Esteban Guillen, Unai Samaniego e Iñaki Puerta Merino
Exmiembros del Consejo Ciudadano de Vitoria-Gasteiz de Podemos

Senadora de su casa (de su casta)

Leyendo estos días la última mueca de la vieja política renovada referente a la senadora que se pasó de lista me ha venido a la memoria aquella canción de Aute:
 

«Sillón de mis entretelas mi despachito oficial. Me quieren quitar el cargo, yo no me largo. Este chollo no lo suelto me lo he ganao. Aferrao a mi butaca como una lapa, a mí nadie me despega de este sillón. Tanto tiempo asintiendo y hasta aplaudiendo, y ahora quieren dejarme a 2 velas» ¡A una Senadora nada menos!

Y es que después de lucir credenciales senatoriales  allá donde hubiera o no hubiera lugar, la encargada de sí misma al cargo de todos se carga mal y se entiende peor. Porque no habla, y sobre todo porque si hablara causaría el asombro, la sorpresa infinita de que alguien de su nivel político haya podido llegar a ese cargo público. Y en este caso la respuesta a tal despropósito no está en el viento. Está en la profunda irresponsabilidad de quienes la pusieron ahí y callan con ella. Su Señoría Doña García ha sido desahuciada; una cuestión que debería llamar a la solidaridad con alguien que sufre tan dolorosa experiencia, se torna enojo cuando se sabe que en el caso que nos ocupa no pago porque no le dio la real o senatorial gana. Senadora desde finales de 2015, son quince también los meses que adeuda por el alquiler social de una vivienda en el vitoriano barrio de Salburua.  200€ de alquiler mensual que se negó a pagar mes sí, mes también, por una vivienda que no debía ocupar. Todo un ejemplo de ética y de la nueva política que nos espera.

Hoy, en este vergonzoso coro silencioso destaca la presencia muda de IU-Ezker Anitza y EQUO que acompañaron y auparon a su señoría a la cabeza de la candidatura que caracterizó esa y el resto de listas electorales en Álava en las sucesivas convocatorias de autoproclamados representantes de la «Gente Decente» como su Señoria Doña García. Una vez más, como siempre, los decentes se quedaron en el patio de votantes y las y los digámoslo suave, otros, se auparon a las butacas y los sueldos estratosféricos. Con escasa rebaja por donar a la organización en el caso que nos ocupa, dada la condición de madre de la aludida, quien tiene derecho a amontonarse un excelente puñado de euros mensuales a costa de los inconscientes que la situaron en ese puesto, con sus votos, o con sus triquiñuelas internas de poder (presentándola por la lista «oficial») en que se premia la docilidad, la mediocridad y la incompetencia en detrimento de la capacidad.
 
Su Señoría Doña García no está sola. Le acompañan muchos más, compartiendo asiento en Senado, parlamentos, ayuntamientos y diputaciones (recuerden la gesta gloriosa en que se halla abocada el grupo Juntero de Podemos en Álava). A unos se les ve el plumero de una forma (abrupta y chusca en el caso de la Senadora García), y con otros hay que aguzar el sentido de la observación para captar la magnitud del fraude de esta camarilla pseudo política autoempoderada y ebria de sí misma.

Seguirán sintiéndose la voz más legítima y representativa contra los desahucios, contra la violencia machista, contra lo que haga falta aún con casos vergonzantes como el de su Señoría Doña García y su cómplice silencio. Todo con tal de conservar sus poltronas mediáticas y salariales. No son casos aislados.  

Sigan, sigan discutiendo en torno a sí mismos, sobre cómo y cuánto agitar la pancarta, sobre cuánto de legitimado estuve para hacer lo que hice, al valor intrínseco de ostentar por único mérito no ser nada más que «gente normal» para ser senadora, parlamentaria o lo que se tercie con tal de subir ahí arriba (y cobrar claro, sobre todo cobrar). Sigan ocupados de sí mismos y el resto sigan ocupados en contemplar su esgrima ególatra en los medios, sus pequeños escándalos como los de su Señoría García, y sobre todo, sigan votándoles, para mantener activo el circo y a la disidencia política en las catacumbas.

La Senadora Doña Elvira ha llegado a este estadio por la sensación de impunidad que cree le asiste por ostentar ese cargo. Por creerse por encima del bien y del mal. Por sentirse por encima de los demás ciudadanos. De los que le votaron y de los que no le votaron. Por creerse intocable por la opinión pública e incluso por la organización política que le ha situado donde está. Ha encarnado, al igual que su grupo político, lo peor de la vieja política que decían iban a desmontar. Con esa promesa obtuvieron los votos y con estos hechos nos los devuelven,eso sí, quedándose en los escaños. Y es que Doña Elvira y sus compañeros de bancada son gente muy importante. Nada menos que Senadoras/es. Cuidado ¿eh?

«No me mueven de este trono, que tengo abono» como cantaba Aute.

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