Jasinto Liberal
Colectivo Malatexto

Sobre la política

Jóvenes, mujeres, jubilados, paradas, personas indignadas ocuparon calles y plazas, denunciaban las políticas económicas impuestas desde Europa y aplicadas con entusiasmo por el gobierno español. ¿Por qué teníamos que ser las paganas de una crisis que no habíamos creado? Así nació el 15M, de la rabia ciudadana.

Pronto las viejas formas de hacer política fueron cuestionadas y la asamblea pasó a ser el instrumento de la participación popular, en ella dialogábamos, compartíamos saberes, preparábamos las acciones de protesta contra los recortes. Quizás pecamos de inocentes pensando que la vieja política había muerto, pero era lindo ver en los ojos de las víctimas de la crisis-estafa la esperanza por una vida más justa y libre.

Y en esas estábamos cuando sonaron los tambores llamándonos a las elecciones, nos llamaban a votar. Primero fueron las europeas, luego municipales y dentro de unos meses serán las generales. Algunos grupos y personas que participaban en las asambleas, ¿pensaron? y decidieron que era el momento de asaltar las instituciones, de hacerse con el poder y desarrollar nuevas políticas. Para el resto, muchas de las personas que anónimamente participábamos en las movilizaciones, todo ello nos parecía un dulce caramelo, una forma de sustituir lo complicado y arriesgado de la participación política y social por lo fácil y seguro de la introducción de la papeleta por la ranura de la democracia. Así, cómplicemente, hemos ido abandonando la calle y llenando las urnas, ¡qué ingenuidad!, el poder nunca se toma, es el poder el que todo lo ocupa y devora.

En esa estrategia, al calor de las ilusiones generadas en las europeas y de los saludables logros de las municipales en lo que se refiere al desalojo del PP del poder en muchos lugares a través de la puesta en marcha de candidaturas de unidad popular, se fundaron nuevos partidos, se refundaron viejas izquierdas, se secuestraron eslóganes de la calle, se crearon marcas electorales-comerciales y nos olvidamos de las plazas ocupadas, de las luchas diarias y de nuestras pequeñas victorias. Hoy, las personas hemos dejado de ser el fin para convertirnos en el instrumento para llegar a la Moncloa, la fachada del poder a pesar de que se desvanece la fe puesta en las encuestas que animaron a la inmersión en las procelosas aguas electorales. Todo parecía indicar que el palacio de invierno caería pronto, pero, ¡ay!, las mareas y corrientes marinas son inseguras, el viento ha rolado y nuestra nave se aleja de la soñada Ítaca. La intención de voto decae, las votantes nos rehuyen, el poder se nos escapa de nuevo, como siempre ha sido.

Que nos quedemos sin la Moncloa no me parece muy grave, lo que nos debería preocupar es que en este viaje a ninguna parte nos hemos olvidado del 15M, de sus enseñanzas y casi de cualquier movilización. Aún estamos a tiempo para recuperar la asamblea, el pensamiento crítico y la lucha multicolor. Construyamos la alternativa al poder desde fuera de él,  desde abajo y desde la izquierda.

Bilatu