coyuntura que le tocó vivir. Más de un millón ciento cincuenta mil vascos mayores de cinco años –el 55,7%– se definen como euskaldunes (entienden el euskara y lo hablan, aunque sea con dificultad). Y, aunque muchos lo ignoran, miles de Iñakis, Jones, Koldos, Igones o Kepas deben su nombre a Sabino Arana. Son muchos más los que hoy se sienten identificados en la ikurriña, la bandera tricolor que diseñara junto a su hermano Luis.

Si Sabino Arana viviera hoy, encontraría que muchos de sus sueños comienzan a estar encauzados. Que sus ideas básicas son compartidas por miles de ciudadanos cuya conciencia nacional reivindica la expresión libre de su voluntad. Para hacer posible su definición: «Euskadi es la patria de los vascos». Desde la democracia. Como vascos y vascas del siglo XXI a quienes asiste ese derecho a decidir su futuro, no ya por historia, cultura, tradición o idioma, sino por principio democrático.


La voluntad de las personas está en el epicentro, en el corazón del concepto de soberanía que EAJ-PNV contempla en este nuevo siglo. Nos sentimos herederos legítimos y legitimados de Sabino Arana y, como tales, es nuestro deber continuar el camino trazado para la libertad de Euskadi. Avanzando con seguridad, con certidumbre y templanza. Contando siempre con los deseos que exprese la ciudadanía. Sin saltos al vacío. Sin romper la convivencia. Sumando adhesiones. Respetando la diferencia. Y dando la voz y la decisión al Pueblo.

En julio de este año se cumplirá el 120 aniversario de la creación por Sabino Arana del Partido Nacionalista Vasco. Hoy, como ayer, seguimos siendo herramienta para la construcción de la Nación Vasca. Hoy, como ayer, ratificamos nuestro compromiso por y para Euskadi. Y nada ni nadie nos hará desfallecer en el empeño.

Bilatu